La indefensión aprendida de Seligman explica cómo es posible crear un patrón de conducta de pasividad ante agentes de tipo aversivo o negativos que generan claras sensaciones de peligro frente a las cuales el sujeto es incapaz de reaccionar de ningún modo, aparentemente. El modelo en animales es de paralización ante el miedo, mientras en humanos el patrón es mucho más complejo. Es aquí donde entra la psicología social como arma de control y de guerra para poder predecir el comportamiento de la masa y establecer modelos de comportamiento que pueden ayudar al poder y sus satánicos ejecutores, de cara a desarrollar sus planes sin problemas. La introducción del trauma y del miedo, el primero que queda borrado a nivel mnésico como posible elemento al que acudir para entender la realidad y el segundo como alimento constante actúan como elementos esenciales.
El apagón del lunes bien se podría considerar como un experimento de indefensión aprendida, sobre todo ante la falta de información al haber un peligro sin que se dé información al respecto, tal como ocurrió desde Moncloa, junto al desconocimiento del tiempo en el que el estímulo aversivo iba a durar, lo cual genera una sensación de falta de control y de que puede ocurrir cualquier cosa, al activarse nuestro patrón inconsciente y emocional de supervivencia. Ellos lo saben y es de obligado cumplimiento que sean aleccionados en las malas artes de emplear la propia mente contra los mismos ciudadanos.
Me referiré a un experimento en el que se observa la complejidad de lo que estamos enfrentando. H. Matute (1993), inicia su investigación señalando como la indefensión aprendida se produce cuando un ser vivo asimila que no existe una relación entre su respuesta y su efecto, estando éste asociado a un resultado desagradable.
Seleccionados 43 estudiantes de la Universidad de Deusto y habiendo respondido dos tests, una de ansiedad y otro de depresión, fueron asignados a tres grupos experimentales: escape, acoplado y control (sin tratamiento). Los sujetos fueron expuestos a un sonido de 3000 Hz con un máximo de 5 segundos. La idea de diferenciar entre indefensión y superstición resultaba muy atractiva, por lo que cual fueron medidos por si repetían la misma conducta.
El experimento tuvo distintas fases:
- Presentación y test.
- Fase experimental en la que debían eliminar apagar el sonido pulsando las teclas 1, 2 ó 3 en combinación de dos o de uno. En el grupo de escape sólo era válido el número 21. Con 40 ensayos.
El nivel de superstición en el grupo acoplado fue del 56.03% durante dicha fase, con una fuerte ilusión de control, es decir que creían que una respuesta era suficiente magia como para eliminar el estímulo aversivo; en otras palabras, hablamos de pensamientos mágicos Quiere esto decir que en humanos, bajo ciertas circunstancias, la indefensión aprendida no produce miedo sino creencias absurdas bajo las cuales el sujeto cree escapar de la situación aversiva, lo cual, y aquí está lo peligroso, se anula la sensación de miedo y surge la de falsa tranquilidad ante la creencia de que todo está bajo control, aún en la peor situación imaginable.
La manipulación de masas está muy asociada al quehacer de lo que falsamente llamamos política, que en realidad no es preocupación por el ciudadano, sino todo lo contrario, es decir, ver como se puede administrar el sufrimiento a gusto del que gobierna, observar el modo en el que ante nuevas situaciones que podrían ser de provecho operan y el modo en el que la vulgar masa reacciona y la introducción de nuevos elementos para que el control social sea perfecto y no se salga de control, dado que la masa es considerada altamente emocional, inestable, impredecible e incluso infantil y caprichosa, aunque este último rasgo haya sido generado intencionadamente por quienes han jugado y siguen manipulando a la sociedad.
En las poblaciones altamente tecnologizadas y enmarcadas en falsas democracias, se crean ciertas creencias delirantes, entre las que destacamos las siguientes: No se puede alterar ninguna situación de orden social por muy mala que sea, dado que ello genera caos, razón por la que el único modo de resolución es acudir a las soluciones que el sistema putrefacto propone, es decir el voto, aunque se vicie. Consecuentemente, el hecho de que no se puede controlar una situación excluye cualquier tipo de preocupación o de análisis crítico. El estado, en tercer lugar, es una entidad demasiado compleja y alejada de lo que podría ser la vida cotidiana, de modo el ciudadano, siendo incapaz de entender el marco en el que se toman ciertas decisiones, prefiere no intervenir, siendo la misma impotencia razón más que suficiente para buscar estímulos que alteren la atención hacia aspectos muy superficiales que generen emociones pantalla, las cuales sirve para crear la sensación de que todo va bien y que cualquier dolor que podamos sufrir es altamente improbable. El sujeto, por ende, prefiere confiar en el futuro, en una especie de proceso natural y mágico en el que todo se pone en su lugar sin necesidad de hacer nada y sin esforzarse lo más mínimo, es decir, ausencia de sacrificio por búsqueda de felicidad, aunque sea temporal. En consecuencia, cualquier acción que implique agitar los hechos y que se sienta el pestazo a excremento acumulado supone crear el caos, siendo que en vez de ver la verdad y hacerse consciente de ella, el ciudadano infantilizado hasta el hartazgo de una panda de mafiosos, vive en la perpetua mentira. La fe y la ilusión propia de niños de cinco años e incluso de menos conduce a creer que es imposible que nuestro gobierno sea una asociación mafiosa y criminal capaz de matarnos cuando les venga en gana y empleando las peores artes de la mente de Satanás, haciendo necesario pensar que debe de haber algún miembro de ese gobierno que sea bueno para los intereses, aunque sean personales, completamente egoístas e incluso encierren ideas propias de psicópatas. Dado que la preocupación conduce al sufrimiento, a la enfermedad e incluso a la muerte, es mejor vivir como un ser hueco y sin sentimientos, aunque éstos acaben provocando males físicos por acumulación de estrés, negación de la realidad y muchos problemas que generan intranquilidad y miedo que el sujeto desfoga en actitudes de odio, de revancha impulsiva, de desprecio, de insolidaridad y desconfianza a cualquier ser humano.
Este es modelo cultural de Europa, donde cualquier dictador y criminal es votado por un pueblo con mentalidad de esclavos y asesina sin ningún problema, sin control y sin que la justicia haga nada contra él. Es el mundo donde el satanismo impera desde el poder y gobierna, eliminando a cualquier enemigo potencial, sin necesidad de inquisición alguna, bastando con introducir prácticas diabólicas en los gobiernos, mientras los pensamientos mágicos, absurdos e infantiles de la masa, drogada bajo el encantamiento de Satanás, se utilizan maliciosamente a la espera de su inevitable muerte.
El estado actúa de manera terrorista y es capaz de cualquier cosa, Bienvenidos a la religión de Lucifer, sobre todo cuando se actúa con la cobardía más propia de seres despreciables.