Artículo de Alfonso de la Vega
“Cuando se vacía el corazón quedan los ritos”. La filosofía milenaria china explica un año más el sarao imitación de los Nobel por el que se entregan los Premios de la rubia hija del Rey de Jerusalén. Este año que es el último con minoría de edad de la otorgante también muestra su punto de imitación de los Oscar. La ceremonia como es tradicional tendrá lugar en el Teatro Campoamor de Oviedo y entregará el galardón a
Meryl Streep (Princesa de Asturias de las Artes 2023),
Actriz excelente pero, nadie es perfecto, una progre rematada, miembra postinera del siniestro tenderete satánico artístico mediático del Partido Demócrata.
Haruki Murakami (Premio de las Letras),
Curioso personaje que tenía un bar de jazz en Tokio que cerró para dedicarse a la literatura. Traductor de obras inglesas al japonés.
Eliud Kipchoge (Premio de los Deportes),
Es un deportista keniano que compite en atletismo, especialista en las carreras de fondo y en la maratón.
Peter Greenberg, Bonni L. Bassler y Jeffrey Gordon (Premio de investigación científica y técnica),
Científicos estudiosos de las bacterias y sus comunicaciones (las de las bacterias).
Marys Meals (Premio de la Concordia),
Antes conocida como «Scottish International Relief», es una organización benéfica registrada que establece programas de alimentación escolar en algunas de las comunidades más pobres del mundo, donde el hambre y la pobreza impiden que los niños obtengan una educación
Nuccio Ordine (Premio de la Comunicación y las Humanidades,)
Ya fallecido, es autor de un libro cuyo título resume a mi parecer los propios premios: «La utilidad de lo inútil».
Hélène Carrère d’Encausse (Premio de las Ciencias Sociales). También fallecida, historiadora, descendía de la antigua aristocracia georgiana, emigrada tras la revolución rusa.
Considerando los interesantes metamensajes que nos suele trasladar el evento, esta vez ninguno de los premiados posee un currículo tan escandaloso, siniestro, o despreciable, pero siempre útil como magia simpática para la Causa.
Lo de Meryl Streep, la más mediática de los hoy premiados, creo que merece más comentario. Formaría parte del habitual indisimulado vasallaje borbónico ditirámbico alabancioso al Imperio y el prostituido negocio cultural anglojudio. Sabemos que Hollywood está viviendo una de las peores crisis de su historia. Taladrado por la corrupción, por el vicio, por lo «woke», el feminismo sectario o el LGTBi, se trata de un imperio de influencia cultural y de costumbres normalmente nefastas, venido a menos por su promoción de ideologías detestables, con cada vez menor credibilidad, como los propios premios de la princesa española inglesa. La misma Streep es una progre millonaria que ha participado en una importante huelga de miles de actores que siguió a la de guionistas de Hollywood. Una presunta antisistema que en realidad es el sistema mismo. Un instrumento de estos tiempos de demagogia, confusión, disimulo y entropía crecientes.
Una de las razones de la huelga de actores es la amenaza de la Inteligencia Artificial que pueda reemplazarlos capturando y usando sus imágenes. No deja de ser curioso porque tal argumento también valdría para los Borbones que pudieran ser sustituidos con gran ventaja y economía por robots o imágenes de IA. Un buen robot «made in Japan» como el premiado Murakami presidiría desfiles sin cansarse y firmaría con filantrópica letra caligráfica todo lo que le echasen.
Sin embargo, no se ha dado, por ejemplo, a un Jim Caviezel, valiente y comprometido actor con la causa de la Humanidad, intérprete de una visión poco edulcorada del Jesús torturado bajo el judaísmo más cruel. O, ahora, de la extraordinaria Sounds of Freedom, un aldabonazo de conciencias sobre el drama de la pederastia al servicio del negocio y la plutocracia impunes.
Otra curiosidad de este año es el carácter tristemente fatal que han tenido sus premios para dos de los galardonados lamentablemente fallecidos antes de poder recibirlos. Ni Ordine, ni Carrère d’Encausse viven para contarlo.
Pero muchos sospechan que todo este ceremonial decadente no deja de ser un mero pretexto pues se trata de mostrar un «ahí estoy yo para lo que gusten mandar», mientras se lucen modelitos, se entretienen buscando a la reina emérita en lo más remoto del gallinero o se da carrete al cotilleo encubridor de la realidad.
Mientras unos y otras suben y bajan del escenario del teatro la ruina del reino progresa adecuadamente.
Premios tonta de Asturias más bien.