Trump presiona a Zelenski con un controvertido plan de 28 puntos para Ucrania: cesiones territoriales y fin de la OTAN a cambio de un alto el fuego
En un movimiento que ha sacudido las relaciones transatlánticas, la administración del presidente Donald Trump ha ultimado un ambicioso pero polémico plan de paz de 28 puntos para poner fin a la guerra en Ucrania, negociado directamente con Moscú y sin la participación inicial de Kiev. El documento, filtrado esta semana y verificado por fuentes ucranianas, impone condiciones drásticas a Ucrania, incluyendo la cesión de facto de Crimea y partes del Donbás, un tope militar severo y el cierre definitivo de las puertas de la OTAN.
Trump ha dado a Volodímir Zelenski un plazo perentorio: hasta el próximo jueves para firmar, bajo amenaza de un agravamiento del conflicto. El plan, descrito por un alto funcionario de la Casa Blanca como «no fácil» pero «inevitable» para terminar con la guerra, llega en un momento crítico. Zelenski, quien se reunió este jueves con oficiales del Ejército estadounidense en Kiev, lo ha calificado como «uno de los momentos más difíciles en la historia de Ucrania».
Mientras tanto, el Kremlin, a través de su portavoz Dmitri Peskov, ha insinuado que podría servir de «base para un acuerdo final», aunque Moscú niega haber participado formalmente en su redacción.
La filtración, atribuida a Axios, ha desatado una tormenta diplomática: Europa lo ve como una «traición al Memorando de Budapest de 1994», y analistas lo tildan de «lista de deseos rusos disfrazada de paz».
Cesiones territoriales y desarme: el precio de la supervivencia
El núcleo del documento radica en sus concesiones territoriales, la sección más controvertida. Ucrania debería reconocer de facto la soberanía rusa sobre Crimea, Lugansk y Donetsk –incluyendo el control estadounidense sobre estos territorios–, y congelar las líneas del frente en Jersón y Zaporiyia, dejando estas regiones en un limbo sin autoridad efectiva de Kiev pero sin administración plena de Moscú.
A cambio, Rusia se compromete a no reclamar más territorios y a retirar tropas de áreas desmilitarizadas, como la porción de Donetsk aún bajo control ucraniano, que se convertiría en zona neutral internacional.
El desarme es otro pilar duro: las Fuerzas Armadas ucranianas, que Zelenski estima en 980.000 efectivos, se limitarían a 600.000, implicando la desmovilización de al menos 380.000 soldados. Además, Kiev consagraría en su Constitución la renuncia perpetua a la OTAN –una cláusula sin precedentes para la Alianza–, y no se permitiría el despliegue de tropas de la OTAN en suelo ucraniano.
Los cazas europeos se realojarían en Polonia, un guiño a la disuasión oriental. En el ámbito nuclear y energético, el plan exige que Ucrania permanezca como Estado no nuclear bajo el Tratado de No Proliferación, y propone reactivar la central de Zaporiyia –bajo control ruso– con una división equitativa 50/50 de la electricidad, supervisada por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
También se pactaría la no obstrucción rusa al tráfico comercial en el Dniéper y el libre envío de grano por el mar Negro.
Garantías de seguridad opacas y reconstrucción
Washington promete «garantías de seguridad fiables», similares a las de la OTAN, pero los detalles son vagos: podrían incluir presencia militar o solo compromisos escritos. EE.UU. recibiría «compensación» por ellas, y estas se invalidarían si Ucrania invade Rusia o comete «errores» como un misil accidental sobre Moscú o San Petersburgo.
En caso de agresión rusa, se restaurarían sanciones globales y se revocaría el reconocimiento territorial. El paquete de reconstrucción es ambicioso: un fondo liderado por EE.UU. para alta tecnología (IA, logística), restauración de gasoductos y extracción de minerales, más 100.000 millones de dólares de activos rusos congelados invertidos en Ucrania –con el 50% de beneficios para Washington– y otros 100.000 millones de Europa. Ucrania ganaría acceso preferencial al mercado de la UE durante la revisión de su candidatura, aunque sin vetos explícitos de Rusia o EE.UU.
Rusia, por su parte, sería reintegrada a la economía global: alivio gradual de sanciones, un acuerdo comercial a largo plazo con EE.UU. en energía, Ártico y minería, y su regreso al G8. Se crearía un grupo de trabajo bilateral EE.UU.-Rusia para supervisar el cumplimiento, excluyendo nuevamente a Ucrania.
