Dice el refrán que mala hierba nunca muere, o muere demasiado tarde, como en este caso. Y fíjense, nosotros que teníamos la sanísima costumbre de no alegrarnos del fallecimiento de nadie, tras lo sucedido en los últimos tiempos tenemos una larga lista de gentuza de la que no nos importaría no tener noticia alguna nunca más.
Ayer, tras más de 100 años de aguantarle liquidando a medio mundo, fallecía «Cáncinger». Y qué quieren que les digamos, con ese tipo ha habido casi unanimidad, excepto algún despistado, por todas partes por las que hemos mirado.
El apropiado mote con el que le ha bautizado Cuneo, desde Argentina, tiene todo el sentido porque desde que el tipo se metió en asuntos políticos, desde que entró en las vidas de medio mundo, se ha dedicado a sembrar el caos, la muerte y la destrucción por todas partes, por donde le ha dado la gana.
¿Y todo eso con qué objetivo? ¿Poder? ¿Riqueza? ¿Más poder? Acabar con las vidas de tantos cientos de miles de personas no es justificable, excepto si eres el mismísimo Satanás. Saquen ustedes sus propias conclusiones con el individuo que, por fin, nos dejaba ayer.