El pasado 22 de mayo, el presidente del Gobierno visitó Valencia para, en teoría, reunirse con asociaciones de víctimas de las devastadoras inundaciones que asolaron la región el 29 de octubre de 2024, dejando al menos 229 muertos y miles de damnificados. Sin embargo, lo que podría haberse presentado como un gesto de empatía y compromiso no ha sido más que un acto de cinismo político: una visita cuidadosamente orquestada para hacerse la foto, evitando a las verdaderas víctimas y priorizando encuentros con afines al PSOE, mientras las zonas afectadas siguen sumidas en el abandono, sin recibir las ayudas prometidas.
La llegada de Sánchez a Valencia estuvo marcada por un amplio perímetro de seguridad que impedía cualquier contacto espontáneo con la ciudadanía. Según testigos y publicaciones en redes sociales, el presidente se limitó a una reunión en la Delegación del Gobierno, rodeado de un séquito de vehículos y escoltas, sin acercarse a las zonas devastadas por las riadas. Ni Paiporta, epicentro de la tragedia con más de 60 fallecidos, ni otros municipios como Alfafar o Sedaví, que aún lidian con el barro y los escombros, formaron parte de su itinerario. Esta decisión refuerza la percepción de que Sánchez teme enfrentarse a la indignación de los valencianos, quienes, desde la catástrofe, han denunciado la inacción del Gobierno.
El contraste es abrumador: mientras miles de voluntarios de toda España y Europa han acudido a Valencia para ayudar a limpiar calles y repartir suministros, Sánchez ha evitado cualquier interacción directa con los afectados. En su lugar, optó por reunirse con tres asociaciones de víctimas, seleccionadas cuidadosamente y muy cercanas al PSOE. Esta maniobra ha sido interpretada como un intento de controlar el relato, evitando el riesgo de enfrentarse a los verdaderos damnificados, quienes aún buscan a seres queridos desaparecidos o luchan por recuperar sus hogares.
Siete meses después de la tragedia, la gestión del Gobierno ha sido calificada de vergonzosa. De las más de 43.000 familias afectadas, solo el 9,65% han recibido las ayudas prometidas, dejando a más de 39.000 en la espera. El paquete de 10.600 millones de euros anunciado por Sánchez en noviembre de 2024, presentado como una solución inmediata, ha resultado ser más una herramienta de propaganda que una realidad tangible. Muchas víctimas siguen viviendo entre escombros, con garajes inundados y sin acceso a servicios básicos, mientras el Gobierno presume de un supuesto plan de reconstrucción que no se materializa.
La indignación en Valencia es palpable. En Paiporta, los residentes aún recuerdan la visita de Sánchez el 3 de noviembre de 2024, cuando, acompañado del rey Felipe VI y la reina Letizia, fue recibido con insultos, lanzamiento de barro y gritos de “asesinos” por la tardía respuesta a la catástrofe. Mientras los monarcas se quedaron para escuchar a los ciudadanos, Sánchez huyó en su coche oficial, acusando a la “extrema derecha” de orquestar las protestas, una narrativa que los vecinos desmienten tajantemente. “No éramos de extrema derecha, éramos vecinos abandonados”, afirmó una enfermera de Paiporta. Desde entonces, Sánchez no había regresado a las zonas afectadas hasta esta reciente visita, que, lejos de reparar el daño, ha avivado las críticas por su carácter selectivo y superficial.
La decisión de reunirse exclusivamente con asociaciones afines al PSOE, evitando a los ciudadanos de a pie, ha sido vista como un acto de cobardía y manipulación. En un contexto de creciente descontento, donde más de 100.000 personas protestaron en Valencia exigiendo responsabilidades, Sánchez ha optado por blindarse frente a las críticas. Las redes sociales reflejan el sentir popular: “No puede pisar la calle”, “Huye como rata”, “Solo busca la foto”. Estas acusaciones se ven reforzadas por la ausencia de Sánchez y sus ministros en actos clave, como el funeral oficial por las víctimas, donde también se excusaron para no enfrentar el reclamo popular.
Además, la gestión de la crisis ha sido politizada hasta el extremo. Mientras Sánchez y el presidente regional, Carlos Mazón, se culpan mutuamente por la falta de coordinación, las víctimas siguen sin respuestas. Mazón, del PP, ha admitido ciertos errores, como su ausencia en un almuerzo de tres horas el día de la tragedia, pero Sánchez no queda exento de responsabilidad. Las alertas meteorológicas emitidas por Aemet desde el 25 de octubre no se tradujeron en acciones efectivas, y el Gobierno central tardó en desplegar recursos suficientes, dejando a los valencianos a merced de la solidaridad de voluntarios.
La visita de Sánchez a Valencia no ha hecho más que profundizar la herida de una región que se siente abandonada. En lugar de ofrecer soluciones concretas o enfrentarse al dolor de las víctimas, el presidente ha priorizado una puesta en escena controlada, evitando las zonas devastadas y a los ciudadanos que siguen clamando ayuda. Esta actitud no solo refleja una falta de empatía, sino también una desconexión total con la realidad.
Pedro Sánchez es un hombre muy ocupado ni tiene sosiego,ni paz.Sus múltiples ocupaciones no le dejan descansar cada día sueña con que llegue el día,en el que poder respirar y dedicarse a sus aficiones.
Cuando llegará ese día Pedro?