jueves, noviembre 21, 2024
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En materia de salud está prohibido pensar, investigar, tener ideas propias que contradigan la oficialidad

“Sanar como sea el cuerpo y el alma”, una máxima a seguir: que cada quién elija cómo

La ciencia es dogmática, lo cual es una contradictio in terminis, ya que esta debe ser contraria al inmovilismo y fluir en el avance constante. Pero al considerarse en posesión de la verdad, sus pasos son renqueantes y avanza a trompicones. Sea en antropología, arqueología, biología, medicina o en cualquiera de los ámbitos, es tan reacia a modificar sus postulados y a admitir nuevas evidencias, que no solo niega, sino que no duda en vilipendiar, arrinconar –y actos extremos que no quiero pronunciar— a quien ose salirse de los raíles de la oficialidad. Hay ejemplos para escribir varios tomos, y ni siquiera tendríamos que citar a los clásicos Galileo o a Servet. El dogmatismo de los negadores, con frecuencia, es una consecuencia del desconocimiento, pero también hay otras causas mucho menos inocentes, más relacionadas con el encubrimiento de verdades benefactoras para la humanidad.

En cuanto a salud, que es el tema mollar de este redactado, a pesar de las escasas facilidades y el maltrato de la prensa –siempre al servicio del poder—, cada vez es mayor el número de profesionales de la salud –incluyo no solo a los médicos alopáticos, sino a los terapeutas de otras disciplinas—, que abogan más firmemente por la medicina integrativa que, como el término indica, debe englobar todo aquello que sirva para curar o para mantener la salud o, simplemente, para ser más felices, que no es poco. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos que se vienen realizando en las últimas décadas, el abrazo final entre los distintos métodos alternativos/complementarios de sanación aún no está cerca. Para su consecución es necesario salvar tres obstáculos importantes: 1) el dogmatismo, 2) el desconocimiento por parte de los negadores, y 3) los intereses económicos.

Ya antes de la pandemia, muchos científicos de diferentes disciplinas habían sido apartados de sus carreras por discrepar de la teoría establecida como válida y única; y lo mismo ocurrió con muchos periodistas y comunicadores no adscritos al sistema. En medicina, ahí tenemos el ejemplo del doctor Hamer, fundador de la Nueva Medicina Germánica, que tantos médicos están aplicando en la actualidad, fallecido en 2017 tras ser perseguido inmisericordemente y desposeído de su licencia para ejercer. Y todo por atreverse a decir –y a demostrar— que el cáncer era causado por un suceso traumático inesperado, vivido en soledad, ¡y que se podía curar! Otra víctima del establishment científico es el doctor Wakefield, por haber investigado sobre el autismo y su relación con la triple vírica. Hay muchos más ejemplos, a los que hay que añadir los condenados, vilipendiados, expedientados e incluso asesinados de la “era covid”, un tiempo de distopía que ha cambiado nuestras vidas para siempre.

Sea debido al dogmatismo, al desconocimiento, a conflictos de intereses de los sistemas sanitarios y de los propios médicos, bajo el paraguas de la desprestigiada bigpharma, lo cierto es que a las otras medicinas –me niego a emplear el término seudociencias— cíclicamente se las ataca desde diferentes frentes. Como es habitual, cuentan con el apoyo de los medios de comunicación, tan dados al servilismo de lo oficial. 

La polémica sobre la homeopatía es algo endémico. Los detractores acostumbran a emplear cualquier decisión administrativa o burocrática para cargar contra ella a base de titulares rimbombantes; y quienes por conflicto de intereses o porque desconocen todo acerca de este recurso tan valioso aprovechan la coyuntura para despotricar y confundir. Es una lástima que esta disciplina esté condenada a sufrir cada cierto tiempo estos embates por parte de asociaciones de médicos y otros detractores. Es evidente que, suponiendo que no haya una mala intención manifiesta, hablan desde el desconocimiento y la ignorancia. Desconocen todo lo referente a la memoria del agua, a la vibración y a otros matices del funcionamiento de las interioridades sutiles de la materia, y son incapaces de integrar las investigaciones científicas sobre el particular, entre ellas, la concluyente de la doctora en Ciencias genómicas y especialista en proteómica, Niurka Meneses. Esta experta comprobó el funcionamiento real de la homeopatía “tras realizar el primer análisis proteómico del impacto de un medicamento homeopático en células de carcinoma de pulmón y comprobar in vitro que genera y activa proteínas reparadoras”. Asegura la especialista que los profesionales que realizaron el trabajo demostrativo de la eficacia del efecto homeopático en células cancerosas de pulmón, no creían en la homeopatía. Esto complementa las investigaciones del doctor y Premio Nobel, Luc Montagnier, según las cuales “el agua tiene capacidad para recibir, almacenar y actuar como transmisor de señales electromagnéticas procedentes del ADN de bacterias y virus por lo que, como ya afirmaba el doctor Jacques Benveniste, tiene memoria”.

