sábado, julio 27, 2024
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¡No me ha tocado el Gordo!

No sé si a vosotros os ocurre los mismo, pero a mí no me ha tocado la Lotería de Navidad.

Eso de mezclar la natividad de “nuestro Dios” y el dinero es algo que siempre me dio resquemor y sospechas más que fundadas sobre la calaña de mis compañeros y coetáneos de especie animal. No sé… llamadme raro pero es que nunca pillé eso de que nos ofrezcan millones mientras nos quitan miles de millones. Porque yo sé sumar… y si sumas verás que lo que la gente gasta en lotería es infinitamente mayor que los premios que les dan (y ojo, que puede llegar el Fabra de turno para recomprarte el décimo). 

¿Por qué hacemos estas cosas?

Yo que soy un fundadísimo y reputado pesimista antropológico puedo decir que… ¿qué decir ante algo tan obvio?  Esa zanahoria delante del hocico del que no sabe que la tiene ni que tiene un hocico por boca. ¿De verdad luego muchos se rasgan las vestiduras por lo que “está pasando”? ¡Pero si no nos pasa ná de ná, comparado con lo que nos podría pasar!

Yo mismo he comprado lotería este año, por primera vez en mi vida. Y casi por segunda. El “casi” es por suerte de que no me dejaron comprar lotería. Mi padre me solía entregar / regalar un décimo que jamás toca ni la terminación. Una de esas veces, mi estupidez o dejadez perdió el jodido décimo cuando iba a entregárselo a mi hermana. La jugada siempre era 2 décimos (uno para cada uno, somos una y uno en esto de la hermandad), 1 para cada 1. El año ese que lo perdí, yo era el encargado de llevarle los millones a mi hermana. Pero… metí todos los millones en el bolsillo de atrás de mi pantalón vaquero y, claro… pues voló en el camino.  Yo portaba mi otro décimo en la cartera (donde hay que llevar esas cosas y en el bolsillo delantero) y al percatarme de que el otro había volado… pues le di el mío a mi hermana. 

Ahora empieza lo bueno de la historia.

Pensé en que si, por esa ínfima e irrisoria probabilidad, tocaran los millonacos ese año… a ver cómo cojones explicaba yo que mis millones habían volado de mi bolsillo postrero a Dios sabe dónde. Tuve que tomar una decisión de hombría total, de coger al morlaco por los cuernos de este cuento.  Llamé a un tlf. de Loterías del Estado para tratar de comprarme yo el puto décimo perdido. Y nada… no hubo manera. Estaban todos vendidos y no podía ni pagar por ese regalo envenenado que me hizo mi propio padre. 

Imaginaos mi situación: deseando que no tocara ese número. Digamos que tener (poden aquí el pastón que toca por un décimo de estos) es mejor que no tener nada… pero no tener el doble es algo que hubiera causado alguna que otra fractura craneal en y ya fracturado cráneo. Imaginaos… desear que no toque algo bueno por todo lo malo que pasaría al tocar. 

Reconozco que si de mí hubiera dependido, ese número perdido pero retenido por mi hermana y mi padre y muchos familiares hubiera desaparecido del bombo (y no el del cretino de Manolo, precisamente). Si llega a tocar “me matan”, fijo. Pero en mi déficit vital siempre quedará el absurdo que busqué comprar el décimo como fuera, y no pude. ¡Yo comprando lotería!

Pues llueve sobre mojado y que cada palo aguante su vela.

Hace unas semanas me dio por ahí de participar en una rifa de bar, de esas de que si apuestas por 2 cifras que luego coinciden con las 2 últimas del gordo navideño, pues te llevas una cesta con vituallas dentro. Obviamente los 3,50 pavos que vale participar no justifican los escasos 50 euros que vale lo que hay en la cesta… pero todos cometemos errores. En mi caso el error se tornó en horror, pues el camarero me dijo que, curiosamente, los 2 números que elegí eran los mismos que el décimo que vendía el bar. 

Vamos a ver si entendéis la magnitud de mi drama: 

Los de este tipo de rifas dejamos (de media y si todo se vende, que se suele vender) 350 pavos a un bote del cual nos llevaremos 50 (o tal vez algo más) de cesta. O sea… el negocio está bien montado y multiplicad esto por decenas de miles en la Lotería de verdad. O sea… decenas de miles, sobre 350 euros son muuuuuuuchos dineros… Pero todos hacemos lo mismo y nos regocijamos en ello, oye.  Imaginaos si el premio obeso cae en este bar y yo me quedo con una cesta de 50 euros pudiendo tener toda la pasta que a todos los que no soy yo les ha tocado en ese mismo lugar. Yo el tono de la cesta y el resto sin cesta pero con muuuuuuchos euricos por el mismo número.

La cosa es que, por supuesto, ni atisbo de premio me ha llegado, pero ya he perdido 23´50 pavos… y la vida va, tal cual. ¡Y 20 se los ha quedado el Estado al cual digo combatir! Yo mismo estoy financiando a la Bestia. ¿Tú la financias? Es imposible no hacerlo, de una manera u otra. Lo tienen perfectamente montado.

EsDiestro
Es Diestro. Opinión en Libertad
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