lunes, octubre 20, 2025
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Jaloguin anticipado en Campoamor

Por Alfonso de la Vega

Dentro del programa anual de festejos monárquicos y como aperitivo del famoso jaloguin para anglo abducidos se representa otra manifestación propia de la nueva sociedad degenerada que está siendo entronizada para sustituir a la civilización tradicional. Me refiero a la ceremonia de entrega de premios de la princesa de Asturias. Suele ser un frívolo espectáculo de pase de modelos. Una especie de quiero y no puedo remedo local de los famosos Nobel o de los Oscar según dicen. Un intento de cosmopolitismo algo impostado. Según otros una farsa o esperpéntica tragicomedia en olor de multitudes “potemkianas”, porque los disidentes son alejados al igual que con los del valido falsario, para que no den la lata ni desluzcan el esperpento ditirambo alabancioso. La sustancia habitualmente se agota en el lucimiento de modelitos o si ha habido tal o cual gesto de desmesura, mala educación o desagrado entre miembros de la real familia.

Una de las primeras cosas chocantes es el nombre del teatro de la siempre heroica Vetusta donde tras dormir la siesta cortesano socialista se representa la farsa anual: “Campoamor”, nada más y nada menos. Don Ramón de Campoamor y Camposorio fue uno de los escritores líricos más celebrados del siglo XIX. Sin embargo en su obra existen otras inquietudes no solo poéticas, y desde luego no del gusto estragado, zafio e ignorante que hoy promociona la política borbónica. Él mismo ensayó una especie de autobiografía dentro de El Personalismo. Como ideólogo o pensador destaca otro de sus ensayos Lo Absoluto sin olvidar las famosas Polémicas.

Don Ramón era monárquico, sí, pero tradicionalista en las antípodas de esta peculiar monarquía woke bolivariana y es fácil deducir que de vivir se le revolverían las tripas de que su nombre se vinculase a estos saraos demagógicos posmodernistas. Una figura conservadora pero no meapilas como argüiría algún progre mercenario ayuno de mejores o más suculentas consignas gubernamentales: todo el curso de mis primeros años ha sido un sueño tenebroso…me acuerdo de nuestra religión de amor de aquella época como de una pesadilla… por el día me enseñaban esa moral divina que, comentada por el fanatismo y la ignorancia, se convierte en un estrecho preceptualismo que hace totalmente imposible la cosa más fácil del mundo: la virtud.

Campoamor tenía aversión a las turbas del populacho y temía y pensaba en la misma línea de Platón o Aristóteles que el sufragio universal o la democracia si se ejercía sin virtudes fácilmente usurparía el poder en propio beneficio y no en el del bien común para derivar en demagogia, oclocracia y tiranía. Todo un profeta de mérito porque en su época las cosas aún no habían alcanzado el nivel de deterioro y degeneración actuales.

En Lo Absoluto, criticando las reticencias originadas por su discurso de ingreso en la Real Academia, Campoamor reafirma la importancia de la metafísica. Y nos hallamos ante un punto crucial, que la barbarie posmoderna woke pretende eliminar: la metafísica, intentando relegarla a una etapa cómo de una especie fósil más propia de una arqueología del pensamiento.

Pero en realidad, se da la curiosa aunque no sorprendente paradoja de que, al contrario, la visión tradicional está siendo recuperada crecientemente en toda Europa como una forma de rabiosa actualidad para intentar recuperar la civilización que está siendo arrumbada ante nuestros ojos, precisamente a través de una democracia degradada, de una oclocracia que sirve los más lamentables intereses plutocráticos. En cada nación van aumentando los movimientos tradicionales o patrióticos tachados de «extrema derecha» con sus diferentes características, peculiaridades nacionales y matices pero que no dejan de tener ciertas analogías comunes. Movimientos que de algún modo tienen sus autores representativos actuales, entre ellos, los Todd, Benoist o Markovics, el cofundador del Movimiento Identitario de Austria, secretario general y portavoz de prensa del Instituto Suvorov de Viena, quien cree que la Europa occidental ha perdido el rumbo y debe encontrar de nuevo la vía correcta, recuperando y reelaborando la tradición cristiana europea junto con la geopolítica multipolar o incluso la llamada Cuarta Teoría Política del filósofo ruso Alexander Dugin que pretende superar el liberalismo, el comunismo y el fascismo.

Sin olvidar a famosos antecesores tales como el italiano Julius Evola, o el francés Rene Guenon, profundos autores críticos con la modernidad a los que el rojerío suele despachar con calificativos despectivos tales como “fascistas” o “extrema derecha” y tras tanto esfuerzo se quedan tan frescos. 

No deja de ser curiosa la evolución desde hace poco más de un siglo del papel de Rusia en ciertos aspectos de los movimientos políticos. Desaparecida la antigua URSS ya no es la izquierda comunista internacionalista quien hoy se inspira en ella, sino en las aberraciones del globalismo y la deplorable UE, un zoco plutocrático de mercaderes que paradójicamente no deja de ser una forma sui generis de “comunismo”. La OTAN y Ucrania se enfrentaron a una Rusia estabilizada, de nuevo una gran potencia, ahora conservadora, tranquilizadora para el resto del mundo que no quiere seguir a Occidente en su aventura. En cambio, ahora son los movimientos soberanistas, identitarios o defensores de los legítimos intereses de los pueblos europeos miran a Rusia y los BRICS de un mundo multipolar como motivos de alguna forma de inspiración. E incluso como posibles futuros aliados.

El citado Emmanuel Tood en su reciente libro La derrota de Occidente también vincula la crisis a las carencias metafísicas. Sostiene que: el estado cero de la religión ha llevado a la Unión Europea al nihilismo y el suicidio, la destrucción de las cosas y de la realidad, por la irracionalidad. Que Occidente está conformado por oligarquías y estaríamos cerca de ver su caída, o que lo mejor que le pudiera pasar a Europa es la desaparición de EEUU. Rusia hoy no sería el problema. Ninguna crisis rusa desestabiliza el equilibrio mundial. Es una crisis occidental, y sobre todo una crisis terminal estadounidense, la que pone en peligro el equilibrio del planeta. 

Títeres de una plutocracia si escrúpulos morales que controla la tramoya y decorados “democráticos“, enajenados, desorientados entretenidos con ritos hueros y espectáculos engañosos el Poder nos lleva al matadero. La representación aún no tiene escrito el final de la batalla por la pervivencia del espíritu europeo común, si es que existe, ni de nuestra singularidad histórica dentro del mismo. Nos encontramos ante un dilema, una civilización renacida a través de Tradición, la multipolaridad respetuosa de las identidades en coexistencia pacífica cuando no futura alianza con Rusia y los BRICS o la servidumbre a la tiranía de de la Agenda 2030. La elección determinará si las generaciones futuras heredarán una civilización soberana o las ruinas de Occidente ¿Truco o trato? ¿Qué es más elevado para el espíritu? Está en juego la conexión con el universo espiritual. Aquí, autores como Donoso, Unamuno, Maeztu, García Morente o el propio Campoamor nos ofrecen ideas y voluntad de respuesta.

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