Hace unos años, al periodismo se le llamaba «el cuarto poder». En el caso de España, en la época de Felipe González, por ejemplo, nos encontrábamos con medios que, a pesar de que cada uno tuviera sus opiniones personales sobre ellos, se convirtieron en un auténtico dolor de cabeza para el poder: se trataba de Antena 3 de Radio y el Diario El Mundo.
La vigilancia que estos medios ejercían sobre Felipe González y la denuncia de todos los casos de corrupción, casi uno a diario, provocaron que González, sin disimulo alguno, acabara con Antena 3 poniéndola en manos de PRISA, su principal competidor y muy favorable al gobierno debido a las prebendas que recibía. Aquello se llamó el «antenicidio».
Y parece que la cosa gustó a los dirigentes políticos puesto que, a partir de entonces, todos y cada uno de los presidentes de gobierno que hemos sufrido, de un color o de otro, han convertido el control de los medios en prioritario, hasta la llegada de Pedro Sánchez que ha convertido la cosa en todavía más descarada y les riega con una indecente cantidad del dinero que se saquea a todos los españoles.
Por eso ahora estamos como estamos. La mayoría de los medios son pro-gobierno y otros disimulan que no lo son, para que exista una irreal alternativa de información en este teatro. Pero la realidad es que, cuando el gobierno les necesita, como durante la farsemia, ni uno solo se salió del guión marcado.
Ahora nos tienen que vender muchas cosas para proteger a su benefactor Sánchez. Nos tienen que vender, por ejemplo, la pobreza que muchos españoles están sufriendo, debido a la locura de precios en la que vivimos, los bajos sueldos y el ya habitual paro.
Por eso, los medios nos presentan la pobreza como algo romántico, como algo entrañable, como volver a viejos tiempos de supuesta solidaridad, pero en los que imperaba la necesidad. Por eso, en La SER se nos vende la pobreza de esta forma.