Por Alfonso de la Vega
El pasado 16 de septiembre un comité de investigación de la ONU, la Comisión Internacional Independiente de Investigación sobre el Territorio Palestino Ocupado, concluyó que Israel cometió y sigue cometiendo genocidio en Gaza. También la Asociación Internacional de Expertos en Genocidio, relatores de la ONU, Amnistía Internacional o Human Rights Watch, entre otros.
El gobierno de Netanyahu niega las acusaciones.
Volker Türk, portavoz del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, ha declarado que había instado a Israel a «levantar urgentemente el bloqueo a Gaza y permitir la entrada de material vital por todos los medios posibles». Como potencia ocupante Israel «debe garantizar el suministro de alimentos y medicamentos a la población en la mayor medida posible, o facilitar programas imparciales de ayuda humanitaria, distribuidos con rapidez y sin obstáculos».
Como es sabido, una abigarrada flotilla propagandística con casi más egos que barcos se dirige algo renqueante a Gaza. El gobierno italiano de Meloni, pidió a los activistas de la flotilla que entreguen en Chipre la ayuda humanitaria al Patriarcado Latino de Jerusalén, Iglesia Católica, para que se encargue de hacer llegar los suministros a Gaza. Si vale el inciso, como nos acaba de recordar Trump en la ONU muchos cristianos son perseguidos e incluso sistemáticamente exterminados sin que el filantrópico Occidente tome ninguna medida para evitarlo.
Aunque Italia también lo ha hecho, el envío de un buque de la Armada, esta vez no para facilitar la última etapa de la navegación de invasores africanos a España según la actual doctrina vigente para nuestro almirantazgo, sino como escolta de la abigarrada flotilla o para misiones de rescate llegado el caso, abre un nuevo factor de riesgo o de enconamiento de una situación ya de por sí muy peligrosa.
¿Qué pudiera pasar en la hipótesis de que Israel atacase al buque español? ¿Sería considerado casus belli acaso por nuestro gobierno e incluso por la misma OTAN?
Aparte de la posible imprudencia de poner en peligro más vidas ¿estaríamos ante una nueva futura humillación?
Existen precedentes de ataques violentos judíos a buques “aliados” en el Mediterráneo. Cabe recordar por su especial gravedad el ataque al barco de investigación técnica de la Armada de los Estados Unidos, el USS Liberty, perpetrado por cazas de la Fuerza Aérea Israelí y por torpederas de la Armada de Israel, el 8 de junio de 1967. El ataque combinado por aire y mar causó la muerte de 34 miembros de la tripulación (oficiales navales, marineros, dos infantes de marina y un civil), hirió a 171 miembros de la tripulación y causó graves daños al buque. En ese momento, el buque se encontraba en aguas internacionales al norte de la norte de la península del Sinai, no lejos de la costa de Gaza.
Ante la gravedad de lo sucedido, en que para mayor INRI la víctima había sido su mayor benefactor, Israel se disculpó por el ataque, diciendo que el USS Liberty había sido atacado por error después de haber sido confundido con un barco egipcio. Sin embargo, los supervivientes del ataque al USS Liberty y testigos directos de lo sucedido se negaron a aceptar tal afirmación por inverosímil.
De modo que existen gravísimos precedentes. Incluso muy recientes. El ataque este septiembre contra Qatar ¡aliado de EEUU! supone cruzar ciertas líneas rojas que parecían bien establecidas. Además, Qatar es el lugar desde donde Israel financiaba a Hamas según declaraciones de altos dirigentes israelíes incluido el propio Netanyahu. De modo que se autoproclaman legitimados para atacar a cualquiera que defienda a su antiguo brazo terrorista. Sin contar que unas hipotéticas represalias contra España pudieran venir desde Marruecos.
No son escaramuzas menores. Un poco de sucinta memoria histórica.
Desde que llegaron a Palestina hace milenios los hebreos han estado a la greña con sus vecinos y anteriores ocupantes dando lugar a fronteras inestables. Incluso tras la muerte de Salomón el territorio ocupado por su reino se dividió en dos reinos hebreos, Israel en el Norte (Galilea, Samaria) y Judá en el Sur, con capital en Jerusalén. Ambos eran rivales e incluso se combatían entre sí, y disponían de sendas alianzas con potencias vecinas y enfrentadas. La actual Gaza fue al principio de las remotas emigraciones semíticas a Palestina desde el Sur de Arabia primero cananea y luego filistea.
Volviendo a esta etapa histórica, tras la guerra de los Seis días el Estado de Israel comprobó que podía anexionarse territorios ajenos con total impunidad en una política bélica similar a la seguida por Hitler y su tristemente célebre Lebensraum o espacio vital expansionista, capturando y ocupando territorios vecinos y asesinando o desplazando a sus anteriores habitantes. Probablemente en las ensoñaciones actuales de Netanyahu, la ocupación previo vaciado de Gaza además de un sustancioso botín sería un primer peldaño de un Estado estable, militarizado, lo que significa desplazar cientos de miles de personas. Se trataría de hacer realidad el llamado Corredor de David, con más de mil kilómetros de profundidad estratégica en línea continua. Desde el litoral mediterráneo hasta más allá del Éufrates, pero no tanto militarmente con tropas, sino mediante control indirecto: logística, inteligencia, drones… El espacio vital o Lebensraum del Gran Israel. Y en consecuencia la oposición a los dos estados que ahora se propone, que tampoco solucionaría el problema de Gaza.
El asunto es geoestratégico, muy importante y peliagudo, con dosis de fanatismo religioso y no debiera abordarse a golpe de simples emociones.