Por David Azañón (Subinspector 87713)
El otro día estuve con un amigo, un inspector jefe de la Policía Nacional jubilado, que ascendió por promoción interna, un tipo muy competente que fue, durante un tiempo, hace años, asesor de un ministro en el pasado, y quien está muy lejos de aprobar la gestión del gobierno actual, como de la oposición. Recuerdo que, hace años me dijo: «los políticos solo buscan dos cosas: llegar al poder o mantenerse en él, olvídate de lo demás».
Como siempre afirmo, no se trata de ideología sino de supervivencia, es más, mi estimado amigo ha hecho suya mi habitual expresión de los 350 caudillos que, sin duda, es enormemente paradigmática.
No diré su nombre pero sí diré que me encanta platicar con él (creo sinceramente que a él le sucede lo mismo). La verdad es que conversar con gente de diversa ideología siempre es interesante y enriquecedor cuando se trata de gente inteligente, honrada, honesta, con cultura, conocimientos y, especialmente, espíritu crítico. Evidentemente la lista de gente con tales virtudes es bastante reducida, ya lo dijo Mark Twain “es más fácil engañar a alguien que convencerle de que le han engañado” sino que se lo digan a todos esos que se inocularon esa basura que llamaron vacuna pero que es otra cosa. Está muriendo gente, de todas las edades, sin enfermedades previas, por causas desconocidas, por un virus o una bacteria dicen, como si fuera el comodín, cuál será la causa común…
El caso es que, mi amigo, me relató una historia que conocía de primera mano, motivo por el que se le escapó alguna lágrima, cosa que me conmovió, y que considero que se debe recordar, motivo por el que escribo estas líneas.
Denle las gracias a los 350 caudillos, a Letizio VI y a todos los pusilánimes que cantaban con las manos pintadas de blanco, en vez de coger palos y piedras, por permitir el acceso de ETA y sus acólitos a las instituciones, a los fondos públicos, al padrón de todos los españoles, etc.
Iñaki Rekarte, etarra arrepentido definió lo que es ETA de forma magnífica y también las sombras de la policía española, eso también hay que decirlo. Y lo digo yo que he sido Policía Nacional durante dos décadas. Todo ello sin perjuicio de que si a un vasco, de hasta el s. XIX, le hubieran dicho que no era español y que pertenecía a una nación llamada Euskal herria se hubiera desternillado o quedado estupefacto de tamaña sandez.
Corría el año 1983, concretamente el 4 de mayo, cuando el teniente de la Policía Nacional (hasta 1986 la Policía Nacional no pasó a ser un instituto armado de carácter civil, por tanto era, a la sazón, militar) Julio Segarra Blanco fue asesinado en Bilbao por tres miembros del comando Vizcaya de ETA en un intento fallido de secuestro que terminó en una masacre.
Los terroristas, decididos a canjear al teniente por presos de la banda terrorista, esperaron en el garaje del domicilio del policía, sorprendiéndole a las 8:00 de la mañana cuando se dirigía al cuartel de Basauri. Tras resistirse con todas sus fuerzas, pues era un tipo bragado, acabó siendo amordazado con esparadrapo y atado de pies y manos con alambre.
Acto seguido fue introducido en el maletero de un coche robado, momento en el que irrumpieron en la escena el cabo de la Policía Nacional, Pedro Barquero González, y su esposa embarazada de tres meses, María Dolores Ledo García, quienes tenían su plaza de aparcamiento junto a la de Segarra.
Como no puede ser de otra manera, Barquero intentó defenderse sacando su arma de fuego, pero los etarras consiguieron abatirle a él y a su mujer María, repito, una embarazada de tres meses que no suponía amenaza alguna. Seguidamente ejecutaron a Segarra, quien permanecía inmovilizado tras haber sido testigo de la dantesca escena.
Años más tarde, uno de los autores fue condenado por estos crímenes y otros relacionados con su actividad terrorista, tras cumplir unos de 15 años de prisión fue liberado en 2003 mientras que el otro salió en libertad en 2013, tras cumplir 27 años de prisión.
Les recuerdo que en julio de 2024 el Tribunal Constitucional (también conocido como prostitucional) anuló las condenas contra los expresidentes andaluces, José Antonio Griñan y Manuel Chaves, mientras que en el presente año 2025, el asesor fiscal de Imanol Arias, Fernando Peña, ha sido condenado por la Audiencia Nacional a la friolera de 80 años de prisión por una trama de fraude fiscal cuando, para más inri, hoy se ha publicado que una empresa usada para defraudar IVA tiene su sede en un piso de la jefa adjunta de Hacienda que se persigue las defraudaciones del IVA. ¡De traca!
Es suma: sale más barato matar que defraudar, ríanse de la jerarquía en los bienes jurídicos protegidos.
Si usted cree que en España existe presunción de inocencia, justicia, derechos y libertades, seguridad jurídica, que su voto vale para algo, que el partido al que vota piensa en conseguir una sociedad mejor, no se ofenda pero quizás es que usted se encuadra en uno de los tres perfiles que diría Aleksandr Solzhenitsyn en la actualidad:
“Ser globalista, inteligente y bueno es totalmente incompatible. El que es inteligente y bueno no es globalista. El que es globalista y bueno no es inteligente. Y por supuesto, el que es globalista e inteligente, es imposible que sea bueno.”
No se fijen en las siglas, fíjense en el pin. Esos son nuestros enemigos.