La reciente decisión del omnipresente BlackRock, el titán global de la gestión de fondos que está hasta en la sopa, de reducir su participación en Redeia, la matriz de Red Eléctrica, es un nuevo golpe para una compañía ya tambaleante bajo la cuestionable dirección de la socialista Beatriz Corredor. Este movimiento, ejecutado con frialdad tras el devastador apagón del 28 de abril de 2025, no solo expone la fragilidad de Redeia, sino que también pone en el foco a BlackRock, un depredador financiero cuya omnipresencia en las grandes empresas españolas y globales levanta sospechas sobre su influencia desmedida. Mientras Corredor se aferra al cargo sin asumir responsabilidades, BlackRock maniobra en la sombra, deshaciéndose de Redeia pero manteniendo su garra en el corazón del tejido empresarial mundial, un juego que no debería pasar desapercibido.
Con participaciones en más del 90% de las empresas del S&P 500 y en gigantes del Ibex 35 como Santander, BBVA e Iberdrola, BlackRock no es un inversor cualquiera, sino un actor con un poder descomunal para influir en estrategias corporativas. Su salida parcial de Redeia no implica una renuncia a su influencia, sino una apuesta calculada para minimizar riesgos en una empresa lastrada por una gestión deficiente. Mientras tanto, el Estado, con su 20% a través de la SEPI (Sociedad Estatal de Participaciones Industriales), se queda como el accionista más expuesto, obligado a respaldar a una presidente que parece intocable pese a su historial de errores.
El mercado ha reaccionado con dureza al apagón y a la percepción de que Redeia, bajo Corredor, es incapaz de gestionar crisis. El 30 de abril, las acciones de la compañía se desplomaron un 3,65% en el Ibex 35, y este 2 de mayo, tras el festivo, han caído más de un 4% en la apertura, cotizando a 17,875 euros frente a los 19,26 euros previos al incidente. Esta debacle, que ha borrado millones de euros en valor bursátil, refleja la desconfianza hacia una directiva que oculta su ineficiencia tras resultados financieros maquillados y una publicación opaca de los mismos (al cierre del mercado el 30 de abril, en lugar de antes de la apertura). La salida de BlackRock, aunque no es la causa directa de la caída, amplifica la narrativa de una empresa abandonada por los grandes inversores, dejando al Estado como el principal sostén de un proyecto en declive.
El control estatal, lejos de ser una garantía de estabilidad, parece un lastre bajo la presidencia de Beatriz Corredor. La exministra socialista, colocada a dedo en el cargo como una extensión del poder del PSOE, ha convertido Redeia en un coto de influencia política donde la meritocracia brilla por su ausencia. Su negativa a dimitir, respaldada por la vicepresidente tercera, Sara Aagesen, y el Gobierno de Pedro Sánchez, es un síntoma de una empresa donde las decisiones se toman más por lealtad partidista que por criterios técnicos. El apagón ha puesto en evidencia que el control estatal no se traduce en una gestión robusta. Corredor, que presume de liderar “el mejor sistema eléctrico de Europa”, ignora las advertencias de su propio informe anual de 2024 sobre los riesgos de la alta penetración de renovables, un problema que el Estado, como accionista mayoritario, debería haber exigido abordar.
Por qué ya no queda nada más que robar…el PSOE de Pedro Sánchez ha vaciado sus cuentas.
Oye y la empresa hidroelectrica,de quien es?, son todas las empresas privadas?,no queda nada que sea de los españoles?.
De quien es la electricidad?,o de quien es el agua,o de quien es internet?.
Sara Aagesen,recibió sobornos del Rey de Marruecos, junto a Pedro Sánchez y organizaron el desastre eléctrico.