Por Alejandro Montero
En las últimas horas, los españoles nos hemos encontrado con un nuevo escándalo protagonizado por el entorno más personal y familiar del cabecilla del régimen dictatorial posmoderno, que para nuestra desgracia pretende perpetuarse en la Moncloa de por vida. En esta ocasión, el hermano de Pedro Sánchez ha sido imputado por un juzgado de Badajoz, a causa de haber sido supuesto beneficiario irregular de un relevante puesto en la Diputación de dicha provincia, cobrando durante años sin aparentemente realizar sus funciones con asiduidad.
La realidad es que esta situación tan controvertida, es tan solo una de las muchas en las que el dictador Sánchez y sus allegados se han visto involucrados. Nosotros, todos los españoles de bien, llevamos mucho esperando que su permanencia al frente del ejecutivo se dé por finalizada, y de esa forma por fin poder alcanzar la prosperidad que tanto tiempo llevamos anhelando. Sin embargo, podemos decir que nada parecer inmutar a este sujeto sin principios, obsesionado con mantener el sueldo y sillón de presidente.
Es un hecho que el PSOE se encuentra profundamente amenazado por la figura del empresario Aldama. Prueba de ello son las mafiosas amenazas que ha recibido, así como el intento de tiroteo que sufrió en su coche. Todo por haber declarado ante el juez que posee importantes pruebas que demuestran las prácticas inmorales del gobierno sanchista, habiéndose llevado a cabo dichas acciones, en una de las épocas más inciertas y devastadoras para nuestra patria, como es la pandemia del virus chino COVID-19.
Aldama defiende que fue intermediario en el pago de cuantiosas sumas de dinero a ciertas personas del círculo de Pedro Sánchez, tales como el exministro José Luis Ábalos, su asesor Koldo García y también al secretario de organización socialista Santos Cerdán. Dichas transferencias tendrían origen en la elaboración de ciertos contratos ilegales en la pandemia, con uno de los bienes más preciados por aquel entonces, las mascarillas. ¿De verdad está situación es incapaz de indignar a los españoles? ¿Lucrarse en una situación de colapso sanitario y de confinamiento nacional, no es algo que consideren como una gravísima falta hacia los principios éticos?
Por si fuera poco, bien sabido es que la esposa del dictador posmoderno, Begoña Gómez está tratando de poner trabas continuamente, tanto a la justicia como a cualquier investigación parlamentaria donde se solicita su comparecencia. La razón no es otra que asegura ser víctima de una cacería ultraderechista, por su mera condición de “primera dama”. Sin embargo, cada día que pasa, podemos decir que el círculo sobre ella se estrecha, y que los delitos que se le asocian, como el tráfico de influencias o apropiación indebida, parecen estar mucho más cerca de probarse.
Ante todas estas situaciones, la respuesta de nuestro presidente y sus secuaces siempre tiende a ser unánime, recalcando que todo es un “bulo” elaborado por el “fango” de los medios “fascistas” que pretenden derrocarles. Curiosamente, la historia no parecer estar muy de la mano del PSOE en lo que a decir la verdad se refiere. Para empezar, Pedro Sánchez venció en la moción de censura asegurando que forzar la dimisión del expresidente Mariano Rajoy, supondría el fin de la corrupción en nuestro país, lo cual es más que evidente que está lejos de producirse.
Este dictador posmoderno, además, ha accedido al poder en numerosas ocasiones faltando a la integridad de su palabra, y solicitando el voto con promesas inciertas. Entre ellas se encuentran el famoso: “Con Pablo Iglesias de vicepresidente no dormiría tranquilo”, o aquellas frases relacionadas con las cesiones a golpistas, separatistas y a la ETA política: “Se lo digo 5 veces, con Bildu no vamos a pactar”, “Los separatistas querían la amnistía y no la ha habido”.
Bajo mi punto de vista, la situación de España es cuanto menos crítica, y lo peor de todo es que el principal partido de la oposición se muestra incapaz de plantar cara eficientemente al sanchismo. El PP parece ofuscado en salvarle la vida al PSOE siempre que sea posible, y considero que mientras en la calle Génova permanezcan centrados en que sus decisiones sean de buen recibo para la izquierda, Pedro Sánchez tiene todo el camino libre para desarrollar su agenda satánica 2030, e implantar los pilares del wokeismo que atentan contra nuestra cultura y valores tradicionales.
En mi opinión, la reciente presencia de Feijoo en el congreso de UGT, tan solo ha servido para caricaturizar una vez más su imagen, como la de un líder sumiso a los principales chiringuitos del zurderío en este país. Tampoco me parece de recibo, la excesiva tibieza del peperismo hacia algunos asuntos sociales, de nuevo únicamente para evitar ser calificados como neonazis por las fuerzas de izquierda. Tal es el caso de la férrea defensa de ciertas ramas regionales del PP hacia los problemáticos MENAS o hacia mantener vigentes las leyes de la ideología de género.
No podemos olvidar tampoco, que, en el Parlamento Europeo, pese a que los diputados peperiles españoles sí se han negado a apoyar la candidatura de Teresa Ribera, no han impedido que el resto de su familia política haya avalado a esta peligrosa aliada del régimen sanchista. Un nuevo balón de oxígeno a los socialistas, como si hubiese motivos para premiarles, tras las negligencias de Ribera a la hora de gestionar las consecuencias de la DANA en la provincia de Valencia, así a como los numerosos escándalos que les salpican.
En conclusión, Pedro Sánchez parece indiferente a todas las recientes controversias donde se encuentra involucrado, y su rol narcisista e incluso psicópata le inducen a buscar perpetuarse en la presidencia del gobierno. Sus declaraciones en el congreso de UGT, donde asegura que sí o sí ganará los comicios del año 2027, así como de años sucesivos, recuerdan a discursos típicos de dictaduras bolivarianas como la Venezuela chavista, o el castrismo cubano. Por eso mismo, es más importante que nunca una reflexión por parte de la oposición, sobre todo del PP, para impulsar estrategias con las que combatir a este régimen dictatorial posmoderno.