miércoles, noviembre 26, 2025
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Satan.-ás: copartícipe de las apariciones de Lourdes

Es preciso discernir que el humo del Infierno se ha colado en las apariciones de Lourdes pero que, a pesar de la actuación de los demonios, María no deja de ser Inmaculada en su concepción, Corredentora y nuestra abogada.  

Asimismo, es importante entender que las apariciones marianas son sucesos muy tardíos en la historia de la Iglesia Católica. En el primer milenio, no se relata ninguna. Las apariciones están situadas casi todas al final del segundo milenio, en los siglos XIX y XX. Forman parte de los últimos tiempos. 

Además, tanto las visiones de Jesucristo como las apariciones marianas siempre fueron gestionadas y controladas desde la Compañía de Jesús. Los descendientes de los Templarios que son los Jesuitas ya estaban insistiendo desde hacía años (desde Gregorio XVI, el predecesor de Pío IX) para validar el dogma de la Inmaculada Concepción. Podemos citar al jesuita Carlo Passaglia que, además de definir el dogma finalmente aprobado por Pío IX en 1854, apostó por la pérdida del poder temporal del Papa. 

Los Jesuitas están estrechamente vinculados con otra pieza oculta de este peculiar puzzle: el Priorato de Sión, siempre presente en este tipo de acontecimientos religiosos. El vigésimo cuarto gran maestre de la Orden entre 1844 y 1885, el masón y ocultista Victor Hugo tuvo, de incógnito, en 1843, una estancia de dos meses en Lourdes (y alrededores). Describió su llegada como “mágica”, palabra bastante anticristiana. Estaba buscando la Ciudadela del Temple, en Cauterets, a 33 kilómetros de Lourdes. Estuvo también en Luz-Saint-Sauveur donde los Templarios practicaban la alquimia. 

El 11 de febrero de 1858 (notamos el 11, número maestro esotérico), una niña de 14 años vio en la gruta de Massabielle a una joven vestida de blanco con un cinturón azul y una rosa amarilla en cada pie. La gruta nos recuerda a la de la Sainte-Baume donde María Magdalena, tan venerada por los Templarios y el Priorato de Sión (a causa de su descendencia) vivió en penitencia los últimos 30 años de su vida. 

Este mismo día, 11 de febrero de 1858, el nacionalista italiano, Felice Orsini, miembro de la Carbonería que había intentado asesinar a Napoleón III (primer presidente de Francia) escribía a este último desde la cárcel una carta, en la cual lo exhortaba a unirse a la causa de la Independencia de Italia, causa que el mismo Napoleón III había defendido en su juventud. Sin embargo, fue sentenciado a muerte y acudió con templanza a la guillotina el 13 de marzo de 1858. El 13 de marzo de 1858 fue el día de la novena aparición de la Dama blanca. Durante esta aparición, la Señora le dio a Bernadette Soubirous una oración personal y le enseñó el misterio de la penitencia. 

Hay que subrayar que el atentado fallido incrementó la fama del Emperador francés y de su mujer Eugenia de Montijo. Durante las 18 apariciones de Lourdes, Napoleón III estuvo involucrado en el inicio de la expedición franco-española a Cochinchina (actual Vietnam), motivada por su sed de poder, riqueza y expansión colonial en esta Segunda Guerra del Opio (1856-1860). Igualmente, las apariciones de Lourdes dieron prestigio a Francia. Para el mismo fin, Napoleón III utilizó el mito de Juana de Arco (descendiente del Priorato de Sion), ordenando sacar sus presuntas reliquias encontradas en una farmacia parisina en 1867 (se trataba de una falsificación realizada a partir de una momia egipcia) para inaugurar la exposición Universal de 1867 y demostrar la grandeza del Segundo Imperio francés. 

Podemos añadir que su tío, Napoleón Bonaparte entró en guerra con todos las naciones europeas que habían desterrado a los Jesuitas. 

Si creemos al autor Jean-Baptiste Estrade, recolector de impuestos en Lourdes, hubo una alerta, el 19 de febrero, en ocasión de la cuarta aparición. Cuando Bernadette reveló que la aparición había sido perturbada por extraños y numerosos clamores que parecían subir del río Gave y se contestaban unos a otros, como las vociferaciones de una muchedumbre tumultuosa. 

El 15 de abril, el alcalde de Lourdes, Anselm Lacadé redactó un informe sobre otras visionarias que aseguraron haber visto la aparición y se multiplicaron en varios pueblos de la región. A manera de ejemplo, tenemos a Madeleine Cazaux, de 45 años, mala mujer y adicta a la bebida que explicaba haber visto a una niña de diez años. En cuanto a Honorine Lacroix, de 40 años y prostituta, dijo que había percibido a la Virgen, la cual tenía la forma de una niñita de cuatro años. 

