Dice el refrán que «un clavo saca a otro clavo» y, en el mundo en el que vivimos, no hay nada mejor para desactivar algo que mantener a ese «algo» ocupado en cosas distintas y en peligros, supuestamente, mayores.
Con lo que está sucediendo en Europa, con una inmigración masiva y prácticamente descontrolada, cualquiera podría llegar a pensar que ese es un hecho que se debe a la inutilidad de los políticos de turno y a su impostado buenismo.
Esto es algo que, cada vez está más claro, no es así y lo que está sucediendo en Francia es buena muestra de ello. Piensen en la mentalidad generalizada en Europa, cuanta más inseguridad sintamos, más aplaudiremos las imposiciones de medidas restrictivas y dictatoriales que, en teoría, favorezcan esa seguridad perdida artificialmente.
¿Y qué mejor forma que conseguir esa seguridad importándola? Y si, además, lo hacemos desde países cuya población esté acostumbrada al sometimiento al poder, con un nivel cultural bajo, con unas necesidades acuciantes y con poco que perder, miel sobre hojuelas.
A medida que avanzan las horas comenzamos a pensar que lo de Francia es una falsa bandera de libro. ¿Eso quiere decir que la muerte inicial del chico de 17 años sea falsa? Probablemente no, pero también es cierto que, tras ver el comportamiento de la madre, pueda ser probable que sí lo sea.
Al suceder un hecho como el que ha sucedido, el caldo de cultivo ya está preparado. Apelando al racismo, la población inmigrante que, recordemos, viene de países con graves problemas, con poco que perder y que, muy probablemente, estén en Francia de forma ilegal y sin oficio ni beneficio, salta.
¿Y contra quién salta? ¿Contra Macron? ¿Contra los políticos y responsables públicos? No, salta contra la policía, contra la población y contra todo lo que se le ponga por delante. A partir de ese momento, la población francesa comienza a sentirse insegura y aplaude todas las medidas represivas que imponga el estado. Sobre todo, las que vengan de los agentes policiales.
¿Y cómo estaba Francia hace tan solo unas semanas? Con los franceses en la calle reclamando sus derechos con el asunto de las jubilaciones. Y, además, con unos franceses muy enfadados que estaban teniendo enfrentamientos con esos policías a los que ahora, seguramente, aplaudan.
Da la sensación, desde fuera, que todo esto ha llegado en el momento oportuno para el gobierno francés. Curioso, ¿verdad?
Ahora todo apunta a que todos están siendo utilizados porque, casualmente, también han aparecido los famosos «antifa» para agravarlo todo, muy probablemente, provocando una indignación mayor de los inmigrantes que protestan.
¿A quién deja todo esto en una posición más cómoda, en estos momentos? A Macron. Esto huele a chamusquina y si se da en otros países, será la mejor forma de desactivar las protestas que, con motivo de la Agenda 2030, se están empezando a producir.
El Plan Kalergi está en marcha digan lo que digan al igual que la destrucción de Europa y de manera especial la de España, de ahí que nos hayan colocado en el gobierno y en la oposición las peores alimañas, todo forma parte de la estrategia de las élites para conseguir los objetivos y por desgracia los van a conseguir, ojalá me equivoque pero a las masas ya no le quedan neuronas en el cerebro y le da igual todo lo que le hagan, si le dicen que se bajen los pantalones, se los bajan, es muy triste pero es la cruel realidad, la destrucción de occidente va viento en popa a toda vela y no queda mucho que hacer.
Todo está orquestado por esos desgraciados que dicen ser el pueblo elegido y se hacen llamar los amos del mundo, todo está planificado desde hace muchos años, esos mismos que dicen haber sufrido un holocausto hoy están llevando a cabo el mayor genocidio contra la humanidad, se creen dioses y están cambiando a los seres humanos añadiendo una tercera hebra al ADN con esas inyecciones a las que llaman vacunas, nunca hubo ningún virus ni de murciélago, pangolín, ni de laboratorio, el cuento chino salió de un laboratorio pero de ingeniería social y fue propagado por todos los medios de comunicación de BlackRock que además fueron subvencionados por los gobiernos para que echaran las 24 horas del día aterrorizando a la gente y les funcionó de maravilla.
Se trata de una doble psy-op para comprobar si Francia y por extensión Europa ya está a punto de caramelo para la guerra de guerrillas final. Guerra que se presentará como «racial», «ideológica» e incluso religiosa, pero que es otra cosa, muy larga y enrevesada pero fácil de explicar en realidad.
Un país que no reacciona ante un supuesto apuñalamiento de sus niños pequeños en un parque, que es la prueba máxima que cualquier sociedad e incluso los animales ponen como límite, pero que sí arde hasta los cimientos por el supuesto disparo a un delincuente, es un país declarable en muerte clínica.
Nótese que ambas películas se han emitido con poca distancia en el tiempo, precisamente para comprobar efectivamente si ya está el terreno completamente preparado para el sometimiento y exterminio de los autóctonos.
Ah, que nadie espere un milagro uniformado de última hora. La policía de todos los países occidentales está bajo programación mental extrema, viene de muy lejos y es un proceso ya consumado, y el grueso de los ejércitos son funcionarios inservibles salvo para cumplir órdenes fáciles (por ejemplo aplastar a los civiles patrios para que no protesten durante el proceso de exterminio y «sustitución», ese asqueroso y cínico eufemismo que los propios supuestos «despiertos» son los que más usan).