Cuando nos imaginamos el tercer mundo nos vienen a la mente las imágenes de niños desnutridos con las barriguitas a punto de estallar por falta de alimentos o de dictadores de tez muy oscura que gobiernan por décadas sin que se vayan, donde muere la gente como chinches y la justicia es la persecución de cualquier ciudadano que dé muestra de rebeldía, hasta secuestrarlo o asesinarlo en silencio. Tenemos muchos ejemplos en países africanos, donde llevan años en guerra y donde las tribus se matan entre sí en eternas guerras civiles. Ésa es la imagen que nos han transmitido de lo que es el tercer mundo. Sin duda muy interesada y distorsionada.
Es por eso que nos dicen que en España no se vive tan mal y que, a pesar de los problemas, somos un país del primer mundo o una nación modélica y desarrollada, mientras los españoles se levantan todos los días muy orgullosos de su país, el cual merece verdaderamente para vivir.
Sin embargo, la tercemundialización es un fenómeno que se está dando en Europa y sus instituciones, en la vida política de los españoles y en muchas naciones del viejo continente y se relaciona con una frase muy olvidada: lo que es abajo es arriba y lo que es arriba es abajo. Un país subdesarrollado tiene mientes que están al mismo nivel vibratorio en un porcentaje de la población a niveles elevados. No exento de peligros extremos, puede dejar el mando de la política en manos de sujetos no sólo inoperantes y soberbios, sino dependiendo de auténticos enfermos mentales.
Todo lo que es arriba es abajo, señalaba en otro párrafo. No es posible admitir que uno de estos sujetos esté al mando sin entender que sus ciudadanos, los cuales votan y permiten tales abusos, sufran algún tipo de problema psicológico de especial gravedad, especialmente asociado a la no percepción de tales políticas genocidas en no pocos casos, altos niveles de ansiedad, depresión, trastornos psiquiátricos, elevados casos de suicidio o de pobreza económica, tan necesaria para silenciar a los que podrían protestar. Nos encontraríamos en este caso con una enfermedad social y silenciosa, necesaria y asociada a ciertos comportamientos conformistas en el marco de una pobreza.
No sólo me refiero a la económica, sino a la de espíritu, a la de aspiración en la vida, a la de proyecto vital o de deseo de crecer como seres humanos. Es más cuando se produce el factor antes señalado, parece como si el sujeto aceptase su miseria y la percibiese como un estímulo o impulso para justificar conductas incongruentes relacionadas con la aceptación de los hechos como los únicos posibles, buscando cualquier atisbo de placer en los más insignificante. Es lo que ocurre, por ejemplo, con la gente de Cuba, que a pesar de pasar hambre y tener un gobierno comunista, se siente paradójicamente feliz y sonríe todo el día, con sus ritmos caribeños y la despreocupación absoluta, quizás como mecanismo de defensa para no ver lo triste y patético de su realidad y para disfrazar el dolor y el sufrimiento que es estar en manos de auténticos dictadores sin escrúpulos.
Cada una de esas creencias, completamente disfuncionales, encierra el gran secreto de la esclavitud del pensamiento, de las de tipo cerrado que no permiten cambios posibles, pues, una vez alcanzada la felicidad, la cual ha costado tanto esfuerzo, no se puede perder. Se sabe perfectamente o, mejor dicho, se intuye, que, de perderse, el sujeto cae en su propio precipicio y sabe perfectamente que no podrá volver a levantarse. Ya vendió todos sus derechos y cualquier tipo de dignidad, renunciando a sus propias ideas y conclusiones, de modo que mejor se aferra al ocio, aunque le sea contraproducente, mientras la miseria cognitiva va formando parte de la mente colectiva.
Este tipo de mentalidad es básica para vivir en un estado que se cae a pedazos, sobrellevar abusos de poder injustificados, ver sufrir al conciudadano del castigo del sátrapa de turno o la falta de operatividad estatal que te puede llevar a la muerte si el político decide sencillamente dejarte a tu suerte. Es lo peligroso cuando los desmanes del estado, en el marco de la irresponsabilidad de los gobernantes, conducen a jugar con el derecho a la vida o a no seguir viviendo, sin que estos sujetos al mando sean ni conscientes de ello (siendo peor aún si es lo que son, en cuyo caso se convierten en auténticos criminales). Los mecanismos de huida, a los que me refería antes, son esenciales entender como la sociedad entra en un estado de completo colapso por la inoperatividad de sus mecanismos de conservación, de supervivencia o, lo más grave, de defensa de su dignidad.
Nos pueden venir muchos ejemplos a la mente. Antes de les hablé de Cuba, pero existen países que cada vez más se aproximan este modelo, como es el caso de España, gobernado por un sátrapa sin escrúpulos que, en su mente enferma, toma decisiones en el nombre de todos los españoles, llevándolos al suicidio, jugando con motivaciones infantiles como la del festival de eurovisión o viendo como meter su mierda debajo de la alfombra, mientras sus ciudadanos le permiten tales comportamientos, impropios de un sujeto adulto, maduro y responsable que, con buen criterio moral, gobierna, máxime cuando dice ser el presidente del gobierno.
Este hecho es muy preocupante porque a muchos les hace dudar de si España es un país desarrollado o moderno o si se está convirtiendo en Cuba o Venezuela a pasos imperceptibles. Los delirios de Sánchez pueden convertirse en los de todo un país si no se pone un límite a la ingeniería de masas que sirve para tener al populacho adormecido y embrutecido con la familia de la tele o de Broncano. Dañar tales estructuras psicosociales tiene un elevadísimo coste y la recuperación no es nada fácil. La población queda presa del miedo inherente que conviene a quienes gobiernan para no salir nunca de poder, al estilo de los dictadores que se encuentran allí años y años sin que los echen ni con agua hirviendo.
¿Algún parecido con el hecho de que desde Bruselas se imponga el control de las redes sociales, la disidencia o de la libertad de expresión? ¿No es ello un signo de que un país de tercermundista cuando censura a sus ciudadanos o desea hacerlo, con éxito o sin él? Tenemos pruebas de como se emplea la justicia con estos fines espurios o de cómo se busca el control ciudadano a cualquier precio para nadie saque los pies del plato, algo muy propio de este tipo de países. En este caso nos encontramos como la gangrena se va apoderando de la misma Europa y sus instituciones, cada vez más corruptas y fuera del control de legalidad deseable.
Todo apunta a que las diferencias entre países desarrollados y subdesarrollados se va borrando y confundiendo, al tiempo que los ciudadanos se acostumbran a la cultura de la pobreza espiritual, económica, cognitiva o de conocimiento y de conciencia en forma de auto respeto de uno mismo. ¿Uno de los objetivos de la agenda 2030?
España ya no es el tercer mundo, ya es el cuarto, un tirano al frente de la corporación España al que nadie va a echar ni él se va a ir a no ser que lo quiten sus jefes para poner a otro tirano aún peor como es el falso líder de la oposición Frijol, entre toda la clase política de arriba están convirtiendo esta nación en un estercolero lleno de paneles solares y molinos de viento y acabando con la agricultura y la ganadería, esa pocilga que gobierna este país es más bien una piara de cerdos corruptos que no hacen más que robar a los españoles para dárselo a esos seres de luz con los cuales están llenando la corporación para enfrentarlos a la población española que ya se parece a Mongolia perdonando a sus habitantes.