En medio de una ola de casos de corrupción que apesta hasta el tuétano y una mafia cloaquera que se aferra al poder con uñas y dientes, una noticia devastadora ha pasado casi desapercibida: la deuda pública ha pulverizado todos los récords históricos y roza ya los 1,7 billones de euros.
Según el informe publicado este martes por el Banco de España, el saldo de las Administraciones Públicas alcanzó los 1,699 billones de euros en agosto de 2025, un aumento del 4,7% interanual que no es solo un número, sino una sentencia de muerte para las generaciones futuras. Mientras Sánchez y su séquito se enredan en escándalos de sobres y maletines, contratos amañados y cloacas que harían sonrojar a un capo siciliano, el país se hunde en un abismo financiero del que nadie parece querer hablar.
Hagamos zoom a la tragedia: 1.699 miles de millones euros, una cifra que marea, equivalente a unos 35.000 euros por cada español, desde el recién nacido hasta el pensionista. El Banco de España, con su frialdad técnica, detalla que esta deuda ha crecido en 78.900 millones en solo ocho meses, con una ratio deuda/PIB del 103%, apenas 0,9 puntos menos que el año pasado. Pero no nos engañemos: ese «descenso» es un truco contable, un maquillaje burdo para ocultar la realidad de un país que gasta como si no hubiera mañana mientras la corrupción florece como nunca. En Europa, donde los socios ya nos miran con desprecio, España se consolida como el enfermo crónico, un gigante con pies de barro que pide préstamos para financiar su propia decadencia.
Desglosemos el desastre, porque los números cantan y la melodía es fúnebre:
- El Estado central, esa máquina de despilfarro alimentada por ministerios inútiles y asesores a sueldo de oro, acumula 1.546 billones de euros en deuda (93,7% del PIB), con un aumento del 4,9% en un año. ¿Por qué? Porque el Gobierno sigue arrojando dinero a un pozo sin fondo.
- La deuda de la Seguridad Social alcanza los 126 billones de euros (7,6% del PIB, un 8,6% más que el año pasado) para sostener pensiones insostenibles y subsidios que premian la vagancia.
- Las prescindibles Comunidades Autónomas, atrapadas en un sistema de financiación roto, suman ya 340 billones (20,6% del PIB), creciendo un 1,9%. Y aunque las Corporaciones Locales recortaron su deuda un 1,5% hasta los 23 billones, es un consuelo de tontos frente al tsunami global.
El Banco de España señala que los préstamos a largo plazo crecen un 11,2% y los valores a largo plazo un 4,3%. Traducción: estamos hipotecando el futuro con una sonrisa cínica, mientras el presente se desmorona. ¿Dónde va el dinero? A los Tito Berni, a las comisiones ministeriales, a cheques energéticos y «sostenibles» que enriquecen a los de siempre, a AVEs que no funcionan, a Televisión Espantosa, a publicidad institucional para los medios de desinformación y a una red de clientelismo que huele a cloaca putrefacta. Mientras tanto, Pedro Sánc-hez sigue mirando al cielo, silbando, hablando del cambio de hora, del año de Franco y asegurando que todo va bien.
Este Gobierno, con su coalición de populistas, nacionalistas codiciosos, proetarras y oportunistas varios, ha convertido la austeridad en herejía y el gasto público en dogma. Pero en Moncloa prefieren subir impuestos a autónomos y pymes que recortar el circo de asesores y ministerios redundantes. El resultado es un país paralizado: 12% de paro oficial (el real, mucho peor), una industria asfixiada por la factura energética y unos jóvenes condenados a contratos basura y alquileres imposibles. La deuda, mientras, sigue creciendo, y con ella la certeza de que el colapso está a la vuelta de la esquina.
Si no frenamos esta hemorragia la bancarrota será inevitable. Pero en medio del lodazal de corrupción, donde cada semana sale a la luz un nuevo escándalo de malversación o tráfico de influencias, la deuda parece un tema secundario. No lo es. Es el veneno silencioso que matará cualquier esperanza de recuperación.