Ahora bien, a los dos metros cincuenta de la bóveda de la gruta, en un punto al cual no se podía llegar sin una pequeña escalera, se abría un corredor estrecho que descendía abruptamente en el interior de la roca, desembocando en un espacio oval. Se sobreentiende que para deslizarse en este hueco era necesario arrastrarse boca abajo en una posición bastante poco decente para una mujer. La primera vez, las videntes habían incluso trepado sin vergüenza al altar levantado en el fondo de la gruta. A partir de ese momento, los peregrinajes a la galería se multiplicaron. Una joven, Josephine Albario, de 15 años, empezó a llorar y a agitarse, por lo que se vieron obligados a conducirla a casa y a acostarla. Declaraba que había visto a la Inmaculada Concepción, llevando a un niño en brazos y junto a ella a un hombre con una larga barba y que esta aparición la perseguía hasta su cama.

El 18 de abril, la propia sirvienta del alcalde fue presa de convulsiones delante del altar, al rezar su rosario. En lo referente a Marie-Bernard de Carrère-basse, pretendía haber visto en la gruta a un anciano con barba blanca, una mujer y un niño. El anciano tenía llaves en una mano y con la otra, se enrollaba los bigotes. Además, había observado ademanes poco decentes hechos por los 3 personajes. Los videntes de ambos sexos y sus agitaciones se prolongaron hasta comienzos de 1859. Las manifestaciones alcanzaron un tal grado de exageración que se produjo un verdadero escándalo y el párroco de Lourdes, Antoine Estrade debió pedir desde el púlpito a los padres que controlaran mejor a sus hijos, los cuales faltaban a menudo al colegio y cuyas extravagancias se producían también en casa. A veces, llevaban velas en la mano y se arrodillaban junto a los charcos. Un día, Dominique Vignes, Marie Portan, Dominiquelle Cazenave, Ursule Nicolau tiraron ramos de flores al Gave diciendo que la Aparición no quería ni lirios ni rosas. Una niña gemía y aullaba delante del hueco de la roca como cachorro de perro, sin embargo, a ella, se la honraba y se la besaba con devoción. En cuanto a Jean-Marie Pomiés, de 13 años y a Jean-Marie Sarthe de 10, estaban obsesionados por la aparición, corriendo detrás de ella por las calles y dentro de las casas, como si le estuvieran dando caza. Sus gritos se asemejaban a aullidos, y sus movimientos no eran armoniosos. Cada niño llevaba en la mano un rosario nuevo que no habían sido bendecido y, no obstante, no querían otros. Los movían delante de sus rostros. Corrían en todas direcciones, medio agachados y con el rostro contorsionado. Cierta tarde, un visionario, con la cabeza coronada de laureles gritó: “¡Besen la tierra, cuarenta veces!” y los asistentes besaron la tierra. Otro día, Barraóu se puso a trepar por las cortinas con muecas espantosas, rechinando los dientes. Para más inri, como los visionarios habían visto a Bernadette comer una hierba amarga que crecía al fondo de la gruta (por orden de la Aparición), entonces les agradaba imitar este acto. En cuanto a Laurent Lacaze, de 10 años, vio junto a la aparición, de pie, a su derecha y a su izquierda, a dos hombres vestidos de negro, con boinas azules. La mujer y los dos hombres tenían puestos zapatos negros.

No sé si hace falta seguir contando cómo este momento histórico estuvo lleno de influencias satánicas. Así como las Apariciones de Fátima fueron más que dudosas y su continuación, las de Garabandal, aún peores, las de Lourdes resultan complicadas de entender. Bernadette conoció de parte de la aparición tres secretos (lo mismo pasó durante las apariciones de Fátima en 1917 y de la Salette en 1946) y se los reservó para ella sola, sin revelarlos a nadie, ni siquiera al Papa (Pío IX). ¡Cuánto misterio!

Notas:

Giovanni Maria Mastai Ferretti: Pío IX: fue masón, habiendo pertenecido a la Logia Eterna Cadena en Palermo. Con el número 13.715, en 1839, se presentó una credencial en la Logia Fidelidade Germánica, al este de Nuremberg, que estaba en poder del hermano Giovanni Ferreti Mastai, debidamente autenticada, con el sello de la Logia Perpetua de Nápoles. Ferretti pasó dos años en Chile y fue luego elegido Papa en 1846, momento en que traicionó su juramento. La Logia Eterna Cadena así como Víctor Manuel II, Rey de Italia y Gran maestre de la Masonería decidieron expulsarlo por traidor. Pío IX fue hecho prisionero el 20 de septiembre de 1870 por los masones que conquistaron la Unificación italiana, encabezados por Garibaldi, Mazzini, Cavour y Manzoni. La sociedad secreta Carbonería (de la cual formaba parte Juana de Arco) también participó en la unificación italiana. 

Claire Gruié
Francesa afincada en Madrid desde hace 20 años. Docente del idioma francés. Se interesa en la "revelación de los últimos tiempos" intentando desvelar las verdades ocultas al público y exponer las mentiras, sobre todo, en el ámbito eclesiástico. Colabora con el periódico digital ÑTV España donde escribe artículos desde septiembre del 2021.
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