viernes, septiembre 27, 2024
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Unas cuántas tonterías

Decir “tengo libertad de…” es lo mismo que decir “tengo la posibilidad de…”, lo mismo que decir “tengo el poder de…”. La libertad no es pues un objeto, no es material; y lo que no es material ¿Podemos decir que es espiritual? Pero imaginemos por un momento que sí es un objeto, solo a efectos didácticos. Imaginemos que tengo una naranja en mis manos y le pongo, de nombre, “Libertad”. Imaginemos que la desgajo y le pongo un apellido distinto a cada gajo: Algo así como “libertad de asociación”, “libertad de reunión”, “libertad de expresión” etc. Aunque separe los gajos, está claro que todos son parte de la misma naranja, de la misma libertad.

Si tiro a la basura el gajo que he llamado “libertad de expresión”, dejaré de ver la naranja entera (Ya no veré una forma esférica). Al eliminar la libertad de expresión, estoy eliminando un aspecto de la libertad y ya no podré entender la libertad como un concepto unitario. Si me preguntan ¿Qué es una naranja? tendré que admitir que no lo sé, que solo veo gajos. Puede que dé conferencias sobre alguno de esos gajos que veo, puede que escriba libros, pero todo será como hablar de la cuadratura del círculo pues si he olvidado lo que es la naranja ¿no olvidaré también lo que es un gajo-de-naranja?

-Pero hay gente que, usando la libertad de expresión, dice cosas ofensivas-.

Todos hemos ofendido a alguien en alguna ocasión ¿no? ¿Aceptarías que te impusieran un mes de prisión cada vez que alguien se muestra ofendido por lo que dices?

-Ejem… Bueno… Es que hay quién se ofende por cualquier cosa-.

Y ahí está el meollo del asunto. El que se ofende es un receptor del mensaje. El emisor puede ver que otros agradecen ese mismo mensaje ¿Debería dar más importancia a los que se enfadan que a los que se alegran?

-Pero es que hay gente que dice cosas que pueden dañar, por ejemplo, la psicología infantil, ¿No habría que limitar eso?-

Piensa en un niño de seis o siete años que entra, por primera vez, a una iglesia y se encuentra con la imagen de un individuo chorreando sangre, con las manos y los pies atravesados por clavos, con un boquete en el pecho. ¿Puede haber algo más traumático para él? Por cierto, seguro que alguien se habrá ofendido al leer lo que acabo de decir. ¡Pero no nos desviemos! La cuestión es que, si la libertad es una posibilidad, un poder, ni siquiera puede concebirse como un derecho. Los derechos se piden a los poderosos y ellos los conceden (o no). La libertad es algo que debe coger uno mismo pues el hecho de tener que pedirla, el hecho de pedir permiso ¿no evidencia falta de libertad? La libertad es un poder que solo existe en el presente, que solo se puede coger ahora. Si pienso que está en el futuro, nunca la alcanzaré. ¿Tengo ahora libertad para decir lo que estoy diciendo? Por supuesto. ¿Por qué estoy tan seguro? Pues porque ya lo he dicho. ¿Cabe una prueba mejor?

-Entonces, ¿cuando alguien se burla de mi Dios, como acabas de hacer tú, debo permitirle que siga?-

Si tu Dios es un auténtico Dios, seguro que no se sentirá afectado por mis comentarios. ¿O es que dudas del poder de tu Dios? ¿Crees que, si no lo defendieras, lo podría matar yo con mis palabras? ¿Te necesita tu Dios para sobrevivir? ¿No puede vivir sin ti? Si piensas que tu Dios necesita que lo defiendas, estás afirmando que te consideras más poderoso que él. Eso es vanidad, es ego. Eso es lo que te da miedo: tu “pecado”, no mis palabras.

La libertad es ausencia de miedo, nada más. ¡Y nada menos! Cualquier límite que se imponga a la libertad provoca miedo pues ¿Cómo podré seguir escribiendo si pienso que mis palabras van a ser juzgadas por miles de personas entre las que, seguro, hay unas cuantas que se ofenden por cualquier cosa, como tú mismo has dicho? Entonces empezaré a autocensurarme, a impedirme la libertad a mi mismo.¡El sueño de los poderosos hecho realidad! Pongamos el ejemplo de las redes sociales. Sin duda, son el mejor medio de comunicación entre los seres humanos. Podemos utilizarlas para comunicarnos noticias importantes, para aprender unos de otros, pero salta a la vista que lo que más se comparte son noticias intrascendentes y gatos haciendo monadas. ¿Y eso por qué? Porque los poderosos están poniendo límites a la libertad de expresión y eso causa miedo a los usuarios. ¡No se sienten libres! En la era de la información la gente teme compartir información ¿No es paradójico?

-Es que todos estamos siendo espiados. Todo lo que hacemos en internet queda grabado y algún día lo pueden utilizar en nuestra contra-

Sí, es verdad que los medios de información del poder se encargan de repetir eso a fin de que nadie utilice internet para nada importante y en ello tienes la prueba de que los poderosos no te quieren sabio. ¿Qué pueden temer más los que se consideran tus dueños que el hecho de que seas consciente de tu libertad?

La idea de libertad está ligada a la idea de crecer, de desarrollarse, de expandirse, de medrar, de vivir y es por eso que no se lleva bien con ninguna creencia, porque las creencias son fijas, estáticas, no se mueven con la vida, no evolucionan. Cuando alguien se siente atacado por las palabras de otro está evidenciando su inseguridad. Su propio enfado le está diciendo que hay una debilidad en su sistema de pensamiento, una incongruencia, una contradicción. Entonces puede utilizar la nueva información que se le brinda para testarlo, para encontrar sus fallos y «repararlos». Eso es crecer en consciencia. Poner límites a la libertad significa pretender parar el natural crecimiento de la vida. Es por eso que Evelyn Beatrice Hall dijo aquello de “No estoy de acuerdo con lo que dices pero defenderé a muerte tu libertad de decirlo”. No lo dijo por altruismo sino porque era consciente de que, cuando defiendes la libertad de otro, estás defendiendo tu propia libertad, de que cuando permites a otro crecer te permites crecer a ti mismo. Si no eres consciente de esto, te puede suceder lo que a mí, hace unos días: Alguien me dijo -Yo respeto tu libertad de expresión, lo que no respeto son las tonterías que dices-. Para él, la libertad ya no era, ni siquiera un gajo de naranja. Para él no era más que una cáscara vacía.

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