miércoles, noviembre 26, 2025
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Un libro oportuno e importante

Por Alfonso de la Vega

Juan Soto Ivars está consiguiendo un apabullante éxito con su valiente libro Esto no existe, que viene a probar que lo que narra, el gravísimo problema social inducido por el socialismo de las denuncias falsas por violencia de género, en verdad sí existe. Un éxito del que me congratulo por varios motivos. El primero porque el tiempo y esfuerzo dedicado a investigar, recopilar datos y escribir un libro por desgracia no suele estar bien reconocido en España y me alegra que esta vez no haya sucedido también así. En especial cuando se trata de un tema considerado por tabú por el degenerado socialismo WOKE vigente, por lo que así se reducen las posibilidades de ser linchado o cancelado con éxito por las nuevas furias ménades asesinas del Orfeo contemporáneo.

En la sinopsis de presentación del libro se puede leer este resumen:

Una mirada crítica a la ley contra la Violencia de Género.

Las mujeres maltratadas recibieron un escudo necesario con la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género de 2004. En veinte años de vigencia, muchas se han salvado gracias a él, pero nadie ha querido mirar a esas otras mujeres que, fingiéndose víctimas, emplean el escudo como espada. La sociedad ha respondido siempre con un «Esto no existe» a cada denuncia falsa que estas mujeres han utilizado como arma arrojadiza.

Hay quien dice que es mejor no hablar de esto. Pero no se hace daño diciendo la verdad, sino callando. Si ayer se callaba sobre la vida oculta y martirizante de las mujeres maltratadas y encerradas con un bestia, hoy se calla sobre la vida oculta y martirizante de los hombres enganchados en los resortes puntiagudos de un mecanismo de protección empleado como trampa mortal.

Es un fracaso palmario de un país en su lucha por la igualdad. Se ha tachado de «negacionista» a quien mencionaba este fenómeno y se ha impuesto una espiral de silencio. Este libro, donde todas las víctimas tienen su lugar con independencia de su sexo, pretende contribuir a destruirla.”

Es curioso que si bien toda muerte es lamentable, se publiquen las estadísticas de víctimas femeninas pero no las masculinas. Una fácil estimación grosso modo y sui generis pudiera indicar que serían mayores. Con los estragos económicos, morales y sociales causados por el pertinaz socialismo los suicidios aumentan, se estiman en unos cuatro mil al año, de los que tres cuartas partes son hombres y otra cuarta, mujeres. En la hipótesis conservadora de que un diez por ciento se debiese a la desesperación causada por una ley injusta, las víctimas varones serían unas trescientas.

La malvada ley de violencia  de género en la medida que conculca principios inherentes a todo sistema democrático digno de tal nombre y también constitucionales como el de la igualdad ante la ley, la no discriminación por razón de sexo, o la presunción de inocencia, en rigor debería resultar inconcebible en un régimen verdaderamente constitucional y democrático y no el degradado que disfrutamos en el que el Mal se disfraza de Bien y el Bien se calumnia como Mal. Constituye una anomalía incluso con tintes criminales de la que son moralmente cómplices quienes la han introducido, la mantienen y aplican.

La defensa de la mujer es deber moral de todo hombre de honor o bien formado, que en consecuencia debe ver de modo favorable el feminismo auténtico, el dirigido a preservar su dignidad. Pero justo lo contrario es el impuesto hembrismo actual, algunas de cuyas intenciones más o menos ocultas es combatir el Amor mediante la guerra de sexos, la destrucción de la familia y promover la soledad, el desarraigo y la devastación social revolucionaria.

No obstante, creo que este proceso de depravado feminismo WOKE que padecemos posee una indisimulable maldad espiritual, constituye una forma de satanismo. Un modo de infestación diabólica que pretende transformar y de momento con bastante éxito el ideal femenino de la Dama por el de las hembristas de furor uterino desmadrado. Escapadas del hermoso mito de Orfeo, uno de los más importantes y valiosos de la civilización occidental, aúllan a sus anchas las nuevas ménades que hacen oneroso bulto maloliente y rugiente en el lazareto de leprosas morales de la Montero y demás orcos de su hembrista ralea oclocrática, felizmente hoy renovada por la protectora ferrolana de consumidores de pornografía infantil y violadores condenados. Las enfurecidas ménades tracias asesinaron a traición al héroe civilizador y patrono de la Música, la mayor de las Artes. Y con ella, el Amor y la Cultura. Hoy se reproduce el mito clásico. Un pobre Orfeo que se encontraba desconsolado por la pérdida de su amada Eurídice. No conozco a ningún oyente que no se haya conmovido con el triste canto del Che Faró senza Euridice  en la preciosa, sublime, versión de Gluck. Insensibles, salvajes, monstruos escapadas del averno, además de asesinarlo, y con él a civilización, lo despedazan, repartiendo sus restos por la geografía helénica. El sabio mito nos enseña que el furor uterino desmadrado de las feroces hembristas es incompatible con la civilización y menos con el ejercicio de las Artes. Pero requieren un exorcismo como diabólicas energúmenas.

El mito de Orfeo, igual que el de Psiquis o los de Demeter en los Misterios eleusinos forman parte de nuestra mejor tradición cultural y civilizadora de Occidente, que no podría entenderse sin ellos.

A grandes males, grandes remedios, se observan incipientes muestras de que la sociedad empieza reaccionar ante tanta canallada, muestras entre las que estaría precisamente el éxito del libro de Soto.

No obstante, pese a los revolcones judiciales, el socialismo intenta mantenerse a cualquier coste. En lo que quizás pudiera apreciarse como un intento de contraataque o acaso una nueva provocación pretende nombrar fiscal general en sustitución del ya condenado por el Supremo a una miembro de singular parecido con la Margarita Robles, defensora del tristemente célebre “solo el sí es sí” que produjo la hembrista escandalosa suelta de violadores.

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