Ha muerto uno de los grandes papas de la Iglesia Católica y un gran pensador y teólogo. Nos ha dejado, para ir a la casa del Padre, un genio que este siglo se le quedaba pequeño y que ha de formar parte del elenco de los doctores de la Iglesia.
Entre todos los artículos que se han publicado después de su muerte, ninguno se ha referido a que este hombre irrepetible, emprendió dos cruzadas contra los dos principales enemigos de Occidente: El Islam y el relativismo.
La demostración teológica de la irracionalidad del Islám, fue uno de los hitos del inicio del papado de Benedicto XVI, que quedo marcado por la visita que realizó a su Baviera natal, el 12 de septiembre 2006, y concretamente, por el discurso pronunciado en la Universidad de Ratisbona, de la que fue catedrático. Ese discurso y la altura intelectual del mismo, nublo cualquier crítica que pudieran hacerle los eruditos del buenismo y socavó los cimientos del Islam. Nuestro gran papa, condenó en ese discurso la irracionalidad de la difusión de la fe, mediante la violencia, es decir, destruyo uno de los fundamentos o “mandamientos” del Islam, que es la “yijad’ o guerra santa.
Este genial discurso, se basó en un diálogo entre el emperador bizantino Manuel II Paleólogo (1350-1425) y un persa, conversación que fue recogida en la obra publicada en los años 60 ‘Conversaciones con un musulmán, Séptimo coloquio‘, del teólogo alemán de origen libanés Theodore Khoury.
Voy a extractar alguno fragmentos del discurso que más controversia han despertado entre los teólogos musulmanes:
“Muéstrame también lo que Mahoma ha traído de nuevo y encontrarás solamente cosas malas e inhumanas, como su disposición a difundir por medio de la espada la fe que predicaba”
El emperador explica así minuciosamente las razones por las cuales la difusión de la fe mediante la violencia es algo irracional. La violencia está en contraste con la naturaleza de Dios y la naturaleza del alma. ‘Dios no goza con la sangre; no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios. La fe es fruto del alma, no del cuerpo. Por lo tanto, quien quiere llevar a otra persona a la fe necesita la capacidad de hablar bien y de razonar correctamente, y no recurrir a la violencia ni a las amenazas… Para convencer a un alma razonable no hay que recurrir a los músculos ni a instrumentos para golpear ni de ningún otro medio con el que se pueda amenazar a una persona de muerte…’”
(…)
“La afirmación decisiva en esta argumentación contra la conversión mediante la violencia es: no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios. El editor Theodore Khoury, comenta que para el emperador, como buen bizantino educado en la filosofía griega, esta afirmación es evidente. Para la doctrina musulmana, en cambio, Dios es absolutamente trascendente”
“Mi intención no es el reduccionismo o la crítica negativa, sino ampliar nuestro concepto de razón y su aplicación (…) Sólo lo lograremos si la razón y la fe avanzan juntas de un modo nuevo, si superamos la limitación impuesta por la razón misma a lo que es empíricamente verificable, y si una vez más generamos nuevos horizontes (…) Sólo así podemos lograr ese diálogo genuino de culturas y religiones que necesitamos con urgencia hoy.
Todo se resume a que Ibn Hazm llega a decir que Dios no está vinculado ni siquiera a su propia palabra y que nada le obligaría a revelarnos la verdad. Si él quisiera, el hombre debería practicar incluso la idolatría. A esto contestó Benedicto XVI en el propio discurso “La convicción de que actuar contra la razón está en contradicción con la naturaleza de Dios ¿Es solamente un pensamiento griego o vale siempre y por si mismo? … En este punto se manifiesta la profunda consonancia entre los griego en su mejor sentido y lo que es fe en Dios según la Biblia”.
El otro enemigo de la Cristiandad, el relativismo, quedó retratado en la encíclica Evangelii Gaudium, donde Benedicto XVI nos alerta sobre “un progresivo aumento del relativismo, que ocasiona una desorientación generalizada”. El papa Benedicto, explica en la encíclica, en qué consiste el relativismo práctico: “Este relativismo práctico es actuar como si Dios no existiera, decidir como si los pobres no existieran, soñar como si los demás no existieran, trabajar como si quienes no recibieron el anuncio no existieran”.
Para el papa Benedicto, el relativismo nos lleva inexorablemente a “La adoración del antiguo becerro de oro ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano”.
“Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja sólo como medida última al propio yo y sus apetencias”.
Para Benedicto, el relativismo abandona la posibilidad del diálogo para alcanzar una verdad común sobre la que construir la convivencia humana, el desarrollo como personas y como sociedad, e introduce una dictadura, la del propio yo y sus apetencias.
Contra el relativismo, en la citada encíclica, el papa Benedicto propone dos soluciones: Hacer infinitos los límites de la razón y practicar la caridad.
Cáritas in veritate, otra encíclica de carácter social escrita por Benedicto XVI, entronca directamente con Evangelii Gaudium, en su lucha contra el relativismo.
En ella, el servir a los demás y no quitar la mirada de su sufrimiento y de la miseria de los hombres, es el arma principal contra el relativismo. Para el papa sabio, El relativismo mira para otro lado, se mira en el espejo de la propia vanidad de uno mismo como individuo y de sus propios intereses, olvidando al prójimo y a sus necesidades.
El relativismo es la crisis de la verdad porque se considera que el ser humano no es capaz de conocer la verdad y aparta a Cristo y a sus palabras sobre “la verdad los hará libres” y se percibe a la verdad del evangelio, como un techo que limita las ambiciones del hombre contemporáneo.
El papa Benedicto nos enseña que sobre la verdad se despliega toda la creatividad social e individual y sobre el relativismo, la miseria humana. Tenemos que descubrir la verdad de la dignidad humana, de cada hombre único e irrepetible. Sin la verdad, los hombres instrumentalizarán a sus semejantes para sus propios fines, y el hombre será utilizado por otros hombres, en lugar de ser respetado.
Ratzinger son indica, que para luchar contra el relativismo, hemos de participar como católicos en la vida política: “Si el cristiano debe ‘reconocer la legítima pluralidad de opiniones temporales’, también está llamado a disentir de una concepción del pluralismo en clave de relativismo moral, nociva para la misma vida democrática, pues ésta tiene necesidad de fundamentos verdaderos y sólidos, esto es, de principios éticos que, por su naturaleza y papel fundacional de la vida social, no son “negociables”.
Estos valores no negociable, para el papa Benedicto XVI, son los siguientes: la defensa de la vida y el respeto del embrión humano, la tutela y promoción de la familia, la libertad de los padres en la educación de sus hijos, la tutela social de los menores y la liberación de las víctimas de las nuevas formas de esclavitud, la libertad religiosa, el desarrollo de una economía que esté al servicio de la persona y del bien común, el respeto de la justicia social, del principio de solidaridad humana y de subsidiaridad, y la promoción de la paz, como obra de la justicia y efecto de la caridad.
Ya, muerto el papa, hoy podemos resumir su mensaje a los cristianos, en lo dicho por él mismo en el ya lejano año 1968. La cita suena a profecía sobre el futuro de la Iglesia: “Tendremos sacerdotes reducidos al papel de trabajadores sociales y el mensaje de fe reducido a una visión política. Todo parecerá perdido, pero en la fase más dramática de la crisis, la Iglesia renacerá. Será más pequeña, casi catacumba, pero más santa”.