El rock español despierta este martes con un vacío inmenso. Jorge Martínez, conocido como Jorge Ilegal o simplemente Jorgón, líder, cantante y guitarrista de la mítica banda asturiana Ilegales, ha fallecido a los 70 años en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) de Oviedo, donde permanecía ingresado desde hacía varias semanas. La causa de su muerte ha sido un cáncer de páncreas agresivo que le fue diagnosticado en septiembre pasado y que, pese al tratamiento, avanzó de manera fulminante, impidiéndole superar la enfermedad. Martínez, rodeado de amigos en sus últimos momentos, se despidió pensando en la música: una canción inconclusa y un sueño frustrado de subirse al escenario una vez más.
Con más de cuatro décadas de trayectoria ininterrumpida, Ilegales se erigió como uno de los pilares del rock punk español, un trío (guitarra, bajo y batería) que definió su sonido como «música peligrosa» y que vendió cientos de miles de discos con letras provocadoras, melodías contagiosas y una actitud gamberra que rayaba en la violencia. Su partida deja huérfano a un género que él mismo ayudó a forjar, desde los sótanos de Asturias hasta los grandes festivales internacionales.
Jorge María Martínez García nació el 1 de mayo de 1955 en Avilés, Asturias, en el seno de una familia de noble linaje pero empobrecida por las circunstancias económicas de la posguerra. Su padre, secretario de Justicia Municipal, le inculcó un sentido del deber, pero las tensiones familiares marcaron su juventud: Martínez abandonó los estudios de Derecho sin terminarlos y se marchó de casa a los 20 años, atraído por el imán de la música.
La radio fue su escuela: odiaba la copla española y se enganchó al rock internacional desde niño. A los 12 años, «Black is Black» de Los Bravos lo golpeó como un rayo, seguido de Elvis Presley, Teen Tops y Lone Star. En una Asturias de desempleo rampante y reyertas callejeras, Martínez sacó el carnet de músico bajo el franquismo y tocó en orquestas locales. Paseaba por Gijón con un palo de hockey como arma improvisada tras una pelea, un detalle que encapsulaba su espíritu indómito.
Soltero y sin hijos, Martínez vivía solo en su madurez, coleccionando soldaditos de plomo y guardando nostalgia por una exnovia perdida en la heroína. Se describía como un «provocador nato», sin miedo a la muerte –»Soy un indigente en cuestión de miedo», decía– y con una filosofía vital resumida en «Antes morir que perder la vida».
La carrera de Martínez despegó en 1977 con Madson, una banda de rock and roll provocador que formó junto a su hermano Juan, en medio de hurtos y una Asturias convulsa. Pronto evolucionó a Los Metálicos, que en 1982 se rebautizó como Ilegales –desechando el nombre original «Los Hijos de la Gran Puta» por algo más comercial– y grabó su debut homónimo con el respaldo de Víctor Manuel, quien intercedió ante CBS para editarlo. El disco voló: 200.000 copias vendidas, un récord para un grupo periférico.
Ilegales fusionó nueva ola, punk y rock gamberro, con temas de violencia urbana y salvajismo adolescente. Su sonido era cristalino, lejos del ruido caótico del punk británico: guitarras diestras, melodías coreables y la voz arrolladora de Martínez. Álbumes clave incluyen Agotados de esperar el fin (1984), que consolidó su fama, y La lucha por la vida (2022), un repaso a cuatro décadas con colaboraciones estelares de Bunbury, Loquillo, Luz Casal, Andrés Calamaro, Vetusta Morla y La Polla Records, entre otros.
Himnos como «Tiempos nuevos, tiempos salvajes» (un retrato crudo de la España de los 80), «Soy un macarra» (sobre ser hortera y vivir «a toda hostia»), «¡Hola, mamoncete!», «Heil Hitler!» (una gamberrada antihippie) o «Las rosas trepadoras asesinas» definieron generaciones. En total, más de 15 discos de estudio, giras internacionales y un documental, Mi vida entre las hormigas (2017), que exploró la violencia inherente a su proyecto.
Los 90 trajeron exabruptos televisivos y una pérdida de frescura por adicciones en la banda, pero Martínez resucitó con Jorge Ilegal y los Magníficos (años 2010), incursionando en ritmos latinos de los 30-50, antes de volver a Ilegales con Joven y arrogante (2025), su último álbum. Anunció una gira de despedida en 2010, pero su energía lo mantuvo en los escenarios hasta el cáncer lo frenó.
Sus conciertos eran rituales de arrogancia: broncas con el público, solventes sónicamente y cargados de entusiasmo contagioso. «Si la muerte me mira de frente, me pongo de lao», cantaba en un guiño a su vitalidad.
El 19 de septiembre de 2025, Ilegales emitió un comunicado suspendiendo la gira de promoción de Joven y arrogante, con unos 20 bolos pendientes, incluido uno en Oviedo el 14 de septiembre para las fiestas de San Mateo. Martínez necesitaba concentrarse en su recuperación, pero el cáncer de páncreas –diagnosticado como agresivo– no dio tregua. Pasó las últimas dos semanas hospitalizado con dolores intensos, rechazando prolongar su sufrimiento: «No quiero vivir esta parte de mi vida».
Hasta el final, su mente bullía de ideas musicales. Roberto Nicieza, bajista y amigo, veló su última noche y lo despidió como «destrozado», destacando cómo Martínez planeaba un regreso imposible.
Martínez no solo fue la voz del rock más duro y puro; fue un titán que inyectó irreverencia e inteligencia al punk español, alejado de la fiesta pop y anclado en la resistencia comunitaria. Desde Asturias, un territorio periférico, conquistó el centro con un sonido melódico pero contundente, influenciando décadas de rock patrio. Canciones como «Agotados de esperar el fin» o «Luminoso viento nocturno» (de 2025) revelan un lado tierno tras la fachada punk.
Su impacto trasciende: himnos ineludibles de los 80, revivals en los 2000 y un documental que inmortalizó su «vida entre hormigas». Asturias llora a una de sus grandes voces y guitarras; el rock español, a su último provocador.
La noticia ha desatado una ola de condolencias en redes y medios. «Estoy roto… Me va a costar entender la vida sin él», escribe el periodista Carlos H. Vázquez en un obituario para El Confidencial, prometiendo «atravesar besugos en su honor» –un guiño a las locuras compartidas. El Comercio titula: «Muere Jorge Martínez, de Ilegales, y deja huérfano al rock español». El Mundo y La Opinión de Murcia lo despiden como «el último titán».
Fans como Lorena Cabrerizo evocan: «Grande Jorge, grandes los Ilegales. Su muerte es casi la de un amigo. Que la tierra te sea leve». Astur Gladiator lo recuerda como «un talento descomunal… absolutamente brillante». Fernando Navarro, de El País y Cadena SER, subraya: «Indomable e irreverente, puso el rock en primera línea como música de resistencia».
En Mariskal Rock, lo definen como «una de las personalidades más carismáticas, irreverentes e inteligentes de la historia de nuestro rock». Pablo González (La Nueva España) cierra: «Fin de una era. Buen viaje».
Jorge Martínez no se fue en silencio: su legado resuena en cada acorde salvaje. Asturias y España lo lloran, pero su música –esa «música peligrosa»– perdurará como un grito eterno contra la mediocridad. DEP, Jorgón.

