Lobo Estepario y un servidor nos acercamos ayer hasta una especie de performance satanista en el centro de Santander. Música tétrica y una puerta con unas grandes pantallas que representaban unas llamas infernales.
Lobo Estepario y Michael Boor constatamos el satanismo que subvenciona el Ayuntamiento de Santander
Cuando me interné para ver qué era todo eso, aunque lógicamente me figuraba que se trataba de otra astracanada del Ayuntamiento en este plan, vi que una trabajadora de la empresa de instalación estaba colocando lo que parecía un cadáver envuelto en plásticos. Surrealista. Todo un cementerio con tumbas, asesinados por el suelo y llamas del infierno.
Tampoco me pierdo nada porque eso es una mierda satanista
La chica que estaba colocando el cadáver, al verme, con muy malos modos me dijo que saliera inmediatamente de allí cuando no había nada en la puerta que me impidiera el paso y era un sitio público. Y le habló a voces a otra mujer que venía con un crío, también con escasa educación, sin darse cuenta de que nada nos impedía entrar allí ni había un cartel ni nada, sino que estaba la puerta abierta con las llamas infernales y nada más.
Cuando volví por allí con Lobo Estepario y otros amigos, hacia el final de la tarde, de nuevo nos volvieron a echar, porque estábamos mirando desde fuera de la valla lo que era aquello. Pero mejor de todo es que cuando volvemos por allí, ya de noche, y nos pusimos a hablar con unos chavales que estaban vigilando aquello, tampoco nos dejaron entrar y entonces Lobo se puso a echar uno de sus mítines sobre el nuevo orden mundial y el satanismo.
Tampoco me pierdo nada porque eso es una mierda satanista, les dijo a esos chicos, que le respondieron que tampoco se le había pedido opinión. La verdad es que fue bastante gracioso todo y al final los chicos estaban de buen plan con nosotros, sobre todo, cuando les dijimos que nosotros nos aburrimos por la noche y les contamos que vendríamos más tarde a darles un susto.
¿Nos estamos acostumbrando a cosas inaceptables que, además, se pagan con dinero público?
Currantes aparte, la verdad es que las cabezas pensantes que organizan estos aquelarres se lo deberían hacer mirar. ¿De verdad son estos valores normales para enseñarles a los niños desde pequeñitos? La cultura de la muerte y las llamas del infierno y todo eso. Precisamente en el día en que celebramos todos los Santos, es decir, la santidad de los que nos han precedido en la muerte y ya están camino de la resurrección si Dios quiere. Pero a los satanistas les gusta más acostumbrar a los niños a todo este ambiente macabro y cruel en el que están ellos, así nos va, con un ayuntamiento que se dedica a estas cosas mientras la Iglesia y tantas instituciones que deberían velar por la moral pública miran para otro lado. ¿Nos estamos acostumbrando a cosas inaceptables que, además, se pagan con dinero público?
Y la pregunta más inquietante: ¿en qué están pensando los padres de estas criaturas, los inocentes niños, cuyos ingenuos progenitores los llevan a semejantes fiestas de mal gusto?
Descubriendo los encantos de la Isla de Mouro y Santander con Lobo Estepario y Michael Boor
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De camino a la parada del bus esta mañana, a la hora en que numerosos padres llevan a sus hijos a un colegio cercano, todos los niños llevaban las caras decoradas tétricamente para pasárselo en grande celebrando algo que no entienden y que, cuando menos, es totalmente ajeno a nuestra historia y cultura. Los padres –sin excusa para ser igual de ignorantes– parecían muy satisfechos con sus obras de arte facial. Imagino que tan patética escena se ha multiplicado por el número de colegios en la ciudad. Tampoco ha faltado alguna persona adulta maquillada para la ocasión en el autobús, que daba tanta pena como ver gente joven con mascarilla. En fin, eso por no hablar de la asociación vecinal del barrio, que ya lleva varios años organizando actividades lúdicas para sumarse al esperpento satánico, como si sólo se tratara de entretener a las criaturas. Por otra parte, tan culpable como los padres es el profesorado que fomenta la faena. La fiesta en cuestión está muy asimilada e interiorizada ya en nuestra sociedad y el asunto no invita a ser optimistas sobre nuestro futuro.