miércoles, octubre 15, 2025
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Magdalena del Amo: “El imperio económico del aborto y otros oscuros intereses impiden categorizar el Síndrome postaborto en el DSM y en el CIE”

En el imaginario colectivo la palabra aborto sugiere sangre, dolor y muerte. Pero quienes defendemos la vida no tenemos ningún inconveniente en pronunciarla cuantas veces sea necesario. En cambio, quienes lo proponen y defienden no se atreven a llamar a las cosas por su nombre; por eso la ingeniería social ha tenido que crear una manera más suave para despojarlo del horror que supone eliminar la incipiente vida de un ser inocente. No admitimos el eufemismo “interrupción voluntaria del embarazo”, ni su acrónimo IVE. Aborto suena fuerte y mal. No podría ser de otra manera para designar lo que, en realidad, es una ofrenda satánica ofrecida en los altares del Príncipe de este mundo. 

No puede haber consentimiento informado si no se suministra una información adecuada y apropiada

Se vuelve a hablar estos días sobre las consecuencias del aborto y el derecho de las mujeres a ser debidamente informadas, a propósito de una iniciativa del grupo municipal de VOX en el Ayuntamiento de Madrid. La oposición de la izquierda, fiel a su insistente conjura contra la vida desde hace décadas, no se ha hecho esperar y, cual automática reacción, diputados y diputadas –como les gusta decir– empezaron a vociferar y a echar espuma por la boca. A la izquierda “woke” le parece que aún se aborta poco y el gobierno sanchista pretende imitar a Francia blindando el mal llamado “derecho” en la Carta Magna.

También estos días se ha opinado y debatido en diferentes medios de comunicación sobre la falta de constancia científica del denominado Síndrome postaborto (SPA); opiniones ligeras que dejaban ver un desconocimiento total sobre un tema serio, doloroso y trascendente que, aparte de sensibilidad y un respeto a ultranza por la vida, requiere mucho tiempo de investigación y estudio. Intentaremos arrojar un poco de luz al respecto.

El aborto deja secuelas, sí. El Síndrome postaborto (SPA) es una realidad. Se trata de una modalidad de Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT), esto es, un trauma psíquico para el cual la mujer no está emocionalmente preparada; con algunas diferencias específicas y otras propias, como el sentimiento de culpa, la necesidad de reparación y el secretismo que lo rodea, tanto por la mujer como por el entorno.

Hay cientos de estudios que avalan el Síndrome postaborto

El síndrome postaborto ha sido ampliamente estudiado en Estados Unidos, Canadá, Finlandia, Suiza, Reino Unido, Suecia, Nueva Zelanda y también en España. Sin embargo, el imperio económico y los intereses que sostienen el aborto son tales que, a pesar de las investigaciones, es difícil que la información llegue al gran público a través de los medios de comunicación generalistas. Y a pesar de figurar en manuales de psicología y de psiquiatría de universidades norteamericanas y de otros países, las presiones de los colectivos proaborto y los prejuicios políticos y científicos impiden su categorización en el DSM y en el CIE, debido fundamentalmente a un sesgo ideológico, y también a que, al no estar incluido en el material de estudio en muchas universidades del mundo, no se estudia y, por tanto, no se diagnostica. Por ello, los profesionales de la salud mental que no conocen los criterios diagnósticos del síndrome, se limitan a tratar los síntomas.

Sin embargo, las secuelas son tan evidentes que, en países como Holanda, donde el aborto es legal, uno de los criterios de selección de enfermeras es que no se hayan practicado un aborto, ni que hayan participado en el de otra persona, debido a que las secuelas emocionales, según sus protocolos, son incompatibles con la labor sanitaria.

Los colectivos proabortistas siempre se han mantenido reacios a admitir los diferentes estudios que evidencian el Síndrome postaborto. La International Planned Parenhood (IPPF) lo admitió a regañadientes cuando no le quedó más remedio, pero siempre presionó para que no se publicasen papers ni artículos sobre el SPA en revistas científicas.

En cualquier caso, sobre el SPA existe una nutrida bibliografía creada en los últimos cincuenta años, más que suficiente para que este trastorno sea reconocido; máxime si consideramos que el corpus de la enseñanza psiquiátrica no se construyó sobre estudios controlados de muestras de cientos de sujetos, ni con estadísticas significativas, sino a partir de investigaciones sobre personas singulares estudiadas en profundidad.

Según la Real Academia de Obstetricia de Inglaterra, las probabilidades de tener problemas psicológicos y psiquiátricos graves y permanentes después de un aborto pueden alcanzar al 59 por ciento de las mujeres que han abortado. En la misma línea, las investigaciones de la Universidad de Baltimore demostraron que un 64 por ciento de las mujeres que se habían practicado un aborto tuvieron que ser ingresadas en hospitales psiquiátricos.