Amnistía, elecciones y supervisión de Trump.
Otras medidas incluyen un intercambio total de prisioneros «todos por todos», devolución de civiles y niños, y un programa de reunificación familiar. Se otorgaría amnistía general a todos los implicados en el conflicto, sin excepciones por bando, y se prohibiría la «ideología nazi» en ambos países, junto con programas educativos para fomentar la tolerancia y eliminar prejuicios.Kiev debería convocar elecciones presidenciales y parlamentarias en 100 días tras la firma, un plazo no exigido a Rusia.
El acuerdo sería vinculante, supervisado por un «Consejo de Paz» presidido por Trump –similar al de Gaza–, con sanciones para infractores. El alto el fuego entraría en vigor inmediatamente al retirarse las tropas a líneas acordadas.
Reacciones: de la euforia trumpiana al rechazo europeo
La Casa Blanca, a través de la secretaria de Prensa Karoline Leavitt, defiende el plan como un «reflejo de la complejidad» donde «ambos bandos ganan más de lo que ceden».
El enviado especial Steve Witkoff, con aportes de Marco Rubio y Jared Kushner, lo elaboró consultando al emisario ruso Kirill Dmitriev. Trump, fiel a su estilo, lo ha llamado «mi obra maestra diplomática».Sin embargo, el rechazo es ensordecedor. Zelenski insiste en un «paz real y digna» que respete la soberanía ucraniana.
Líderes europeos en declive como Emmanuel Macron y Friedrich Merz lo ven como «capitulación sin garantías», recordando las promesas de 1994. Senadores estadounidenses como Mike Rounds y Jeanne Shaheen lo describen como una «lista de deseos rusos» filtrada para presionar a Kiev.
En redes sociales, el debate arde: analistas lo llaman «plan para una guerra futura», argumentando que debilita a Ucrania y divide a la OTAN. Con negociaciones en Ginebra inminentes –donde Rubio y Witkoff se encontrarán con delegaciones ucraniana y rusa–, el plazo del jueves pende como una espada de Damocles.
¿Aceptará Zelenski estas cesiones para un cese de hostilidades, o resistirá, arriesgando un aislamiento mayor?
En el tablero global, Trump juega a ganar, pero el costo para Ucrania podría ser irreversible. Putin ha negociado con Trump y este es el resultado:
- Rusia guarda silencio ahora y lo guardaría en el futuro, con el plan de EEUU de atacar selectivamente a Venezuela, mientras se deteriora el régimen de Maduro hasta su caída.
- Cuba y Colombia serían las siguientes en caer, implantándose en toda América la doctrina Monroe: “América para los americanos”, con la eliminación de los narcoestados.
- A cambio, Putin fagocitaría parte de Ucrania y la coinvertiría en un estado satélite. EEUU guardaría silencio. La Europa Comunitaria (UE) quedaría convertida en una comparsa sin más misión en el mundo, que esperar a que la influencia cultural y económica norteamericana fuera minando la ideología Woke, hasta hacerla desaparecer del continente.
- Con ello y aprovechando el crecimiento de los partidos patriotas en Europa y el sentimiento popular anti Bruselas y anti burocracia de la UE, se acabaría con la actual deriva pro China y pro musulmana de la Comisión Europea, revolucionando la composición del Parlamento Europeo.
- Rusia aprovecharía la coyuntura para aliarse con las formaciones políticas anti globalistas emergentes en Europa, ejerciendo de nueva potencia vencedora en Europa.
- La Federación Rusa se alejaría del bloque Irán, China, India, y se alinearía solapadamente como aliado de EEUU en el mundo.
- Trump y EEUU despejarían la incógnita de tener como enemigo geoestratégico a Rusia, con la que llegaría a muchas alianzas, entre ellas la del control del Ártico, en detrimento de China.
- Estados Unidos tendría únicamente como enemigo a batir, a China en Europa, África, América y el Pacifico, centrando todos sus esfuerzos económicos, militares y diplomáticos en esta tarea.
La jugada de Trump es maestra, pero va a conllevar la desaparición de Ucrania como ente soberano, que pasaría a ser un territorio almohadilla entre la UE y Rusia con vocación a ser troceada, ante las reivindicaciones de Hungría y Rumanía de los territorios arrebatados por los soviéticos al final de la II Guerra Mundial e incorporados a la República Soviética de Ucrania.
El resultado, lo veremos estos días. Como diría Julio Cesar: “alea jacta est”.

