«La partida de un alma joven nos deja con el corazón roto, pero su luz sigue brillando en la eternidad.»
En unos meses marcados por el dolor, la Iglesia española vuelve a estar de luto con la partida prematura de otro de sus hijos más entregados. Pedro Elena García, el joven sacerdote sevillano de tan solo 32 años, ha abandonado este mundo, dejando un vacío inmenso en la Archidiócesis de Sevilla y en todos aquellos que tuvieron la oportunidad de conocer su inmensa labor y su dedicación incansable.
Su fallecimiento, ocurrido este miércoles, tras una breve pero intensa lucha en la UCI del Hospital de Valme, como consecuencia de un ataque cardíaco, nos recuerda la fragilidad de la vida y la eternidad de la fe que profesaba con tanta pasión.
Nacido el 21 de abril de 1993 en Lebrija, un pueblo de la provincia de Sevilla donde creció rodeado del fervor católico que caracteriza a Andalucía, Pedro Elena encarnaba el ideal de un sacerdote moderno y cercano. Ordenado el 20 de junio de 2020 por las manos del arzobispo emérito monseñor Juan José Asenjo, su vocación brotó como un don divino en una Iglesia que tanto necesita testigos jóvenes. Antes de su ordenación, como diácono, sirvió en la parroquia de la Ascensión del Señor en Sevilla, donde ya demostraba su carisma para atraer a los jóvenes hacia la fe. Su primera misa, celebrada en la capilla del monasterio de las concepcionistas de Lebrija, fue un acto de profunda emoción que marcó el inicio de una misión que, aunque breve, fue fructífera.
Pedro era un alma vibrante, vinculada al movimiento Hakuna en Sevilla, donde su presencia era un ejemplo para tantos jóvenes en busca de sentido. En los últimos años, su ministerio lo llevó a Lantejuela, donde se ganó el cariño de la comunidad con su calidez y su compromiso pastoral. Precisamente allí, el 1 de septiembre, durante una comida de despedida con feligreses amigos —momento de alegría por su próximo destino en Villaverde del Río—, sufrió una repentina parada cardíaca que lo llevó al hospital.
Días de oración incesante, vigilias y cadenas de rezos se multiplicaron en las redes y en las parroquias, pero finalmente se produjo la noticia que nadie quería escuchar. El arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz Meneses, lo anunció con estas palabras: «Con dolor y con la esperanza puesta en Cristo Resucitado encomendamos el alma del joven sacerdote D. Pedro Elena García, que ha partido esta tarde para la Casa del Padre».
Las exequias del joven Pedro se celebrarán este jueves a las 18:00 horas en la parroquia de Nuestra Señora de la Oliva en Lebrija, el mismo templo que lo vio nacer y crecer en la fe. Centenares de fieles, sacerdotes y amigos se reunirán para despedirlo, en un acto que será testimonio de la corriente de afecto que generó allá por donde pasó.
Esta triste noticia nos remite inevitablemente a otro luto reciente que cubrió de sombra a la Iglesia española. Hace apenas cuatro meses, en mayo de 2025, nos hacíamos eco en las páginas de El Diestro del repentino fallecimiento de Javier Prieto Prieto, otro sacerdote joven de 38 años, ordenado apenas dos meses antes en la Diócesis de Zamora.
Dos jóvenes sacerdotes, dos vidas truncadas prematuramente, pero dos almas que perdurarán en los corazones de quienes los conocieron.
D.E.P.