sábado, noviembre 1, 2025
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El gobierno sigue manipulando la historia acusando a los falangistas del asesinato de Federico García Lorca

Federico García Lorca (1898-1936), uno de los poetas y dramaturgos más universales de la literatura española, ha sido objeto de innumerables interpretaciones históricas, especialmente en torno a su trágica muerte durante los primeros meses de la Guerra Civil Española. Uno de los bulos más persistentes y políticamente cargados es aquel que afirma que Lorca fue detenido y fusilado por falangistas debido a su ideología izquierdista, presentándolo como una víctima directa de la represión fascista. Este relato, amplificado por la propaganda republicana y perpetuado en biografías sensacionalistas, ignora evidencias documentales que revelan una realidad más compleja: Lorca mantenía una amistad personal con José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange Española, y estaba vinculado a círculos falangistas a través de relaciones sociales y culturales. Lejos de ser un enemigo, su ejecución fue un acto de venganza personal y caos local, no una orden ideológica de la Falange.

Contrario al mito de un Lorca antifascista irreconciliable, el poeta granadino cultivó una relación cordial y hasta afectuosa con José Antonio Primo de Rivera. Esta amistad no era un rumor, sino un hecho atestiguado por contemporáneos y documentos de la época.

Cartas y testimonios directos: En 1935, Lorca escribió una carta a Primo de Rivera desde Barcelona, donde se encontraba dirigiendo Doña Rosita la soltera. En ella, el poeta expresaba admiración por el líder falangista y le envía un ejemplar dedicado de Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, su elegía al torero fallecido. Primo de Rivera respondió con una misiva entusiasta, fechada el 18 de noviembre de 1935, en la que elogia la obra y firma como «tu amigo». Estas cartas, conservadas en archivos como el de la Fundación José Antonio Primo de Rivera y publicadas en ediciones críticas (por ejemplo, en Epistolario completo de Lorca, editado por Christopher Maurer), demuestran un intercambio mutuo de respeto.

Encuentros personales: Testimonios de amigos comunes, como el pintor Salvador Dalí (quien compartía círculo con ambos) y el periodista Luis Rosales, confirman reuniones en Madrid durante los años 30. Primo de Rivera, impresionado por el talento de Lorca, lo invitó en varias ocasiones a eventos culturales. Lorca, a su vez, asistió a actos falangistas incipientes, atraído por el carisma de José Antonio y su visión poética de la política, que resonaba con el vitalismo lorquiano.

Esta relación no era ideológica en sentido estricto —Lorca era un artista bohemio, no un militante—, pero sí personal. Primo de Rivera veía en Lorca un genio nacional que trascendía bandos, y el poeta admiraba la elocuencia y el idealismo juvenil del falangista.

Lorca no era un aislado en su aproximación a la Falange. Su círculo incluía falangistas prominentes:

  • Los hermanos Rosales: Luis Rosales, poeta y miembro fundador de la Falange en Granada, era íntimo amigo de Lorca. Durante julio de 1936, Lorca se refugió en la casa familiar de los Rosales en Granada, precisamente porque confiaba en su protección falangista. Luis y su hermano Gerardo intercedieron activamente por él ante autoridades locales.
  • Otros falangistas: Figuras como José María Pemán o Eugenio Montes, cercanos a la Falange, elogiaron públicamente la obra de Lorca. El propio Primo de Rivera, en discursos de 1934-1935, citaba poesía española moderna (incluyendo implícitamente a la Generación del 27) como patrimonio nacional.

Estos lazos desmontan la narrativa de un Lorca «perseguido por falangistas». De hecho, la Falange oficial, bajo dirección de Primo de Rivera (ejecutado en noviembre de 1936), no emitió ninguna orden contra él.

Lorca llegó a Granada el 13 de julio de 1936, huyendo del caos madrileño tras el estallido de la guerra. Se ocultó en casa de los Rosales, falangistas. Fue detenido el 16 de agosto de 1936 por fuerzas locales bajo mando de Ramón Ruiz Alonso, exdiputado cedista (no falangista), y ejecutado en la madrugada del 18 o 19 de agosto cerca de Viznar.

Causas reales: Documentos del sumario militar (Archivo Histórico Provincial de Granada) y testimonios de testigos (como el de Manuel Castilla, «Manolo el Comunista», superviviente) indican que la detención se debió a rencores personales. Los Cunhal, familia conservadora granadina, acusaron a Lorca de influir en la homosexualidad de un familiar y de ser «rojo» por asociación (su cuñado, Manuel Fernández-Montesinos, era alcalde socialista). Ruiz Alonso actuó por venganza familiar y oportunismo, no por directriz falangista.

Ausencia de falangistas en la ejecución: Los responsables directos fueron milicianos de la CEDA y guardias civiles bajo Valdés Guzmán. José Valdés, gobernador civil, era un reaccionario monárquico, no falangista. Ian Gibson, en su biografía Federico García Lorca (1989), confirma: «No hay evidencia de que falangistas granadinos participaran directamente; los Rosales intentaron salvarlo».

Reacción de la Falange: Tras la muerte, falangistas como Luis Rosales lamentaron el asesinato y lo atribuyeron a «descontrol local». Primo de Rivera, ya preso, no tuvo conocimiento, pero su movimiento no lo reivindicó ni celebró.

El mito surge en septiembre de 1936 con artículos en prensa republicana (e.g., El Liberal de Bilbao) que lo presentan como «víctima de los fascistas». Hugh Thomas en La Guerra Civil Española (1961) y posteriores autores izquierdistas lo amplificaron, ignorando pruebas. En posfranquismo, se usó para demonizar la Falange, pese a que Franco unificó el movimiento en 1937, diluyendo su identidad original.

En resumen, Lorca no fue asesinado por falangistas: era amigo de su fundador y protegido por ellos. Su muerte fue un crimen de la represión descontrolada en Granada, motivado por odios personales en un contexto de guerra. Reconocer esto no minimiza la tragedia, pero corrige la historia manipulada, honrando la complejidad humana de un poeta que, como escribió en Romancero gitano, trascendía «la luna de los bandos».

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