sábado, noviembre 23, 2024
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Sobre golpes y golpistas

Artículo escrito por Alfonso de la Vega

El 13 de septiembre se cumple justo un siglo del golpe de Estado palaciego de Primo de Rivera. También se acaba de cumplir medio siglo del golpe de Estado en Chile que derrocó al gobierno comunista de Salvador Allende.  El chileno fue un golpe clásico realizado por militares en complicidad con la embajada USA, que resultó muy violento para oponerse a la violencia gubernamental empeñada en llevar adelante una fulminante revolución comunista con algo más de un  tercio de apoyo en el electorado. Dicen que la realidad imita al arte y en el caso chileno tanto Pinochet cono Allende eran masones y lo suyo recuerda cierta conocida leyenda masónica. Hoy mangonea otro presidente comunista en Chile aunque con el beneplácito de EEUU.

Los últimos golpes clásicos han tenido lugar en África en territorios imperiales franceses. El de Níger se cree que favorecerá la órbita de los BRICS y el de Gabón pudiera representar un cambio de metrópoli por la que los americanos sustituirían a Francia como nueva potencia explotadora.  Tanto entonces en Chile como hoy en África el golpe tiene que ver con el control de minerales o materias primas, de modo que a veces la presencia de riquezas minerales resulta una paradójica condena para los pueblos que en teoría debieran beneficiarse.

Pero, cabe decir que las nuevas tecnologías han modificado muchas ocupaciones, profesiones y aplicaciones tradicionales. La técnica del golpe de Estado desde luego que no podía quedarse al margen de este maravilloso progreso. Son bien conocidos divulgadores como Curzio Malaparte o Goodspeed pero me temo que sus planteamientos han quedado anticuados gracias a la globalización y la informática. Ahora los golpes de Estado se dan con otros métodos más disimulados, más democráticos, si vale la expresión y desde luego con evidente carácter civil, porque la moda de los vistosos uniformes militares con plumero en los yelmos ha quedado anticuada y asusta al espantadizo y domesticado personal sin criterio propio que ya no necesita demasiadas posiciones de fuerza porque traga con lo que le echen.

Ni siquiera en el patio de atrás gringo está hora bien visto el recurso a los militares autóctonos con apoyo norteamericano como fuera tradición antes. Los Lula, Correa, Castillo, Boric, Petro… corruptos y desalmados, con gran capacidad de devastación social, son más prácticos y rentables para la plutocracia imperial actual deseosa de eliminar el orden social y la clase media. Y cuando alguno se despista como el cretino del sombrerito blanco se le quita de en medio poniendo a cualquiera de sus subordinados o compinches más obedientes en su lugar.

Y es que con la posmodernidad neomarxista ya no existen las derechas e izquierdas clásicas, habituales en lo golpes de Estado tradicionales. Todo son “izquierdas”, rojas, rosadas o en azul desteñido, excepto los muy pocos que mandan, una minoría que no llegará ni al 1% de la población mundial pero que posee el 99% de la riqueza global del planeta. Viene a ser el esclavizante modelo chino adoptado por la plutocracia financiera internacional: Socialismo liberticida debajo; ultra capitalismo plutocrático sin controles, arriba.  El grado de disimulo “democrático” o de violencia depende del lugar y de la ocasión.

En ocasiones como paso previo a unas votaciones o a un cambio decisivo de política se recurre a un acto terrorista o magnicidio estratégico.  Así, por ejemplo, los «oportunos» asesinatos de Prim, Cánovas o Carrero. O el 11 S o el 11M que hizo descarrilar a España. 

El éxito del golpe de Estado depende de una buena estrategia que debe basarse en la correcta aplicación de las condiciones objetivas, o circunstancias bajo el control inmediato de los conspiradores que tienen una repercusión directa en su empresa. Tradicionalmente al menos se observan tres condiciones objetivas a considerar. La simpatía de las Fuerzas Armadas de la nación, la opinión pública y la situación internacional.

En la situación actual en la que la pérdida de soberanía es ya casi total la situación internacional es decisiva. Es el globalismo internacional perpetrado por la plutocracia el que promueve los modernos golpes de Estado. La opinión pública se deforma y domestica por los medios de intoxicación de masas propiedad o al servicio de esa plutocracia. Y las Fuerzas armadas se manipulan o neutralizan mediante su subordinación a organizaciones internacionales como la OTAN que sirven intereses ajenos a los propios nacionales, es decir, habitualmente a los del auténtico enemigo.

Faltaría tener en cuenta otras dos cuestiones:

La primera de ellas es la determinación del momento oportuno para dar el golpe. En el caso español actual cabe intuir que probablemente la decisión de adelantar las votaciones haya tenido que ver con el factor sorpresa, evitar una mayor degradación en los próximos meses y la oportunidad de fomentar la abstención y las trampas mediante el voto por correo. El partido más numeroso de la supuesta derecha carece de ideas y de líderes competentes para afrontar la situación mundial actual.

