lunes, octubre 6, 2025
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Una audiencia inoportuna

Por Alfonso de la Vega

En lo que a lo mejor pueda considerarse como otra extravagancia similar a bendecir un cubo de hielo, pero de modo muy poco oportuno, el pasado miércoles día uno de octubre el sucesor de Bergoglio recibió en audiencia privada al presidente de la Generalidad de Cataluña, Salvador Illa. Como suele ser habitual el Vaticano no ofreció detalles sobre el contenido de la reunión. Sin embargo sí lo hizo el político nacionalista catalán quien aseguraría tras el encuentro que había trasladado al Papa su “preocupación por los conflictos mundiales” y la necesidad de contar con “referentes morales” que aborden los cambios actuales desde una óptica “humanista” y respetuosa con los derechos humanos, la convivencia y el diálogo. También dijo haber explicado a León XIV “la situación de Cataluña”, con referencias a Montserrat y su “importancia en la vida social y cívica catalana” y su Milenario. No parece que le aclarara, aunque es de suponer que ya lo sepa Prevost, que Montserrat es un nido histórico de golpistas e incluso pederastas. No deja de ser curioso amén de revelador tal interés por el santuario en el dirigente de un partido enemigo de España y del Cristianismo como demuestra una y otra vez así como que el norteamericano lo recibiera antes que a otros políticos españoles.

¿No se le ocurre a nadie más que a Illa para recibir en el Vaticano? El medio es el mensaje. Desde luego el momento no puede ser más inoportuno cuando se va cumplir el 91 aniversario del sangriento y cobarde golpe de Estado perpetrado desde el mismo palacio de San Jaime por el traidor presidente catalán Companys. Y también en la misma semana en la que el hijo de Netanyahu no se sabe si como desahogo personal o con carácter oficioso amenazaba con que Israel pudiera reconocer al sedicioso Estado catalán independiente.

Lo de la mal llamada memoria histórica es para lo que les conviene. Después que en octubre de 1934 el sangriento golpe de Estado contra la República fuera derrotado gracias a la fortaleza y contundencia del entonces presidente del gobierno republicano, Alejandro Lerroux, socialistas y separatistas catalanes se compincharon para eludir las consecuencias penales de sus crímenes.  Así fue, con la colaboración del obtuso y pusilánime Jefe del Estado, el presidente de la República Niceto Alcalá Zamora, alias El Botas.  El resultado del proceso exculpatorio fue la amnistía de los criminales que se dispusieron a preparar el siguiente golpe. Ya lo advirtió otro participante en los hechos, el socialista Largo Caballero, luego presidente del gobierno rojo, dispuesto a provocar la guerra civil cuando se perpetraría el vil asesinato por parte de las «autoridades» rojas catalanas de sacerdotes, monjas y fieles católicos.

Hoy, casi un siglo después, la Monarquía tropieza en los mismos errores históricos que precipitaron la caída de la Segunda República: no castigar de modo contundente, por cobardía, complicidad, corrupción o felonía, la rebelión criminal contra España y el sistema constitucional. Al revés, se blanquean como «normales» y «democráticos» los mayores desatinos. Y el Vaticano también parece algo desmemoriado. Ni un gesto, tampoco de la cobarde CEE, solidario para defender a un sacerdote al que escandalosamente se pide prisión por ejercer su derecho reconocido en la constitución a la libertad de opinión con un lúcido y coherente alegato en defensa del Cristianismo amenazado.

Tampoco parece ser que se hablara del espinoso escándalo del trapicheo de mascarillas o pinchazos, negocios sucios a costa de la vida o del patrimonio de muchas víctimas. Uno como investigado ministro de la Corona, el otro no dejó de aconsejar la inoculación masiva desde su Chiclayo peruano.

También se especula con que acaso Illa llevase el encargo secreto del falsario de sondear hasta qué grado el Vaticano estaría dispuesto a consentir en la profanación de la basílica del Valle de los Caídos consagrada por el Papa Juan XXIII.

El dirigente catalán asumiendo como propias facultades de política exterior ajenas se permitió invitar al Papa a visitar el año que viene Cataluña, como si fuese el jefe de un estado independiente.

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