miércoles, diciembre 4, 2024
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El verdadero sentido de la vida

Todo es ingeniería social. Desde lo que comemos, pensamos, nuestras decisiones, gustos, temores y modos de vida, todo, absolutamente todo, ha sido condicionado en base a diseños experimentales, muchos de ellos burdos y simples; otros son tan complejos que sólo una mente demoniaca y fuera de nuestra dimensión podría planificar, dado que en la otra no existe la muerte y sus seres son eternos.

Lamento por ello decir que, si creíste que fuiste libre, elegiste bajo tu absoluta responsabilidad, la cual nunca supiste qué es y te dejaron ser lo que eres en realidad, nunca ha sido así. Has sido y eres un conejillo de indias para fines tan esperpénticos como ver el modo en el que reaccionas a distintos estímulos o situaciones, llevarte a un escenario en el que otros se van a beneficiar de tu sufrimiento o simplemente matarte porque te consideran un ser inservible para la humanidad. Así de claro. ¿Y cuál es el modo de saberlo? No existe, dado que sus planes son tan indetectables como el aire que respiras, a menos que empieces a conocer quiénes son realmente tus amos, porque, dicho sea de paso, eres un simple esclavo.

¿Y cuáles han sido los objetivos morales para cada uno de nosotros? El individualismo, la competencia, la desconfianza, el resentimiento, la intolerancia, la imposición del más fuerte, la destrucción del más débil, el triunfo por encima de la ética más básica del ser humano, hacer creer que todo se consigue de manera fácil, satanizar el esfuerzo, crear dioses por doquier (el dinero, el líder y ciertas verdades sagradas) y, sobre todo, aislarnos unos de otros mediante el miedo para dividirnos y luego acecharnos como los leones atacan a las cebras. Nada de esto es por casualidad y no responde a creencias de tipo no precisamente cristianas, ni basadas en el amor verdadero. Ya sabes de lo que hablo…

Actualmente nos encontramos en la era de la agenda 2030, un plan en el que dicen salvar a la humanidad para un mundo perfecto y en paz por los siglos de los siglos, en el que nos darán todo lo que necesitamos para vivir en ese idílico mundo en el que siempre hemos soñado estar, hartos de tanto sufrimiento y sacrificio. El plan ha sido perfecto, estamos cansados y muchos ya han caído en la indefensión aprendida de creer que, hagan lo que hagan, nada tiene arreglo, a menos que venga del cielo, o de otros (lo que vendría a ser lo mismo…).

Dado que somos niños, nos tienen que llevar de la mano. Pero, sin perder el hilo del discurso, hagamos un análisis más meticuloso. La secta del satanismo no permite la disidencia, del mismo modo que ocurre con otras muy asociadas como la masonería: una vez que entras en ella, juras guardar todos sus secretos y, si por acaso osas contarlos, describir sus sacrificios y misas negras donde se matan a niños recién nacidos con cuchillos sagrados y te emborracha de adenocromo, te pegan un tiro porque traicionaste las reglas. Nadie ha de saber qué ocurre dentro de estas sectas satánicas y si sale a la luz actúan porque corren serio peligro. Suelen funcionar como apariencias para atraer las abejas al panal con sus sabores maravillosos de polen envenenado y cautivador, pero si descubres que tienen tóxicos y lo cuentas, ¡ay, hay de ti!

Son sectas, todo lo que crean es lo mismo. Es como si fuese posible que un dictador psicópata y narcisista crease una organización en la que cada cual podría opinar como le diese la gana; lo que va a hacer es crear un partido en el que va a ser adorado como dios de la antigua Babilonia, ¡que nos dejen de cuentos de Walt Disney!

Pero, volviendo al punto que dejamos entre comas, existe un objetivo que es control absoluto del ser humano y de todo lo humano, una sociedad en la que los hombres no gobiernan y rigen las normas sagradas que pondrán paz para siempre en nuestras vidas: me refiero a la inteligencia artificial, mucho más rápida, mucho más práctica pues cumple a rajatabla sin remordimiento alguno pues los sentimientos no tienen cabida. Lo importante es el bien común y punto; si alguien tiene que morir, lo hace en el nombre de los demás, y se habrá de agradecer el hecho.

Para lograr estos objetivos, para que nos vayamos aclimatando al ambiente, crean ideologías que buscan varios objetivos: primero destrozar instituciones sociales que resultan molestas a sus planes, segundo inundarnos de derechos y libertades, de las que nunca hemos gozado y, tercero, hacernos creer que el bien común está por encima de nuestras prioridades, incluso las personales y básicas. Tanto el LGTBIQ+, como la religión del cambio climático o como el feminismo responden a los mismos tres aspectos. 

Primer aspecto: El LGTBIQ+ pretende eliminar a la familia, donde el niño adquiere sus valores, está protegido de incursiones peligrosas y puede crecer aprendiendo a ser un ser humano, en el marco del amor de sus padres, de sus parientes y dentro del contexto del juego, en el que ha de ser protegido para llegar a ser él mismo; lo que impide que este ser llegue a ser un siervo del Estado dictatorial es la voluntad de los padres, sus guardianes, para lo cual éstos han de ser desposeídos de sus derechos, hasta el punto de que las incursiones e invasiones de la ideología del Estado se impongan a los progenitores. El feminismo persigue la eliminación del hombre, como agente humano en su conjunto, como agente de acción que reacciona con prontitud e inteligencia, haciendo justicia fuera de los procedimientos que se pueden considerar obstáculos para el equilibrio; sería un equivalente a la sabia intuición que todos tenemos y que nos avisan de los peligros; los grandes avances de la humanidad son debidos a los hombres, al sexo masculino, el sexo protector de la familia y de sus reglas; el sexo femenino se siente atraído por su opuesto y no por los del mismo signo (es de sobra conocido que las cargas negativas dentro de los átomos se unen a las positivas y con las negativas se rechazan, véanse los electrones….).  El cambio climático persigue desligarnos de nuestras costumbres y hábitos de todo tipo (alimenticios, sociales, de desplazamiento, económicos…) con el fin de eliminarlos pues impiden la imposición de su dictadura; no ha de existir margen posible para cada cual decida libremente y se haga independiente del Estado, es decir, no dependa de él.