La segunda cuestión de relativa importancia es la de la apropiada calidad de la jefatura. En nuestro caso es un factor importante, yo diría que casi decisivo. El falsario es un mentiroso compulsivo, un felón, bien entrenado por el siniestro Partido Demócrata y demás organizaciones de Soros, al que la poltrona lejos de civilizarle y atemperar su ambición no le ha sentado nada bien. Sus amos hacen bien en desconfiar de él ¿Pero se cree más listo de lo que es, de modo que haya perdido la confianza de los que mandan?  Esa es la clave.

Su posible sustituto turnista es más de lo mismo, puede que peor aún si tal cabe, pero cuenta con la ventaja de su público no vive en Galicia ni ha padecido sus fechorías. También es socialista de los que no cree en España, es un nacionalista galleguista que considera que “Galicia es una nación sin Estado”, de modo que a la luz de su trayectoria política no pondría ningún impedimento para continuar o agravar las políticas liberticidas o destructivas del doctor falsario.

Pero sigamos. El golpe de Estado clásico tiene tres fases que son: preparatoria, de ataque y de consolidación

En el mundo clásico la fase preparatoria era la más difícil y peligrosa para los conspiradores. Aunque no siempre.

Si bien la Dictadura de Don Miguel Primo de Rivera de la que ahora también se cumple un siglo se gestó en Palacio y gozó de los parabienes borbónicos, cabe recordar los remilgos y precauciones del general Franco ante los prudentes preparativos del «Director», don Emilio Mola Vidal, para poner freno a los crímenes de la izquierda tras el pucherazo del Frente Popular de 1936.

Ahora no, la preparación se hace en lujosos despachos de la plutocracia financiera, en reuniones de foros y Fundaciones muy filantrópicas todas ellas y a veces en los mismos despachos oficiales o institucionales de los pretendidamente golpeados. Tampoco es necesario mayor disimulo cuando se cuenta con la complicidad de la prensa y medios de comunicación mercenarios o propiedad de los mismos amos. La práctica del golpe de Estado actual pretende burlar las instituciones nacionales pretendidamente democráticas o constitucionales que obstaculizan el poder absoluto de la plutocracia financiera mundial y sus diferentes brazos armados (OTAN) o civiles (ONU; UE; OMS; Foro Davos; BM; FMI…). La trampa no está en cambiarlas o sustituirlas sino en ocuparlas con títeres o mercenarios para bajo su disfraz perpetrar políticas opuestas a los fines confesados. El golpe no está en cambiar las instituciones sino en ocuparlas con títeres. O ahora ya ni opuestas, pues los títeres incluso de la supuesta derecha se pavonean de querer perpetrar la agenda 2030. O un impostor como Bergoglio de destruir la tradición católica.

Y dado que ya no es tan necesario el secreto por la propia naturaleza de la conspiración y por la coordinación íntima existente ente estrategas y tácticos o ejecutores todo se hace de modo tranquilo, filantrópico, aseado, mohatrero, sin gritos ni susurros. El falsario recibe con todos los honores y subordinación a Soros en la Moncloa. Bergoglio a Clinton o a la criatura heredera de Soros en el Vaticano. Se ningunea o sabotea a lo poco que queda de oposición verdadera acusándoles de «fascistas» o de «extrema derecha» o imputaciones absurdas o calumniosas de semejante jaez. El populacho embrutecido y carente de criterios personales todo lo traga.

Con más o menos matices o singularidades en las que no vamos a entrar ahora este ha sido el método de los pucherazos en EEUU, Brasil, Perú, Bolivia, Colombia o Chile. En todos ellos se ha introducido comunistas o izquierdistas de la peor calaña a fin de generar conflictos y degradar las sociedades.

En el caso particular del degradado reino de España ya no resulta escandaloso que las mohatreras instituciones oficiales inventen encuestas estupefacientes en las que se adelantan los resultados deseados y luego si es menester porque el pucherazo ex ante no haya sido suficiente se ponga en juego la famosa maquinita sorosiana, las trampas en el voto por correo o la manipulación del censo. Como luego no se va a cumplir la ley ni se va a realizar el preceptivo escrutinio oficial, el golpe de Estado mediante pucherazo electrónico quedaría impune.

En realidad, cabe insistir, lo que hoy dirime un golpe con nuevas tecnologías no es el cambio en la política o en las instituciones sino qué títeres van a ocuparlas elegidos por su corrupción, cinismo o maldad a la espera de las órdenes de devastación definitivas. Mientras no se reorganice políticamente de modo solvente la derecha social sólo cabe elegir entre diferentes formas de globalitarismo. Salvo si acaso uno de ellos, los demás partidos presentados son “socialistas” bien por convicción por el fracaso de la civilización occidental o bien porque no les dejan ser otra cosa en esta su fase terminal. 

Lo último a reseñar es que, según ciertas informaciones ni confirmadas ni desmentidas, se habrían producido importantes tensiones entre Moncloa y la Zarzuela por las negociaciones gubernamentales con el prófugo. Sánchez va y pilla el virus por lo que no se atreve a irse de exhibición asiática. El jefe de la Esquerra tampoco se deja ver por la Diada alegando el mismo motivo. Cualquiera sabe pero, ¿acaso las cosas estarían más revueltas de lo que nos confiesan?

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