Por Alfonso de la Vega
“La cegata de su abuelita”.
Podemos constatar que don Felipe le ha cogido el gustillo a salir en la prensa ditirambo alabanciosa como perejil de todas las salsas. De modo que no pierde ocasión para endiñar prescindibles discursos y meter la pata en asuntos más o menos graves o enojosos. En todo caso, muestra o bien que vive en una realidad estupefaciente que le hace aparecer como incoherente o ridículo, como una especie de Dulcinea encantada aunque mañosa para salar puercos, o bien que gozaría de un cinismo igual incluso superior al de su valido que le hace sostener un día una cosa y al siguiente igual de serio y muy puesto en razón justo la contraria.
Lo mismo hoy se declara lleno de orgullo y satisfacción por las grandes conquistas del aborto en su reino que cuestan más de cien mil vidas de españoles non natos cada año que al día siguiente se muestra defensor de las magníficas tradiciones cristianas. Aunque es preciso reconocer que la consideración del aborto como crimen abominable y delito de excomunión automática, al parecer ya tampoco sería doctrina segura tras el ominoso reinado de Bergoglio, o según se deduce de la última declaración del nuevo ocupante vaticano en apoyo de la condecoración a un abortista conspicuo.
El escenario esta vez ha sido en la isla de La Toja donde Su Majestad ha aprovechado para recular un poco en su fragrante e imprudente oposición a Trump con lo de la ONU, para glosar la chapuza de la Constitución de 1978, que bajo su calamitoso reinado ya resulta ser como el pito del sereno. Y sobre las glorias democráticas de la UE.
Precisamente el día en que Su Gobierno la vulnera otra vez de modo gravísimo no presentando el proyecto de presupuestos generales del Estado, poniendo en ridículo al Parlamento y al propio Rey como pretendido garante constitucional.
Con una preocupante aparente falta de información y lucidez sobre los problemas geopolíticos siguió con la matraca de la decadencia del multilateralismo que nunca existió: «la exigencia de nuestro tiempo no es renunciar al multilateralismo, sino repensarlo, reforzarlo y adaptarlo a un mundo en transformación. Porque el multilateralismo sigue siendo una herramienta indispensable. Es el marco que permite a la comunidad internacional regirse por reglas compartidas- principios, normas y procedimientos- que ordenan la convivencia entre los Estados, reducen la arbitrariedad y ofrecen mecanismos pacíficos para resolver diferencias, manteniendo viva la aspiración de un sistema internacional sustentado en la cooperación y no en la fuerza».
De modo que quien demuestra ser incapaz de poner orden ni en su casa ni en el Estado del que es teórico Jefe ni tan siquiera hacer cumplir la constitución que ensalza se permite dar lecciones urbi et orbi.
Sin embargo, en un reciente discurso del presidente Putin en la Conferencia de Valdai el dirigente ruso explicaba que «el colapso de Occidente era solo cuestión de tiempo y que la multiporalidad ha sido el resultado directo de los intentos de Occidente por preservar la hegemonía global. Si Ucrania no hubiera sido convertida en una herramienta destructiva en manos extranjeras, el conflicto en Ucrania podría haberse evitado. El establishment en Occidente está engañando a sus ciudadanos escalando la tensión».
Los recientes disturbios contra la Monarquía en Marruecos, con la quema de la efigie del rey incluida y cuya represión ya se ha cobrado al menos tres víctimas mortales y centenares de heridos, abren una etapa de inestabilidad e incertidumbre que pudiera considerarse tanto como un aviso de navegantes cuanto una ventana de oportunidad para que España intente desembarazarse de su actual subordinación. Dado que el régimen vecino está protegido por Israel y EEUU, son muy variadas las especulaciones sobre quienes pudieran estar detrás jaleando a los manifestantes además de las fuerzas sociales interiores descontentas. Parece otra «primavera árabe» como la reciente de Nepal promovida por organizaciones «sorosianas». Otros ven la mano de Argelia o incluso de Rusia en un posible intento de desestabilizar la retaguardia de la OTAN.
Pero la cosa más mollar o molona resultaría ser la audaz defensa por parte de don Felipe de la constitución de 1978 como gloria de la “democracia” al tiempo que es otra vez violada por Su Gobierno. Premió a dos personajes de triste memoria, Herrero de Miñón y el catalán Roca, ambos intrigantes políticos y perpetradores comanditarios de la chapuza constitucional. Una Carta otorgada, que quizás por no haber habido auténtico proceso constituyente no es capaz de garantizar las libertades, la supuesta democracia ni tan siquiera la integridad territorial o la viabilidad futura de la nación española. En un alarde lisonjeador ha destacado su «lección especialmente oportuna en tiempos de incertidumbre». Según don Felipe «esa experiencia nos sirvió en España entonces, y sigue siendo una guía muy valiosa para reflexionar, en medio de estos claroscuros, sobre como afrontar el desafío de un nuevo orden mundial». De aquellos polvos, con perdón, estos lodos.
No faltó tampoco la cosa “europeísta” con la celebración de la entrada en la CEE, mal preparada y origen de muchas de nuestras ruinas o la presencia dentro de la hoy degradada en la funesta y liberticida UE actual. En el colmo del despropósito o del despiste ha pontificado que para «reafirmar los valores éticos, la UE tiene la responsabilidad de hacerse escuchar. Debe proyectar una voz firme en defensa de esos valores y asumir un papel protagonista en la configuración del nuevo orden internacional».
Como guinda de la tarta tuvo a bien aparecerse en cuerpo mortal Mariano calzas lilas, el felón que arrojó a la basura la posibilidad de subsanar la barbarie zapaterina socialista. Un tipo lamentable que por elemental prudencia debiera estar escondido bajo tierra a ver si nos olvidamos de él, pero que no se corta de presumir de sus fechorías, al que debemos la de facilitar la llegada del falsario, quien estuvo representado en el sarao por un risueño eslabón perdido.
En fin. Ignoro quién le perpetra los discursos a Su Majestad, pero no resultarían más desafortunados si se los encargase a su peor enemigo. Para tratar de compensar la caída en picado de su credibilidad entre los españoles más conscientes alguien ha debido convencer a don Felipe para que tenga más presencia pública. Mucho me temo que sea peor el remedio que la enfermedad. Es mejor que existan dudas sobre el personaje que por desventura se aclaren.