lunes, abril 7, 2025
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El milagro económico de España con el gobierno de Franco: aranceles, devaluaciones e impuestos muy bajos

El período conocido como el «milagro económico español» tuvo lugar entre finales de los años 50 y principios de los 70, durante el régimen de Francisco Franco. Este auge transformó a España de una economía agraria y aislada, marcada por la autarquía de posguerra, a una nación industrializada con un crecimiento sostenido que sorprendió al mundo. Este fenómeno no fue casualidad, sino el resultado de políticas económicas específicas, como los aranceles proteccionistas y las devaluaciones de la peseta, combinadas con un entorno fiscal que no asfixiaba a empresas ni ciudadanos. Sin embargo, tras la llegada de la democracia y la implementación de nuevos sistemas tributarios, España experimentó una caída económica que muchos consideran el preludio del desastre actual.

Tras la Guerra Civil (1936-1939), España quedó devastada y aislada internacionalmente. Durante los años 40, el régimen apostó por la autarquía, una política de autosuficiencia que, aunque evitó la dependencia externa, estancó la economía. Sin embargo, a finales de los 50, el agotamiento de este modelo llevó a un cambio radical con el Plan de Estabilización de 1959, impulsado por tecnócratas del Opus Dei y apoyado por organismos como el FMI y el Banco Mundial.

Uno de los pilares de este milagro fue la devaluación de la peseta. En 1959, se fijó un tipo de cambio realista de 60 pesetas por dólar, frente a las 42 anteriores, lo que hizo que las exportaciones españolas fueran más competitivas en el mercado internacional. Este ajuste atrajo inversión extranjera y disparó el comercio exterior, especialmente en sectores como el turismo y la industria. Las playas españolas se llenaron de visitantes europeos, y el «turismo de sol y playa» se convirtió en una fuente clave de divisas.

El otro gran pilar fueron los aranceles. Aunque el Plan de Estabilización liberalizó parcialmente la economía, España mantuvo un sistema de protección arancelaria que favoreció a la industria nacional. Estas barreras permitieron a empresas locales desarrollarse sin la presión inmediata de la competencia extranjera, mientras se incentivaba la producción interna. Sectores como la siderurgia, la automoción (con marcas como SEAT) y la construcción despegaron, apoyados también por una mano de obra barata y una demanda interna en aumento.

Además de aranceles y devaluaciones, el milagro económico se vio impulsado por la emigración y las remesas. Millones de españoles emigraron a países como Alemania, Francia o Suiza, enviando dinero a sus familias. Estas divisas fortalecieron la balanza de pagos y financiaron el consumo interno. Por otro lado, la inversión extranjera, especialmente estadounidense, creció gracias a los acuerdos de 1953 con EEUU, que incluyeron bases militares a cambio de ayuda económica.

Un detalle crucial fue el bajo nivel de presión fiscal. Durante el franquismo, no existía un sistema tributario como el actual. Empresas y ciudadanos no estaban ahogados por impuestos directos excesivos, lo que dejaba mayor margen para el ahorro, la inversión y el consumo. Este entorno permitió que el crecimiento económico se trasladara directamente a la mejora de las condiciones de vida.

Antes de la llegada de la Declaración de la Renta en 1978, los impuestos en España eran notablemente más simples y menos gravosos. Los ciudadanos pagaban tributos indirectos, como el Impuesto sobre el Lujo o el de Consumos, que gravaban bienes específicos, pero no había un impuesto progresivo sobre la renta personal. Las empresas, por su parte, tenían el Impuesto de Sociedades, pero con tipos mucho más bajos que los actuales y sin la maraña burocrática de hoy. Este sistema no asfixiaba la iniciativa privada ni el poder adquisitivo de los españoles.

El milagro económico reflejó esta filosofía: entre 1960 y 1975, el PIB creció a una media anual del 6-7%, una cifra comparable a los «tigres asiáticos». La renta per cápita se triplicó, y España pasó de ser un país rural a uno con una clase media emergente.

Con la transición democrática llegó un cambio radical en la política fiscal. En 1978, se introdujo la Declaración de la Renta, un impuesto progresivo que gravaba directamente los ingresos de los ciudadanos, su implementación coincidió con el fin del milagro económico. La crisis del petróleo de 1973 ya había golpeado a España, pero el aumento de la presión fiscal agravó la situación.

Empresas y ciudadanos comenzaron a soportar una carga impositiva creciente. El Impuesto de Sociedades subió, y la burocracia se multiplicó, ahogando la flexibilidad que había caracterizado el crecimiento anterior. A esto se sumó la entrada en la Unión Europea en 1986, que, aunque trajo beneficios, eliminó los aranceles protectores y expuso a la industria española a una competencia feroz para la que no estaba preparada.

Desde entonces, España ha vivido una montaña rusa económica: el boom inmobiliario de los 90 y 2000, seguido por la crisis de 2008 y una recuperación lenta. Hoy, en 2025, el país enfrenta un desempleo estructural, una deuda pública desbocada y una presión fiscal que muchos consideran insostenible. El milagro económico de Franco parece un recuerdo lejano.

El milagro económico español bajo Franco fue un logro histórico impulsado por aranceles, devaluaciones y una fiscalidad ligera que dio alas a la iniciativa privada. Sin embargo, la llegada de la democracia, con su carga tributaria y apertura económica, marcó el fin de esa era dorada. Hoy, mientras España lucha con sus desafíos económicos, el modelo franquista sigue siendo objeto de debate: un ejemplo de crecimiento sin igual, pero también de un tiempo irrepetible.

 

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