El equipo de Priscilla K. Coleman del Human Development and Family Studies, de la Bowling Green State University, EE.UU., ha demostrado que las mujeres que han tenido abortos, bien espontáneos o provocados, tienen un 99 por ciento y un 144 por ciento más de probabilidades de abusar y maltratar a sus hijos que las que no han pasado por esa experiencia. Si son varios abortos, el riesgo puede incrementarse en un 189 por ciento [1].

Las adolescentes que abortan suelen necesitar ayuda psicológica

Otro estudio del mismo equipo demostró que las adolescentes que abortan tienden cinco veces más a necesitar ayuda psicológica; y que las que abortan forzadas por terceras personas tienen más secuelas. A pesar del rigor científico de estos estudios, la catedrática Coleman denuncia la desidia de los medios de comunicación a la hora de publicar sus estudios. De hecho, le costó trabajo que el Journal of Youth and Adolescents publicara el estudio que acabamos de citar en el párrafo anterior; trabajo muy alabado, sin embargo, por Brendam Malone, portavoz del grupo provida Family Life International de Nueva Zelanda, quien señala que las conclusiones de Coleman descartan el viejo mito de que para una adolescente es más saludable abortar que tener el bebé.

Estos estudios se corresponden con el del Instituto Elliot de EE.UU., al señalar que las adolescentes con antecedentes de abortos provocados tienen más dificultades para relacionarse y son más propensas a desarrollar problemas psicológicos. En esta misma línea, la psicóloga y expresidenta de AVA de España, Beatriz Mariscal, especializada en adolescentes, coincide al apuntar que “frecuentemente las menores se ven abocadas al aborto por la presión de su entorno o pareja, lo que incrementa el riesgo de que, tras la traumática intervención, sufran el Síndrome postaborto”. Advierte además que los embarazos de repetición son más frecuentes entre adolescentes. “Tras un aborto no deseado desean reemplazar al hijo perdido. […] No deberían permitirse los abortos a menores sin que lo sepan sus padres ya que, sin su apoyo, las menores embarazadas se lanzarían a abortar ante el más mínimo dilema, sin saber todo el mal que se estarían haciendo a ellas mismas. […] Los padres tienen que ayudar a sus hijos para que superen la crisis y puedan apoyarse en ellos” [2].

Brenda Major señala, a propósito de una investigación realizada por un grupo de investigadores, que, de las 854 mujeres del grupo de control, el 60 por ciento presentaba secuelas emocionales después de haber abortado, algunas muy severas [3].

Estudios de la Organización Mundial de la Salud indican que las embarazadas que han abortado por problemas psiquiátricos son más propensas a padecer disfunciones mentales después del aborto, y cuanto más grave sea el diagnóstico psiquiátrico, más perjudicial será poner fin al embarazo.

Otras investigaciones concluyen que las mujeres que abortan por problemas de salud, incesto o violación tienen un mayor riesgo de padecer trastornos mentales y psiquiátricos graves que aquellas que lo hacen por razones socioeconómicas [4].  

A una pregunta de Lord Rawlison en el Parlamento Británico, en 1994, sobre los efectos psíquicos y psicosociales del aborto en la mujer, el Royal College of Psychiatrics contestó que los riesgos para la salud psíquica de la madre, por abortar en el primer trimestre, eran menores que los que conllevaba el seguir adelante con el embarazo no deseado. Pero, como rectificar es de sabios, en marzo de 2008, el mismo Colegio aseguró que el aborto provocado suponía un riesgo importante para la salud mental de las madres y se recomendó que se asesorara debidamente de las consecuencias a las mujeres que deseasen poner fin a su embarazo. Recomendaron asimismo actualizar la información, con edición de folletos enunciando los riesgos, pues “no puede haber consentimiento informado si no se suministra una información adecuada y apropiada”, concluyeron.

Cuando hace unos años se presentó la enmienda al proyecto de Ley de Fertilización Humana y Embrionaria para reducir el plazo para abortar, de 24 semanas a 20, no fue aceptada en la Cámara de los Comunes del Reino Unido, a pesar de que el 59 por ciento de los ingleses se habían mostrado a favor de la reducción. Posiblemente, habían influido los recientes redactados del diario The Sunday Times sobre los efectos del Síndrome postaborto, y la muerte de Emma Beck que se suicidó después de abortar a sus gemelos. “El vientre materno debería ser un lugar sagrado”, manifestó el ministro conservador, a la sazón, Edward Leigh.

El psiquiatra y psicoterapeuta italiano Tonino Cantelmi y la psicóloga clínica de la misma nacionalidad, autores de publicaciones sobre el SPA y responsables del Centro para el Tratamiento del Síndrome postaborto, con sede en Roma, denuncian que no se tomen más en consideración los efectos psicológicos del aborto, cada vez más evidentes y que “no parecen estar determinados por la educación recibida o por el credo religioso”.

