sábado, septiembre 27, 2025
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Adiós a otra leyenda del cine: La muerte de Claudia Cardinale a los 87 Años

Entre cumbres internacionales, entregas de trofeos globalistas de plástico, imputaciones y banquillos judiciales más domésticas, nos había pasado desapercibida una noticia que vuelve a sacudir el corazón del cine: el fallecimiento de Claudia Cardinale, la icónica actriz italiana que encarnó la sensualidad y la elegancia de la cinematografía europea de los años 60 y 70. La «novia de Italia» murió en la madrugada de este martes, a los 87 años, en su residencia de Nemours, al sur de París, rodeada de sus hijos y en la calma de su hogar, donde también operaba la Fundación Claudia Cardinale, dedicada a apoyar a artistas audiovisuales contemporáneos, según confirmó su agente, Laurent Savry, a la Agence France-Presse.

Nacida el 15 de abril de 1938 en La Goulette, un barrio de Túnez de raíces sicilianas, Claude Joséphine Rose Cardinale creció en un entorno muy variado, hablando francés e italiano. Su entrada al cine fue de forma fortuita: en 1957, un concurso de belleza en Túnez la llevó al Festival de Venecia, donde unos productores descubrieron su magnetismo. Su debut en el cortometraje Anneaux d’or de René Vautier la proyectó en Berlín, pero fue el productor Franco Cristaldi quien forjó su carrera, aunque a un costo personal: Cardinale lo acusó de controlar su vida y retener gran parte de sus ganancias en Hollywood.

La década de los 60 fue el cenit de Cardinale, musa de los más grandes directores del cine europeo. En Rocco y sus hermanos (1960), Luchino Visconti la dirigió como Ginetta, la novia de un inmigrante sureño (Alain Delon), en una cinta que ganó el León de Oro en Venecia. Ese mismo año, Mauro Bolognini la llevó a la pantalla en Il bell’Antonio, junto a Marcello Mastroianni, abordando la frigidez matrimonial con una sutileza que marcó su versatilidad.

En 1963, Cardinale brilló en dos obras maestras. En El leopardo de Visconti, fue Angelica, la seductora siciliana que enamora a Tancredi (Alain Delon) y al príncipe Salina (Burt Lancaster), en una epopeya sobre el ocaso aristocrático que Visconti realzó con su «misterio» natural. Ese año, Federico Fellini la convirtió en Claudia, la musa idealizada de ‘8½’, junto a Mastroianni, en una cinta ganadora del Oscar que exploró la crisis creativa.

Hollywood la reclamó en La pantera rosa (1963) de Blake Edwards, como María Gambrelli, la sirvienta que enamora a Clouseau (Peter Sellers), regresando a la saga en 1993. En Los profesionales (1966) de Richard Brooks, su rol como una mujer secuestrada junto a Burt Lancaster y Lee Marvin fue, según ella, su mejor trabajo en EE.UU. En Hasta que llegó su amor (1968), Sergio Leone la transformó en Jill McBain, la viuda empoderada del spaghetti western, junto a Henry Fonda y Charles Bronson. Más tarde, Werner Herzog la dirigió en Fitzcarraldo (1982), como Molly, la aliada de Klaus Kinski en la selva amazónica.

Tras alejarse de Hollywood, Cardinale trabajó con su pareja, Pasquale Squitieri, en filmes como I guappi (1974) y Claretta (1984), ganando un Nastro d’Argento. Su última aparición fue en Rogue City (2020) de Netflix.

La vida amorosa de Cardinale fue tan intensa como sus roles. A los 17 años, un abuso resultó en el nacimiento de su hijo Patrick, presentado como su hermano para proteger su carrera, y adoptado por Cristaldi. Su relación con Cristaldi fue polémica, pero crucial para su ascenso.

Con Alain Delon, la química en El leopardo y Rocco y sus hermanos fue legendaria. Visconti bromeó con Delon sobre conquistarla, pero ella lo rechazó: «Era un sex symbol, pero preferí su amistad». En 2010, en Cannes, lo llamó «una leyenda con la que elegimos ser icónicos, no amantes». Marlon Brando, en cambio, intentó seducirla durante El siglo de las luces (1968). Cardinale lo rechazó, pero luego lo lamentó en sus memorias: «Fui estúpida; con Brando habría sido un padre ideal». Su verdadero amor fue Squitieri, con quien tuvo a su hija Claudia y compartió 42 años hasta 2017.

Defensora de la libertad, Cardinale dejó un rastro de más de 150 películas. Su voz ronca y su rechazo al envejecimiento —»el cine fue un accidente»— la definieron. Como dijo Fellini, era «la musa que todos soñamos». Descanse en paz, Claudia.

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