Por Alfonso de la Vega
Desde hace unas semanas Trucho Fernández el cardenal pornógrafo argentino encaramado al poder vaticano por su compadre Bergoglio ha puesto de moda la polémica sobre María corredentora. El autor de Sáname con tu boca. El arte de besar ha vuelto a montar un lío con su Mater populi fidelis, es de suponer que autorizada por el propio Preboste. Y con gran disgusto de muchos fieles, sobre todo los amantes de la tradición.
Por ejemplo, el obispo Schneider, advierte que podría implicar una desautorización total de títulos venerados por siglos, la intuición de fe del pueblo cristiano, que durante generaciones ha venerado a la Virgen como Corredentora y Mediadora. Cita ejemplos desde san Efrén el Sirio, quien la llamó “Mediadora de todo el mundo”, hasta san Bernardo, san Bernardino de Siena y Newman, quienes defendieron la cooperación mariana en la obra redentora. El término ”Corredentora”, explica Schneider, significa una cooperación subordinada y dependiente, nunca igualitaria con Cristo. Su uso es legítimo siempre que se conserve la primacía del único Redentor .y advierte que eliminar del lenguaje eclesial estos títulos empobrece la comprensión del misterio de la Redención y desfigura el vínculo profundo entre Cristo y su Madre. La devoción a María no restaría nada a Cristo, sino que revela su obra salvadora con mayor claridad “María unida por un vínculo indisoluble a su Hijo y, por tanto, Madre de todos los redimidos”, concluye, recordando las palabras del Concilio Vaticano II en Lumen Gentium. El papa León XIII llamaba a la Virgen “cooperadora en la obra de la redención y dispensadora de las gracias que de ella fluyen.”
No soy teólogo de modo que como le decía Cervantes “no te metas en tologías”. Ahora bien, cabe preguntarse las razones y oportunidad de sacar este texto polémico en este momento, cuando el papado de León XIV se nos muestra tibio, titubeante, incierto y sujeto a muchas especulaciones acerca de cuáles van a ser sus derroteros.
Sin embargo, más allá de las palabras exactas e incluso del propio Catolicismo conviene reflexionar sobre el papel del arquetipo femenino en la Historia de las religiones y en la propia psicología humana. No solo en el Cristianismo, en otras importantes confesiones religiosas de la Humanidad como el Budismo Mahayana también existen seres espirituales protectores o mediadores como María.
Existe una dicotomía entre la evolución espiritual propia de cada alma individual en función de sus propios méritos y esfuerzos, o bien por la esperanza puesta en un Salvador, o Mesias, o Boddhisattva, Señor o Buda de la Compasión, capaz de rescatar al devoto del marasmo en que se encuentre. En efecto, la vía de la devoción a una figura salvífica o benefactora exterior, Jesús, la Virgen, Avalokitesvara, Kuan Yin, frente al trabajo sobre la propia alma inspirado en un método de evolución espiritual. Es hermosamente reveladora la concepción dentro de la iconología budista tradicional de que la figura de Gautama Buda se va feminizando a medida que avanza en su evolución espiritual. La figura de Kuan Yin bien pudiera confundirse con la iconología de María.
