En un rincón remoto de Edgewood, Columbia Británica, un corral que hasta el miércoles albergaba a 300 avestruces vivas y aparentemente sanas amaneció el viernes cubierto de lonas negras, ocultando los cuerpos inertes de las aves. Lo que un día antes era un rebaño de aves exóticas –criadas para huevos, carne y potencial investigación– se convirtió en una escena de horror tras una matanza ejecutada por agentes federales en trajes de hazmat. Esta no es solo una tragedia animal; es el epítome de una supuesta «emergencia sanitaria» que huele a montaje, una «gripe aviar» fabricada para perpetuar la dependencia alimentaria global y aplastar cualquier atisbo de autosuficiencia. Universal Ostrich Farms, envuelta en una batalla legal de casi un año contra la Agencia Canadiense de Inspección de Alimentos (CFIA), vio cómo su rebaño era aniquilado el jueves 6 de noviembre, apenas horas después de que la Corte Suprema de Canadá desestimara su apelación final. ¿Coincidencia? O el sistema demostrando, una vez más, que el control total de la cadena alimentaria es su prioridad absoluta.
Todo comenzó en diciembre de 2024, cuando un rebaño de unos 400 avestruces en Universal Ostrich Farms –una granja familiar dedicada desde los años 90 a la cría de estas aves para fines comerciales y científicos– empezó a mostrar signos de enfermedad respiratoria. Según la CFIA, 69 aves jóvenes murieron en semanas, y pruebas de laboratorio en dos cadáveres confirmaron la presencia del supuesto virus de la gripe aviar. La agencia, alineada con protocolos de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), emitió una «Notificación de Disposición» el 31 de diciembre: sacrificar todo el rebaño para evitar la propagación a la industria avícola, valorada en 7.000 millones de dólares en Canadá.
Los dueños –Karen Espersen, Dave Bilinski y Katie Pasitney– denunciaron desde el principio que el brote fue traído por patos silvestres que aterrizaron en el corral abierto, un entorno natural lejos de las jaulas industriales que fomentan pandemias virales. Argumentaron que las aves sobrevivientes, más de 300, habían desarrollado «inmunidad de rebaño» tras más de 250 días sin síntomas, y que sus huevos contenían anticuerpos IgY con potencial para neutralizar no solo la gripe aviar, sino incluso el COVID-19, en colaboración con científicos japoneses de la Universidad de Kioto.
«Estas aves no son un riesgo; son una mina de oro científica», clamó Pasitney en un video viral que acumuló millones de vistas en X. Pero la CFIA no cedió. Invocando su política de «estampado» –matar todo el rebaño ante un solo caso confirmado–, ignoró evidencias de inmunidad y rechazó exenciones para investigación. La granja, ya en apuros financieros con deudas pendientes, se convirtió en un campo de batalla: cuarentenas impuestas, arrestos a los dueños por «obstrucción» al intentar alimentar a las aves, y hasta amenazas de violencia contra funcionarios. En septiembre, la agencia tomó control físico del corral, erigiendo barricadas de heno para ocultar lo inevitable.
La resistencia legal fue épica. En abril de 2025, un tribunal federal otorgó una inyección temporal contra el sacrificio, cuestionando si la orden era «razonable» bajo el estándar establecido por la Corte Suprema en casos previos. La granja apeló ante la Corte Federal y de Apelaciones, argumentando que el H5N1 en avestruces –especie no clasificada como «volatil» industrial– no justificaba un genocidio masivo, y que el virus representaba bajo riesgo para humanos o la fauna silvestre.
El caso trascendió fronteras. En mayo, Robert F. Kennedy Jr., secretario de Salud de EE.UU. y crítico acérrimo de la OMS, intervino directamente: se reunió con funcionarios canadienses y envió una carta proponiendo un estudio conjunto sobre la inmunidad natural de las aves, advirtiendo que el sacrificio destruiría «un recurso invaluable para curas contra la gripe». Incluso el Dr. Mehmet Oz ofreció reubicar el rebaño en su rancho en Florida. Figuras como Tamara Lich, líder de las protestas camioneras de 2022, y Elon Musk fueron invocados en vano.
Sin embargo, el 6 de noviembre, la Corte Suprema desestimó la apelación final de manera unánime, allanando el camino para la matanza. Esa noche, bajo la oscuridad, agentes armados con rifles ejecutaron el sacrificio: tiros resonaron en el corral, y al amanecer, las lonas cubrieron los cuerpos. La CFIA confirmó el viernes que usaron «tiradores profesionales» en un «entorno controlado» para minimizar sufrimiento, pero videos filtrados muestran caos: aves heridas, protestantes llorando insultos a los agentes. Más de 60 manifestantes se reunieron esa mañana, pero fue en vano.

El mundo no se quedó callado. En X, posts de cuentas como @RT_com y @VigilantFox denunciaron la «masacre gráfica» como prueba de un «plan global para erradicar la agricultura pequeña», con videos del corral ensangrentado acumulando 126.000 vistas en horas. Rebel News, medio canadiense crítico del gobierno, exigió «justicia».
🚨@ChrisDacey alleges RCMP ‘drone harassment’ at ostrich farm@EzraLevant reported Saturday from the Edgewood, B.C., ostrich farm where 300 healthy birds were massacred, commending citizen journalist Chris Dacey’s critical on-the-street reporting.
Independent Press Gallery… pic.twitter.com/3UIFzHJKz4
— Rebel News (@RebelNewsOnline) November 10, 2025
Expertos como Scott Weese, de la Universidad de Ontario, defendieron la medida como «estándar internacional» para proteger el comercio avícola, citando obligaciones con socios como EE.UU. Pero críticos, incluyendo la Coalición Animal Justice, lo tildaron de «crueldad legal», señalando que la gripe aviar prospera en granjas industriales hacinadas, no en corrales abiertos como este.
Al final, esta matanza no es sobre salud pública; es una farsa pandémica orquestada para someternos. La «gripe aviar» –con sus pruebas PCR dudosas y políticas de «cero tolerancia»– sigue el guion del COVID: exagerar un riesgo mínimo para justificar intervenciones draconianas. Sacrificando avestruces inmunes, el sistema elimina modelos de autosuficiencia: granjas familiares que producen huevos terapéuticos, carne local y genética valiosa, amenazando el monopolio de Big Pharma y la agroindustria.
Es el «One Health» de la OMS en acción: unir salud animal, humana y ambiental para centralizar el control, separándonos de la naturaleza y condenándonos a cadenas de suministro globales frágiles.
Los dueños de Universal Ostrich lo sabían; por eso pelearon. Pero el sistema ganó, recordándonos que la verdadera pandemia es la de la obediencia ciega. ¿Cuántas granjas más caerán antes de que despertemos? En Edgewood, las lonas cubren no solo cuerpos, sino un futuro robado.