Segundo aspecto: Los derechos sexuales que promete el movimiento LGTBIQ+, bajo la fantasía de que el sexo biológico no importa, pretenden darnos la libertad de gozar en sentido pleno, sin límites conocidos y de manera que el Estado nos protege como si fuésemos niños autistas, incapaces de interactuar con el resto de nuestros seres queridos. Dado que el placer sexual es tan glorificante e intenso, aunque dure un segundo, se convierte en el refugio frente al dolor, la frustración y la cobardía del hombre masificado que es incapaz de afrontar su propia realidad, y, mucho menos hacerse responsable de sí mismo. El feminismo da el derecho a las mujeres en doble vertiente: primero en cuanto a que tienen la facultad de vengarse de todos los hombres, siguiendo las máximas de la biblia satánica, por cuanto éstos han sometido a las mujeres de su sangre, presentes y pasadas por el llamado patriarcado, tan denostado por Engels y Marx, claramente en contra del hombre y de la familia; y segundo porque les permite controlar y hacer  que el mundo sea dirigido bajo su batuta femenina, supuestamente sensible, respetuosa y suave como la  mejor de las sedas orientales, mientras que los hombres actúan a lo bruto y sin inteligencia alguna; los derechos de la mujer, intocables, son tan protegidos que ésta se considerada como un bellísimo jarrón de porcelana de la dinastía Ming. El cambio climático nos brinda el derecho a vivir en un mundo en el que no hay contaminación, la vida que llevamos es completamente sana, cercana a la naturaleza, a hábitos sanos donde los haya, sin ruidos ni ataques biológicos: fuera virus, bacterias, todo ha de estar limpio y desinfectado, todo ha de estar listo para que vivamos 120 años, por supuesto en el marco de un paraíso idílico.

Tercer aspecto: Para el LGTBIQ+ el bien común es la libertad del ser humano en un marco nunca conocido, sin limites y abarcando las áreas más íntimas de nuestras vidas, algo de lo que casi nadie ha sido consciente; por ello, todo lo que cuestione ese derecho a moldear mi mundo interno, cualquier agente que ose involucrarse en esa área estrictamente sagrada (y egoísta) ha de ser condenado por fascista, impositivo e intolerante, provenga de dónde provenga, como agente de odio porque, igual que lo hace con un extraño, lo puede hacer conmigo: es como el delincuente que asesina y que ha de ser detenido y juzgado para que no lo haga con nadie más. Para el feminismo, cualquier comentario que va en contra de la supremacía del sexo de la mujer se considera un ataque a la libertad y dignidad de las féminas, pues el bien común sería esa idea de que el mundo necesita ser guiado ahora por ellas, exclusivamente ellas, pues el patriarcado ha puesto a la humanidad en un serio peligro y es necesario pararlo cómo sea. Para el cambio climático, está claro: el mundo en el que todos deseamos vivir, aunque no sea real; es decir, cualquier ataque a ese escenario irreal convierte a cualquier acción en peligrosa, pues ataca a un escenario fruto de la mente de un degenerado idealista o loco, que no tiene los pies en la tierra.

En todos estos escenarios subyace la idea del fanatismo: se tratan de tres religiones, del mismo modo  que el covid 19 fue la inicial o la primera que nos impusieron con su catecismo de ministros y médicos vestidos de blanco, como los antiguos sacerdotes de Roma. No cabe la disidencia; cada de una de sus creencias es un dogma de fe, propuesto e impuesto por las leyes de los Estados, como si se tratase del nuevo testamento de Jesucristo, sólo que éste no nos obligaba, pero las instituciones políticas nos exigen su cumplimiento como agentes fascistas.

Existen, además otras medidas que nos ocultan, como la destrucción de las presas donde se acumulan las aguas para tiempos de sequía, la incentivación para que los agricultores abandonen sus cultivos bajo indemnizaciones muy elevadas, el uso de yoruro de palta y otros metales pesados para crear nubes, impedir las lluvias, subir las temperaturas o bajarlas a capricho… Claro que eso nunca te lo dirán, pues son las argucias de los mafiosos sionistas para hacerte creer que has de confiar en ellos.

Pura ingeniería de masas, puras mentiras, pura bazofia moral y vomitiva para quienes prefieren seguir siendo esclavos, que nunca dejaron de serlo y que han desarrollado esa conciencia sucia que les invade el inconsciente con creencias inservibles, que les destruyen la cordura, la capacidad de análisis lógicos y les hace creer en disparates sin base ni sentido alguno, todo para ser carnaza fácil para sus perversos amos, los cuales son grandes desconocidos, siguiendo la obra de Edwar Bernays, Propaganda, publicada en 1927.

Todo lo que vivimos es una fantasía, la realidad física que sostenemos que es real, también lo es, mucho más lo que pensamos del mundo y como debería de ser. Si fuésemos capaces de entenderlo todo tal cual es, seríamos realmente felices y entenderíamos que hemos venido a este mundo a darnos el verdadero amor que creó todo el universo. Pero para eso hay que abrir los ojos y despertar. Pero eso, claro, produce el peor de los terrores para muchos mortales.

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