Los licenciados en medicina no conocen los fundamentos de la homeopatía –a no ser que se formen en esta materia fuera de los currículos— y, por tanto, deben abstenerse de opinar, igual que tampoco deberían hacerlo sobre otras materias que desconocen. Una especialidad no es el conocimiento del todo.

Lo mismo podríamos decir sobre la acupuntura, la auriculoterapia, la kinebiomagnética, las flores de Bach, las sales de Schüssler, la aromaterapia, los aceites esenciales, la reflexología, la terapia craneosacral, el GDV, el psych-k, el reiki, la biodescodificación, la terapia transgeneracional, y otras herramientas de apoyo a la psicología en el procesamiento de emociones, modificación de creencias limitantes, miedos inexplicables, sanación de duelos, y otros recursos que, en la actualidad, se están empleando con gran éxito.

Comprendo que de algunas de estas terapias solo podemos decir que FUNCIONAN, pero nada más; porque estamos muy lejos de conocer los grandes secretos del universo, aunque sí podemos constatar que “como es arriba es abajo”. El viejo, aunque atemporal principio de la Tabla Esmeraldina, está más presente que nunca en esta era de la mecánica cuántica en la que el espíritu y la materia parecen pertenecer a la misma esencia. En Estados Unidos, hace tiempo que el reiki está reconocido como medicina complementaria en los hospitales, gracias al estudio elaborado por el Centro Nacional para Medicina Complementaria o Alternativa (NCCAM, por sus siglas en inglés). Entre sus beneficios incluyen que “el reiki reduce el dolor, la ansiedad, la tensión muscular, acelera de cicatrización y proporciona bienestar. Es beneficioso durante la enfermedad, después de las intervenciones, en el pre y postoperatorio, así como para aumentar el estado general de salud”. Añade el informe que no es una religión, por lo cual no importan las creencias religiosas del paciente, que este no necesita creer en el reiki y que la técnica funciona, independientemente de las opiniones de la persona que lo recibe. No solo se ofrece reiki a los pacientes, sino que, en varios centros, se enseña esta técnica a médicos y personal sanitario. En la Escuela de Medicina de la Universidad de Michigan y en varios centros hospitalarios, como en el Hospital Hartford, esta terapia está incluida en la formación de los residentes. En España, sin embargo, vamos hacia atrás. Hace unos años se ofrecía reiki en algunos hospitales de Madrid, entre ellos el Gregorio Marañón: pero, a pesar de los beneficios constados, fue retirado debido a presiones de la medicina inmovilista y conservadora.

Por otro lado, la tan en entredicho Organización Mundial de la Salud –que en su dinámica de la confusión suele dar una de cal y otra de arena—, tras doce años de estudio y negociación, ha incluido cerca de 200 síndromes de la Medicina Tradicional China (MTC), que ya aparecen en el CIE-11 (Clasificación Internacional de enfermedades), vigente desde enero de 2022 y utilizado por 35 países. De ello se hizo eco la revista Nature y explica el camino andado hasta esta meta tan importante como aporte a la medicina occidental.

“Bienvenido todo lo que sume” es lo que debe pensar y desear todo buen profesional de la salud. Este paso de gigante se lo debemos al que fuera asesor de medicina para la oficina de la OMS en la sede de Manila, Choi Seung-hoon, que, partiendo del conocimiento milenario de la MTC, “se marcó como objetivo homogeneizar las diferentes variantes de la medicina oriental, sentando las bases de una nomenclatura común”. Resalta el artículo de Nature términos como el “meridiano del triple recalentador”. ¡De desmayo para nuestros médicos clásicos! Les suena a chino, y nunca menor empleada la expresión.

La medicina alopática no tiene en cuenta la energía (el chi o qi) porque es algo que desconoce. Cree que los meridianos y los chakras son cosas de chamanes y gente rara no ilustrada. ¡Qué confundidos están! ¡Cuánto desconocimiento! Por eso es necesario explicar, aportar y unificar. Ardua tarea, pero el primer paso ya está dado. Como reza la famosa frase de Pitágoras “el comienzo es el principio del todo”.

