Si tenemos en cuenta que todos los políticos mienten y lo hacen siempre, debemos empezar a darnos cuenta que cuando públicamente nos cuentan una cosa, lo que se oculta detrás es otra bien distinta.
Estamos a vueltas con las negociaciones de Sánchez con el separatismo catalán y vasco para seguir siendo presidente del gobierno y, mientras por parte del separatismo catalán se le cuenta a sus fieles una cosa, la realidad podría ser bien distinta.
Y es que está muy bien el romanticismo, está muy bien su añorada república independiente y la maravillosa vida que tendrían si la tuvieran, pero por detrás el asunto es mucho más simple puesto que se trata de dinero en una comunidad cuyos ciudadanos están siendo saqueados, gracias a la inutilidad y la corrupción de muchos de sus gobernantes.
El problema es que, de no evitarlo el vendido de Sánchez, los vencimientos de la deuda acechan a las cuentas catalanas, que deberán asumir el desembolso de 31.868 millones de euros entre el 2024 y el 2028 -cuando se encarezcan un 13%- a no ser que los de Pere Aragonés logren que el candidato socialista a la presidencia del Gobierno condone parte los más de 73.000 millones que Cataluña debe a través del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA). A esto hay que añadir el coste derivado de los intereses de la deuda, que en 2026 crecerán un 104%, hasta alcanzar los 2.412 millones de euros.
O lo que es lo mismo, que todos los españoles asumamos la falta de responsabilidad de unos gobernantes acostumbrados a derrochar, e incluso meterse en sus propios bolsillos, lo que no es suyo, lo que es de todos los españoles. Y es que mantener a Puigdemont o abrir embajadas, por poner solo dos ejemplos, es demasiado caro y ahora quieren que esa locura la paguemos todos.
Y estén seguros de algo, con Sánchez al aparato, esto va a ser así. Nos hablan de negociaciones, porque al resto de España también nos tienen que vender la moto, pero el asunto se va a quedar en una batería de exigencias que el sátrapa de la Moncloa va a conceder porque lo único que le importa es permanecer en la Moncloa, todo lo demás le da igual.