A solo una semana del primer aniversario de la devastadora riada que azotó la Comunidad Valenciana el 29 de octubre de 2024, dejando un saldo de 229 víctimas mortales y miles de damnificados, un macabro descubrimiento ha traído un atisbo de cierre para una familia destrozada. Operarios de la empresa pública Tragsa, encargados de las labores de limpieza y desescombro en el cauce del río Turia, hallaron este martes por la tarde los restos mortales de un hombre completamente momificado, sepultado bajo capas de lodo y escombros durante casi un año. Aunque la identificación oficial está pendiente de pruebas de ADN y odontológicas, todos los indicios apuntan a que se trata de José Javier Vicent Fas, conocido como «Javi», de 56 años, uno de los tres desaparecidos cuya ausencia ha prolongado el sufrimiento de sus allegados.
El hallazgo se produjo alrededor de las 19:20 horas en el término municipal de Manises, cerca del Azud de la acequia y en una zona de polígono industrial adyacente al río Turia, un área que había sido mapeada por la Guardia Civil como prioritaria en las búsquedas. Un operario de una excavadora, en pleno movimiento de tierra, detectó los restos humanos, alertando de inmediato a las autoridades. La Policía Judicial de la Guardia Civil se personó en el lugar, junto al forense de guardia, y el Juzgado de Instrucción número 3 de Quart de Poblet, en funciones de guardia, ordenó el levantamiento del cadáver. Los restos fueron trasladados al Instituto de Medicina Legal de Valencia, donde se practicará la autopsia para determinar las causas exactas del fallecimiento –presumiblemente ahogamiento por arrastre de la riada– y confirmar la identidad mediante análisis genéticos.
José Javier Vicent Fas, vecino de Pedralba, un municipio de la comarca del Camp de Túria, desapareció en la tarde del 29 de octubre de 2024 junto a su hija Susana, de 28 años y con síndrome de Down. Padre e hija se dirigían en coche hacia su domicilio cuando fueron sorprendidos por la crecida repentina del barranco en esta zona montañosa, a unos 30 kilómetros al noroeste de Valencia capital. Según el testimonio de su esposa, Mamen Fas, recogido en medios locales como Las Provincias, Javier le envió dos mensajes de WhatsApp advirtiendo de la gravedad de la situación: «Pasa mucha agua por delante de la casa». Aquellas fueron sus últimas palabras. La riada, impulsada por precipitaciones torrenciales que superaron los 500 litros por metro cuadrado en apenas unas horas, arrastró su vehículo y los separó irremediablemente.
El cuerpo de Susana fue localizado dos días después, el 31 de octubre, en una playa del Mareny Blau, en Sueca, a más de 80 kilómetros del punto de desaparición, arrastrado por las corrientes del Turia hasta su desembocadura en el Mediterráneo. Su hallazgo, en un estado irreconocible por el impacto del agua y los objetos flotantes, conmovió a la opinión pública y subrayó la brutal fuerza de la catástrofe. Javier, sin embargo, permaneció como un fantasma en las estadísticas: pese a que la ley española permite declarar como fallecidos a los desaparecidos tras tres meses en desastres naturales, su familia no ha podido iniciar el duelo completo sin recuperar sus restos. «Si se confirma que es él, Susana podrá descansar un poco al menos», expresó Mamen en declaraciones recientes, reflejando el peso emocional de 357 días de incertidumbre.
Este descubrimiento, aunque doloroso, representa un rayo de esperanza para las familias de los desaparecidos. «Yo creo que sí, que los encontraremos», afirmaba hace semanas un responsable de las búsquedas, según COPE, en alusión a la persistencia de los equipos de rescate. La Guardia Civil, la Unidad Militar de Emergencias (UME) y voluntarios han mantenido operaciones ininterrumpidas en el Turia y otros barrancos, como el Poyo, concentrándose en zonas de sedimentos donde los cuerpos podrían haber quedado atrapados.
Con la posible confirmación de Javier, solo quedarían dos desaparecidos en la lista oficial de la riada: Elisabet Gil Martínez, «Eli», de 38 años, y Francisco Ruiz Martínez, «Paco», de 64. Elisabet, madre de un chico de 19 años y una niña de 6, fue vista por última vez en la carretera entre Chiva y Cheste, en la cuenca del barranco del Poyo. Viajaba en el vehículo de su madre, cuya vida también se cobró la riada –su cuerpo fue hallado días después–, cuando el agua arrasó el coche. Francisco, por su parte, desapareció en Montserrat, al sur de Valencia, tras un acto heroico: salvó a sus nietos Ruth (5 años) y Alejandro (10), subiéndolos al techo de su vehículo antes de ser arrastrado por la corriente.
Ambos fueron declarados fallecidos judicialmente en mayo de 2025, pero sus familias claman por recuperar los restos para un entierro digno. «Un familiar de una desaparecida confía en recuperar sus restos e iniciar el duelo», tituló Heraldo de Aragón, capturando el anhelo colectivo. Las búsquedas continúan, con énfasis en áreas remotas como Montserrat, lejos del Turia.
El hallazgo de Javier, si se confirma, no altera la cifra de 229 fallecidos, pero cierra un capítulo en una historia de pérdida colectiva. En palabras de los investigadores, citados por El Español, «el río Turia ha devuelto lo que se llevó».