La IPPF, la mayor promotora de abortos del mundo, ha reconocido el SPA

La IPPF que había negado durante décadas el Síndrome postaborto, como informamos unos párrafos atrás, lo ha admitido en un documento titulado “Plan trienal y programa de objetivos a largo plazo”. En uno de sus párrafos leemos: “Una serie de estudios y encuestas de los opositores han mostrado que la incidencia del trauma postaborto en clientes de abortos quirúrgicos puede llegar a alcanzar a un 91por ciento de los casos. Algunos informes recientes del Instituto Alan Guttmacher, que no han sido publicados, indican que el alcance del problema puede haber sido correctamente calculado en dichos estudios…”.

La organización feminista Movimiento Manuela Ramos y el Consejo de la Población –que promueve el aborto en el Tercer Mundo– también reconocen las secuelas del aborto y lo han hecho patente en su libro Desde las mujeres. Visiones del aborto. Nexos entre sexualidad, anticoncepción y aborto, que muestra las historias de varias mujeres.

Psiquiatras y psicólogos de España reconocen las secuelas del aborto

El informe Mujer y salud mental que realizó la Asociación Española de Neuropsiquiatría, en 1993, señala entre los rasgos de las mujeres que abortan más de una vez, inmadurez, inestabilidad emocional, aversión a los métodos anticonceptivos, sexualidad pasiva y dependiente, problemas de pareja y trastornos mentales, como esquizofrenia, psicopatía y paranoia. Y aún se pueden añadir algunos más.

Los psiquiatras españoles Carmen Gómez Lavín y Ricardo Zapata García, tras realizar la historia clínica y la exploración psicopatológica a un grupo de mujeres aquejadas de Síndrome de estrés postraumático, realizaron un estudio cuyos resultados están en línea con otros ya realizados. Los síndromes que padecían las mujeres del estudio “cumplen criterios diagnósticos DSM-IV y CIE-10 de TEPT. Esto es lógico, ya que, aunque los criterios diagnósticos de trastorno postraumático incluyen apartados que no forman parte de los criterios del TEPT, los tres criterios diagnósticos nucleares del TEPT sí se encuentran reflejados, de una u otra forma, en los criterios del Síndrome postaborto”.

En Estados Unidos, los grupos de prevención como el Instituto Nacional de la Familia y Defensores de la Vida, donan equipos de ultrasonido a mujeres que tienen dudas sobre su embarazo. La Clínica de la Mujer, de Londres, ofrece tratamiento postaborto. En Estados Unidos, hay asociaciones de mujeres como Mujeres explotadas por el aborto (WEBA, por sus siglas en inglés), que recientemente han formado la plataforma internacional Silent No More que trata de concienciar a la sociedad sobre los efectos del SPA en la mujer, y las invita a romper su silencio contando su historia.  

Al desconocer las secuelas, ni las mujeres ni los propios profesionales las identifican

Hay que reconocer que en este campo de la sanidad la mujer está muy desprotegida, porque los grupos antivida han trabajado afanosamente en divulgar que el Síndrome postaborto no existe. Es preciso que las mujeres reciban información completa sobre las secuelas físicas y psíquicas antes de someterse a esta intervención de consecuencias, en muchos casos, irreversibles. También es necesario que escuchen los testimonios de personas que han abortado, de mujeres que han sobrevivido al aborto y las historias de enfermeras y médicos implicados en la Cultura de la Muerte que, un día, cuando se convencieron del horror, pidieron perdón y dieron un giro a sus vidas. Seguiremos informando sobre este extremo tan oculto que lucha por salir a la luz.

NOTAS:

1 Acta Pediátrica 2005, 94., Cfr. AVA.

2 Las feministas de género y la IPPF reivindican que las niñas a partir de los diez años puedan abortar y tener acceso libre a los anticonceptivos, en virtud de un derecho a la privacidad. Negarles el derecho lo consideran un acto de discriminación. Cfr.: ONU. Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer. Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer: “Respuestas a la lista de cuestiones y preguntas relativas al examen de los informes periódicos tercero, cuarto y quinto combinados. Jamaica”. 17 de julio de 2006, p.11.

3 Major B, Gramzow RH, Abortion as stigma: congnitive and emotional implications of concealment, J. Pers. Soc. Psychol., 1999, 77 (4), pp. 735-745. Citada por Sara Martín, Ibid. p. 128).

4 Trauma postaborto y sanación. Doctor Rafael Cabrera. “X Congreso Mundial por el Amor, la Vida y la Familia”, de Human Life International, San José, California, abril de 1991: Aborted Women, Silent No More. pp. 24-25. David C. Reardon, Westchester, Illinois, U.S.A., Crossway Books, 1987.

Datos de mi libro Déjame nacer. El aborto no es un derecho, La Regla de Oro Ediciones, Madrid, 2009.

Magdalena del Amo
Periodista, psicóloga, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.
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