La doctrina más escueta, racionalista y experimental de los orígenes del budismo se fue diluyendo o modificando en ocasiones cuando asimilaba creencias locales. De modo que hubo un proceso histórico de adaptación y asimilación. Más que intentar desalojar espíritus y demonios de la imaginación de los hombres, se entretejieron hábilmente las creencias populares en las enseñanzas, surgiendo así un complejo pero acertado y eficaz sistema de metáforas que permitía que tanto el racionalista como el mero devoto interpretaran la doctrina cada uno a su manera. Para los racionalistas era una filosofía positivista y a la vez un código moral basado en el autodominio, la bondad y la clarividencia. Para los devotos era una fidelidad, un sentido emocional de pertenencia, una fe o devoción. De tal manera que de aristocrático, en el genuino sentido del mérito y la Virtud pero no del linaje, sin necesidad de un clero o casta sacerdotal porque su ámbito era cada individuo, se fue trasformando en popular, con un creciente papel de un clero intermediario. Lo que daría lugar a panteones más o menos barrocos, teologías complejas y devociones inspiradas o gestionadas por ese clero. La dicotomía entre el Hinayana y su visión del arhat o el Mahayana de teología más complicada, incluso barroca y su concepción devocional hacia figuras salvadoras. Así cuando la persona noble a la que no le queda nada que aprender, liberada de las pasiones en vida, a su muerte consigue el nirvana y el cese de su sufrimiento. Se convierte en un arhat, liberado de las causas del renacimiento, que se libera individualmente del samsara.
Vemos que en otras importantes confesiones religiosas de la Humanidad también existen seres espirituales protectores como María, en el Cristianismo. En esta etapa tan llena de zozobras y calamidades, ante nuestra impotencia y la de tantas instituciones que debieran combatir estos horrores, haría falta la contundente intervención de un San Miguel Arcángel o de un Acala Vidyraja, el de la espada y el lazo al servicio del Bien en lucha contra el Mal. O de Hshitigarbha, en japonés Jizo, el protector de la infancia y las criaturas indefensas o desvalidas. El que prolonga la vida y es invocado en las catástrofes. O el que ayuda a los niños muertos, a los nacidos sin vida o a los abortados. Añoramos la contundente intervención de esos protectores o del propio arquetipo femenino de amor y compasión.

El arquetipo femenino como mediador y protección tiene un profundo componente psicológico. El doctor Jung en su obra Psicología y Religión sostiene que, “sea cual sea su realidad metafísica, el arquetipo de Dios está en la conciencia” y afirma que “Dios no tiene éxito en una Humanidad psíquicamente desnutrida”, lo que explicaría muchos de los males del abominable proceso WOKE que nos quieren satánicamente imponer mediante el cual se degrada la condición femenina. Este aspecto es sumamente importante y por su carácter tremendo se encuentra en el origen de muchos de nuestros males presentes. También nos previene contra las pestes psíquicas que asolan el mundo y nos ofrece un antídoto o fundamental arma espiritual de defensa, lo que llama “proceso de individuación” o de realización humana mediante integración de los opuestos, que además de hacer plena su vida evita al hombre ser víctima de la barbarie.

Pero, ¿Qué hacer? ¿Qué es más elevado para el Espíritu? ¿La búsqueda espiritual individual, el esfuerzo por desarrollar el Ser o la vía devocional de la espera del Boddhisattva? Ambas visiones no son incompatibles. Pero es más difícil intentar llegar a ser un arhat, liberado de las causas del renacimiento, alguien que se libera del samsara individualmente con su esfuerzo y aplicación a través del drama o camino explicado por Buda, que simplemente esperar ser salvado por un Boddhisattva. En todo caso, el papel del arquetipo femenino es fundamental. Pero, por lo que vemos, la Iglesia Católica actual se encuentra en liquidación en su afán de parecer WOKE y no querer molestar. El marxismo grouchiano del “Si no te gustan mis principios, no importa tengo otros”.
Esta cuestión espiritual, psicológica o en el plano de la conciencia tiene su trasunto en el plano sociológico y económico. Así, bajando a un plano más profano y prosaico, de liberalismo a la española e iniciativa privada o colectivismo socialista, el dilema personal e histórico se plantea entre el más difícil y gratificante intentar prosperar por el propio mérito y esfuerzo dentro de un campo de fuerzas espirituales positivas, o por el contrario esperar lo material, la subvención, prebenda o paguita salvadora otorgada con dinero ajeno por un falsario «boddhisattva» político. Menos esfuerzo aunque también, en este caso, con probables futuras consecuencias esclavizantes y estupefacientes, propias de una civilización arruinada.

