Por Alfonso de la Vega
Es evidencia de razón que España y Europa atrapadas en las redes imperiales y unipolares de la OTAN están quedándose fuera del devenir mundial y del creciente apogeo de Eurasia. Un extraordinario fenómeno histórico que muestra la decadencia de Occidente. Por su servilismo masoquista abducido perdiendo el presente y las oportunidades de futuro en beneficio de los BRICS y del emergente mundo multipolar del que van a quedar ausentes.
Bergoglio lo ha entendido así y ha viajado a Oriente. Sin embargo, lo de Bergoglio es muy sui generis. No ha ido para reivindicar allí los mejores valores de Occidente como pueda ser el Cristianismo sino como una especie de rendición o desistimiento o endoso. Quizás porque lo de los viajes papales ya no son lo que eran, bien por ser espectáculos ya demasiado vistos y previsibles o por la poca categoría del protagonista. Bien porque según la aberrante doctrina bergogliana es malo hacer proselitismo anunciando el evangelio. De modo que el morbo o suspense se suele encontrar en las ocurrencias más o menos heréticas o escandalosas que suelta Bergoglio en el singular avión sin huella de carbono al regreso a palacio mientas muy compungido le toma la fiebre a la sufrida Pachamama.
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Sí, los viajes de Bergoglio no son para extender la buena nueva evangélica sino para explicar muy serio y puesto en razón que en realidad “da igual Juana que su hermana”, por lo que en pura coherencia no se entiende muy bien a qué va salvo para quizás intentar salir en la tele como una presumida Gloria Swanson venida menos en la escalera de Sunset Boulevard.
Lo de insistir en que “la diversidad de religiones es un don de Dios” es impropio y contraproducente del jefe y CEO de la multinacional religiosa más importante del mundo si es que quiere “vender” algo en mercados ajenos. Salvo que tal aserto se haga desde el un pragmático ateísmo globalista mostrado en anteriores ocasiones y en tal caso no le faltaría razón: todos serían caminos hacía ninguna parte. El incoherente Bergoglio ya había mostrado su verdadero jaez al denostar a España y a la Hispanidad por haber llevado el evangelio a la sanguinaria América precolombina. Un ataque contra la Institución que se supone representa e incluso por ello también contra él mismo. Cuando escuchas a Bergoglio pontificando urbi et orbi sobre materias ajenas a su conocimiento o cometidos evangélicos y espirituales pero a mayor granjería de la plutocracia anglojudía internacional no puedo menos que admirarme de la desfachatez de sus pintorescas teorías de quita y pon, según convenga, acerca del proselitismo. Condenable cuando se retrataba de los heroicos misioneros españoles que con el evangelio en la mano intentaban domesticar a los antropófagos precolombinos, pero harto beneficioso y conveniente cuando se trata de engordar la cuenta de resultados de la plutocracia liberticida que le ha aupado al trono de San Pedro.
Lejos quedan las palabras del Fundador al que pretendidamente dice representar y al que corrige: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio«…o bien, “Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al Padre si no es por Mí”.