En el CIE-11 aparecen más de tres mil términos que los médicos occidentales tendrán que aprender, sobre cosas que ni siquiera saben que existen o que puedan tener relación con la enfermedad. Pone como ejemplo el artículo de Nature el concepto “estancamiento del chi de hígado”, “deficiencia del chi de bazo” o “equilibrar el chi de pulmón”. Es nomenclatura nueva, otra cultura, otra forma de medicina, pero el ser humano que enferma es el mismo, con los mismos meridianos y chakras. Así que ¡a aprender se ha dicho!, ¡a profundizar! Hay que ponerse al día.

Como era de esperar, esta iniciativa no está siendo bien recibida por los inmovilistas de la medicina oficial, a pesar de que los tratamientos son más naturales y mucho menos agresivos y costosos. Temen, además, que no vengan avalados por resultados científicos de rigor. Hay que aclarar que no se trata de sustituir, sino de complementar y, en cualquier caso, de informar y permitir que el paciente elija cómo quiere ser sanado. Otra cosa es la postura de la bigpharma, movida casi siempre por intereses económicos, más que por salvar vidas o promover la salud.

No quiero terminar el artículo sin hacer esta crítica a los guardianes de la salud pública, que ejercen un paternalismo cuasi totalitario como si el ciudadano no tuviera discernimiento. Si en función del uso de nuestra libertad de elección, optamos por las medicinas complementarias, se supone que lo hacemos libremente; nadie nos obliga. Y si nos equivocamos, es nuestra responsabilidad. Lo mismo que cuando aceptamos sometemos a una operación de columna, con el riesgo de quedarnos en una silla de ruedas u optamos por tratamientos abrasivos como la radioterapia, a sabiendas de que no solo pueden aparecer nuevos cánceres, sino que no tenemos garantizada la supervivencia. Para eso es el consentimiento informado. Así que, mejor si dejan sus críticas negativas a las medicinas complementarias por no sanarlo todo. Ningún tipo de medicina lo hace.

Mi mensaje a los profesionales de la salud holística –sean estos médicos, psicólogos u otros terapeutas— es que, a pesar de todos los inconvenientes y campañas en contra, hay que seguir adelante poniendo en práctica aquello en lo que creemos, aquello para lo que hemos nacido y en lo que nos hemos formado. Sanar es un acto mágico, místico, sagrado, un acto de amor que la Divinidad pone en nuestras manos para el bien.

Magdalena del Amo
Periodista, psicóloga, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.
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2 COMENTARIOS

  1. Bravo, Magdalena.
    El poder, en su Gran Reseteo, genera también increíbles dogmas en otras diversas materias en las que se ha apoderado de la ciencia (en realidad la ha encarcelado) y prohibido hacer ciencia porque si no acata los aberrantes dogmas oficiales es fascista y supremacistamente condenada por ser «desinformadora» : Historia, Climatología, producción vegetal y animal, demografía, biología, antropología social, psicología social, sociología, jurisprudencia, derecho natural, geoingeniería, arqueología, geografía,… Su bestial censura y el casi absoluto control de los medios de manipulación (Editoriales, Revistas científicas más reputadas, medios de manipulación de masas,..) y su creciente y supremacista Inquisición también abarca otras materias: humor crítico social, libertad de expresión (cine, teatro, tv, radio,..), creación literaria y artística (solo se promocionan las aberraciones de encargo al servicio del sistema),…). Sus nuevos dogmas coinciden en objetivos necesarios para la Nueva Dictadura Mundial 2030: el exterminio demográfico, el desarrollo del caos social, la alienación humana, el aborregamiento humano con mente de colmena, la identificación personal con una ideología colectiva única Imprescindible para sobrevivir biológicamente, el ataque a la libertad/libre albedrío, al pensamiento crítico científico, a la democracia verdadera, a la autosuficiencia vital y autonomía personal/familiar, a la metafísica y la espiritualidad, …
    Prohibida la ciencia: la ciencia es una forma de conocer mediante la puesta en marcha de trabajos de investigación sometidos a unas normas consensuadas sine qua non: escepticismo organizado, objetividad, sometimientos a pruebas de falsación o aceptación de hipótesis y resultados, trazabilidad de las investigaciones científicas para poder someter sus resultados a juicio de la comunidad científica antes de ser aceptadas (siempre de forma provisional mientras no se demuestre lo contrario) por la comunidad científica,… Nada de esta esencia científica se permite en la actualidad en las temáticas que más pueden comprometer al sistema. Lo que el sistema nos dice que son resultados de expertos científicos ni es trazable ni científico, solo es impuesto mafiosamente por los «pseudocientíficos y pseudojueces homologados» al servicio de la consolidacíon y aceptación social de los genocidas, expoliadores, deshumanizadores yesclavizadores aberrantes dogmas globalistas.

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