Por Alfonso de la Vega
En el reino de España existe un cierto temor atávico a los libros y eso que ya apenas se lee. En ciertas instancias por ejemplo causa pavor lo que pudiera revelar en enero que viene el ex presidiario marido de la infanta Cristina, o el recién separado cuñado de Su Majestad, dicen que ansioso por hacer caja. O el mismo escondido Emérito en su temido libro de memorias reivindicativas de su buen hacer, redactado y puesto en limpio por la hija de Debray. Sin embargo, al parecer se ha desactivado la amenaza peligrosísima del anunciado de uno de los más conocidos presuntos amantes de la consorte de Su Majestad. Pero si los libros los carga el diablo sus promociones editoriales en los media pueden apretar el gatillo en el momento más inoportuno.

Como los antiguos indigestos cronicones con peripecias más o menos fingidas varios próceres de la PP quieren dejar hora y a toro pasado su esquinada versión de las cosas. El cobarde héroe del Piolín y la moción de censura o el fiero Marte de la invasión de Irak escondido tras el funesto 11 M acaso puedan explicarnos porqué desperdiciaron sendas mayorías absolutas que el desavisado y confundido pueblo español les había otorgado para poner fin a los atropellos y desmanes socialistas.
Pero cinismo que no falte. El galleguista Mariano calzas lilas nos va ilustrar con un panfleto de pintoresco o paradójico título: El arte de gobernar. Quizás ponga su propia peripecia en la Moncloa como ejemplo de lo que nunca se debe hacer ni en moral ni en política. Y por su parte el soberbio Aznar con un manual de autoayuda titulado quizás harto pomposamente Orden y Libertad ¡Toma ya!

Uno de los méritos indiscutibles que es justo reconocer al PP es su capacidad de impostura para camuflarse como lo que no es: ni derecha, ni conservadora, ni liberal, ni menos católica. Y ocultar lo que hace: socialismo aguado o más o menos disimulado. Ardid que pese a estar ya muy visto y desgastado aún le sirve entre los más desavisados.
En realidad el PP apoya el socialismo liberticida camuflado de la Agenda 2030, el patriotismo constitucional a falta del verdadero con la nación española, nuestra inferioridad ante la anglosfera, el ninguneo de la cultura española y del español, las imposiciones lingüísticas locales, las taifas destructivas, el reparto de los jueces, el elogio y mantenimiento del corrupto régimen del 78, la destrucción el suelo fértil y del sector agrario, la pobreza energética, el aborto, la desprotección de la familia, las invasiones, las subidas de impuestos, la protección del Islam pero no de la Cruz de Cuelgamuros, el rollo anticonstitucional de género o cualquier otra más o menos aberrante imposición de la moda woke. Pero tanto va el cántaro a la fuente que el día más inoportuno puede romperse. Igual que el famoso encantamiento de la sin par doña Dulcinea mostrando su auténtica condición de aldeana con olor a ajos y rara habilidad para salar puercos. Y quizás estaría llegando ese momento.
Desde luego no parece que resulten demasiado oportunas estas apariciones fantasmales como de la Huestia o Santa Compaña ululando alrededor de otro galleguista prócer, al que cada vez le llega menos la camisa al cuerpo ante el auge creciente de su auténtico y temido adversario de una derecha menos presunta.
Entre las descripciones o interpretaciones personales relativas a la Santa Compaña, que poseen diferentes variantes, podemos recordar la de Claudio Cuviero escrita a finales del XIX y basada en sus recuerdos de la niñez:
“Hay una hora en la noche, la más triste y fatídica; en ella los espíritus, fantasmas y visiones dejan sus ocultas moradas y vienen a este mundo a expiar sus culpas, bañando de terror las mentes de los sencillos labradores. Esta hora está entre las nueve y las diez. De aquí el adagio gallego que tan bien observan los hijos del país.
Entre las nueve y las diez
Deja la noche para quien es
Y, en efecto, poco después de las nueve, empiezan a distinguirse en lontananza multitud de luces que, pausada y majestuosamente, caminan sin rumbo ni dirección fija. Apenas estas luces se divisan en la aldea, cuando un pánico terror se apodera de todos los vecinos; ciérranse las ventanas, atráncase las puertas, cada uno se encomienda al santo de su mayor devoción y entre la consternación y espanto general escúchanse las voces de: ¡A Compaña! ¡A Compaña!
Motivo hay, efectivamente para una tan grande confusión, porque las que llevan aquellas luces son almas en pena, que después de haber entrado en la iglesia de donde toman la cruz y el escano (peto de las ánimas) empiezan a vagar por los contornos, penetran en las habitaciones, se apoderan de las personas dormidas, las sacan por el ojo de la cerradura, y entregándoles un hacha de cera, las hacen acompañar a la lúgubre procesión. Si, por acaso, en su tránsito, encuentran alguna persona que no haya tenido la precaución de echarse en tierra fingiéndose muerta, se apoderan de ella y entregándole un hacha la obligan a formar parte del acompañamiento”.
Otras versiones recogen que la doble hilera procesional acompaña a cuatro porteadores de un féretro vacío aún pero en el que se puede identificar la figura del próximo fallecido en cuerpo astral ¿Ataúd del prócer tras un nuevo descalabro electoral?
Criado en Los Peares, en el profundo rural gallego, no es de extrañar que al pobre Feijoo se le pongan las canas como escarpias. Fue un error atravesar el Rubicón de Piedrafita del Cebrero y abandonar el dolce far niente entre la bruma galaica donde todos los gatos son pardos. O lo parecen.

