Cuando hace un año, el 29 de octubre de 2024, empezamos a ser conscientes de la grandísima tragedia que se había producido en Valencia y en Letur, Albacete, todos nos volcamos para tratar de ayudar y tratar de saber qué es lo que había pasado exactamente.
No hizo falta esperar demasiado tiempo para darnos cuenta de que, lejos de ser un accidente o un trágico evento meteorológico, lo que se había llevado por delante la vida de tanta gente era algo completamente organizado con premeditación y alevosía. Porque, ¿cómo era posible que hubiera habido inundaciones en lugares en los que ni siquiera había llovido?
¿Por qué se abrieron las compuertas de los pantanos? ¿Por qué no se avisó a la gente? ¿Cómo es posible que tras esas terribles inundaciones no acudiera nadie a ayudar? ¿Dónde estaban los militares? ¿Dónde estaban los bomberos? ¿Dónde estaban los servicios públicos de emergencias? ¿Por qué se llegó incluso a impedir que todo aquel que acudía a ayudar pudiera hacerlo?
A las pocas horas, y viendo que nuestros compatriotas valencianos eran abandonados a su suerte por los responsables políticos, fue la gente anónima de toda España la que se organizó y acudió a prestar esa ayuda que los políticos negaron a los afectados. «Negaron», quédense con esa palabra porque es la que mejor define el comportamiento que tuvo la mafia política por aquel entonces.
A partir de ese momento volvimos a caer en la trampa de confiar en nuestros compatriotas. Volvimos a pensar que con lo tremendamente grave que había sido lo sucedido, habría un antes y un después con respecto a la escoria política que nos gobierna. Nos volvimos a equivocar.
A los pocos días la gente acudía al encendido del árbol de Navidad en la mismísima ciudad de Valencia, como si nada hubiera pasado a pocos kilómetros de distancia. Y no solo eso, inmediatamente surgió la división de rojos y azules con vomitivas manifestaciones del «y tú más» para defender o atacar al político de turno.
Pero la cosa no ha quedado ahí, con la inestimable colaboración del siempre servil justicia y los subvencionados medios de manipulación, a estas alturas cada vez menos gente recuerda lo sucedido o tiene la menor consideración por las víctimas o sus familiares. A estas alturas ya forman parte de un frío número estadístico que, además, ha sido manipulado descaradamente sin que haya habido consecuencia alguna.
Y ahora, cuando tan solo ha pasado un año y las heridas de las víctimas todavía sangran, nos volvemos a dar cuenta de que, desgraciadamente, las cabezas siguen funcionando con forofismos, en lugar de hacerlo con sensatez, empatía, valentía, racionalidad o justicia. Y lo peor de todo es que creen estar siendo justos porque todos creen estar en posesión de la verdad, sin darse cuenta de que lo único que están haciendo es facilitar el trabajo a los responsables de este crimen para que todo quede en el olvido lo antes posible.
El eterno día de la marmota de una sociedad que, debido a su dejadez e irresponsabilidad, está pasando de ser víctima a ser culpable y máximo responsable de su negro destino. Ya no hay vuelta atrás, se recoge lo que se siembra.

