domingo, octubre 19, 2025
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Contubernios ecologistas en Roma

Por Alfonso de la Vega

Para los días 22 y 23 de este mes de octubre está programada una cumbre entre sendos jefes de Estado y jefes de respectivas confesiones religiosas en un doble rol que no deja de ser curioso: Carlos III, “El Orejas” y señora visitan a Preboste en Roma. En el orden oficial de día más que asuntos teológicos o evangélicos se trataría de la cosa esa ecologista tan de moda con lo de la criminal Agenda 2030 que la plutocracia globalista despiadada quiere imponer donde se dejen.

Uno es jardinero de mérito, el otro se metió en algún jardín que otro en su polémica etapa peruana antes de disfrutar del palacio de Castelgandolfo, donde, de momento, tampoco se sermonea con el ejemplo ni hay ningún pobrecito invasor acogido a la proclamada hospitalidad vaticana. El monarca inglés y supremo gobernador de la Iglesia de Inglaterra ya se había entrevistado con el funesto Bergoglio, jefe de Estado Vaticano, el pasado mes de abril de modo que probablemente esta nueva reunión pueda ser para la ratificación de algún contubernio con su predecesor.

En el programa oficial de festejos destaca una oración conjunta por el medio ambiente a realizar en la Capilla Sixtina. Una cosa entre materialista y panteísta que no deja de chocar desde el punto de vista de la Tradición cristiana aunque coherente con la nueva religión calentológica que abraza ahora sin disimulos la judaizante jerarquía eclesiástica de querencia cismática. Sin duda la cosa es muy necesaria según Alessandra Smerilli, secretaria del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral: “Este encuentro subrayará la importancia de la colaboración de todos contra el cambio climático”.

En este desorden de cosas durante los próximos congresos científicos de meteorólogos, geólogos e ingenieros agrónomos o de montes se discutirán los más oscuros arcanos teológicos o místicos propios de sus especialidades.

También en Roma, como teloneros de este singular contubernio en la cumbre de ambos jefes religiosos y de Estado se ha celebrado una reunión de la FAO en la que han participado ilustres personalidades. Han destacado las ponencias de la consorte de don Felipe, gran experta en la materia sobre todo en lo del control de población, y la del propio Preboste, doctor esclarecido en la nueva disciplina de Teología medioambiental feminista donde iluminó a los presentes con un discurso tan «guiadiño» que bien hubiera podido endiñar cualquier político progre. Declaró que «a cinco años del cumplimiento de la Agenda 2030, hemos de recordar con vehemencia que alcanzar el Hambre Cero sólo será posible si existe una voluntad real para ello, y no únicamente solemnes declaraciones.» Pero, de modo algo incoherente, no anunció que se animase a rascarse el bolsillo pontificio poniendo patrimonio vaticano a favor de tan filantrópico objetivo. ¿Ignorante? ¿Cínico? ¿Impostor? ¿Papanatas?

Pero el asunto de la agricultura y del hambre es un asunto demasiado serio para dejarlo al relato de demagogos. La fotosíntesis que es la causa de la generación de alimentos tanto de origen autótrofo como heterótrofo en el escalón trófico superior también tiene efectos sobre el CO2 atmosférico al fijarlo en las cadenas de carbono, contribuyendo a la regulación natural del efecto invernadero. Hoy hay más cobertura verde que nunca.

Es un hecho conocido que los sistemas agroalimentarios de los países industrializados requieren el consumo intensivo de energía fósil. A diferencia de las antiguas civilizaciones agrarias, e incluso de la organización del espacio en el feudalismo, que se basaban en la fotosíntesis y la utilización de energía renovable como es la energía solar así como de seres del reino vegetal y animal bien adaptados a las condiciones del medio natural, los logros productivos de los modernos sistemas agrarios descansan en la introducción de cantidades ingentes de energía no renovable en forma de capital, maquinaria, combustibles, fertilizantes y criaturas especializadas en la conversión energética, pero menos rústicas y adaptadas al medio que necesitan, por tanto, mayores flujos energéticos de apoyo para sobrevivir. En el momento presente el sistema agroalimentario occidental se ha convertido en un proceso industrial más, que demandaría más energía que la que devuelve al sistema en forma de alimentos. Sin embargo, el problema de las hambrunas se debe más al factor humano que a la naturaleza. Son las condiciones de la organización geopolítico- económica las que lo facilitan. 

En efecto, para una mejor comprensión del problema los ciudadanos y los profesionales preocupados por el porvenir de la Humanidad, deberían tratar de distinguir entre los aspectos limitantes de la naturaleza, que pacientemente hay que “obedecer” como diría Sir Francis Bacon, y los culturales que pueden y deban ser cambiados en su beneficio.

La lucha contra el hambre es un tema capital no sólo desde el punto de vista teórico sino también práctico. Incluso los otrora opulentos países europeos están empezando a sentir en sus propias carnes los desastres actuales. El fantasma del hambre en las capas más desguarnecidas o vulnerables de sus sociedades vuelve a países de Europa, incluido el Reino de España.

Con el título de Geopolítica del Hambre hace ya varios años el médico brasileño don Josué de Castro publicó un sugestivo libro sobre el problema del hambre en el mundo. De acuerdo con sus investigaciones cabría establecer con carácter general una relación entre los ciclos hormonales femeninos, la tasa de fertilidad y el nivel de ingesta de proteína en la dieta alimentaria. Es decir, el hambre llama a más población y a más hambre. La mejora de la alimentación disminuye la tasa de fertilidad por razones bioquímicas además de los evidentes aspectos culturales y de costumbres que influyen decisivamente en la vida humana. El doctor de Castro viene a representar una figura opuesta la del siniestro pastor anglicano Malthus, misionero de la despoblación mundial y uno de los pioneros intelectuales de los actuales desmanes de nuestros socialistas fabianos y plutócratas o títeres varios que promueven la Agenda 2030. El asunto es importante porque, ceteris paribus, mientras no se frene el aumento desorbitado de la población mundial no parece que exista posibilidad realista de erradicar el hambre, y mientras no mejore la dieta habrá más dificultades naturales para limitar la población condenada a una pronta muerte.

Pero determinadas ideologías cuando no meros embustes disfrazados sirven para desviar la atención para mayor granjería plutocrática. Esto es especialmente grave en una institución con pretensiones espirituales como se entiende debe ser la Iglesia Católica, quien malversando su propia tradición ahora viene a adoptar las liberticidas ideologías del pastor anglicano Malthus, adoptadas por la infame Sociedad Fabiana británica. El emblema de la Sociedad Fabiana es un lobo revestido con piel de cordero, habrá que ver si también sirve ahora para identificar a otros pastores menos de almas que de ciertos intereses materiales, no precisamente a mayor gloria de Dios.  

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