Por Alfonso de la Vega
Cabe especular con que resulta muy probable que si entonces se hubiera castigado la rebelión socialista y catalanista de octubre de 1934 como la gravedad de sus delitos merecía no hubiera habido guerra civil. Resistiendo la propaganda sediciosa rebelde de socialistas y catalanistas. Con sentencias ejemplares, sin indultos ni amnistías posteriores. Pero no fue así. El procesado y luego infelizmente amnistiado Companys pudo desarrollar su vocación criminal y liberticida en su siguiente etapa como jefe de la Generalidad. Miles de víctimas indefensas asesinadas por ser católicas o “españolas” fueron resultado de su política.
¿Se repite la Historia? El Partido Socialista se vuelve a radicalizar en una repetición de las funestas ideas totalitarias del siniestro Largo Caballero, uno de los perpetradores de la Revolución de Asturias «Si los socialistas son derrotados en las urnas irán a la violencia». «No creemos en la democracia como valor absoluto, tampoco creemos en la libertad», «Si triunfan las derechas tendremos que ir a la guerra civil declarada», «Tenemos que luchar como sea hasta que en las torres y edificios oficiales ondee no la bandera tricolor de una República burguesa, sino la bandera roja de la Revolución Socialista».
Hoy se “gobierna” sin constitución, sin Presupuestos, a golpe de decretos. La corrupción oficial es galopante. La división y devastación, grandes. Estarían dispuestos a sacrificar lo que sea en apoyo y socorro de los golpistas socios del gobierno. Indultos, amnistías, cohechos, desfalcos, saqueos, privilegios abusivos,… lo que exija el chantaje. Pero en su conducta, supuestamente socialista, pero profundamente inmoral, anti social y anti española, existe una incoherencia mayúscula: la defensa no de “los parias de la tierra y su famélica legión” sino de los privilegios y abusos de la reaccionaria oligarquía catalana contra los intereses de los propios trabajadores españoles. El traidor socialismo como mercenario de la extrema derecha supremacista catalana.
Pero en justicia hay que decir que junto al Partido Socialista hoy se encuentran otras fuerzas muy poderosas. Las de la plutocracia globalista internacional empeñada en destruir la nación española mediante conspiraciones, fundaciones mercenarias y cohechos. Y también la autóctona, la complaciente, la también globalista derecha-centrista cobarde siempre en busca de un apaño que permita salvar el negocio y el tenderete turnista, incluido un gobierno de coalición o contubernio.
Lo del sangriento golpe socialista de octubre en Asturias con sus numerosas víctimas civiles asesinadas merece otro texto de recuerdo. Por lo que se refiere al golpe catalán, una vez proclamado por la República el estado de guerra en todo el país, varios militares leales fueron cobardemente asesinados a traición cuando a las órdenes del gobierno constitucional republicano instaron a los rebeldes comandados por el traidor presidente Companys a su rendición. Los golpistas dispararon sin previo aviso. Después de este cobarde asesinato, cuando el Ejército republicano atacó bajo el mando del general Domingo Batet, Companys y sus cómplices se rindieron sin luchar. No obstante, algunos de los dirigentes golpistas huyeron muy propiamente por las cloacas de Barcelona.
Sin embargo, la República no sólo no aprovecharía el éxito para acabar con el enemigo sino que el posterior pasteleo del nefasto Alcalá Zamora y la fraudulenta victoria electoral de febrero del 36 del Frente Popular culminaron en la impunidad de los golpistas y asesinos. La izquierda representada fundamentalmente por el PSOE aliada paradójicamente con la reaccionaria oligarquía catalana había optado por la violencia criminal contra la República y ambas habían comprobado que les había salido barato. Muy barato. Por desgracia, la guerra civil sería cuestión de tiempo.
El informe oficial republicano “La revolución de Octubre de 1934. La Rebelión del Gobierno de la Generalidad” publicado pocas semanas después ofrece un estadillo resumen con los daños provocados por la rebelión. En Barcelona la intentona golpista costó la vida a 63 paisanos, 4 guardia civiles, 3 miembros de seguridad y 8 miembros del Ejército. Hubo también más de 200 heridos. Se requisaron 7999 armas largas, 3019 pistolas y se estima que fueron arrojadas al mar unas 26 toneladas de armas de todas clases.
¿Un golpe impredecible? En absoluto. El proceso había sido largo y todo esto se veía venir y así lo explicaban algunos autores. Cabe recuperar por su interés la advertencia de Miguel de Unamuno:
“Se ha hablado de un hecho, del fet catalán, del estado de conciencia del pueblo catalán; pero se ha olvidado otro hecho y es el estado conciencia del resto del pueblo español, o del pueblo español todo, y es inútil querer hurtar el conocimiento de esta legalidad tal y como ella se nos presenta…. Es mejor luchar claramente que abrazarse con mentiras y con engaños. El plebiscito se ha hecho muchas veces… Hay una voluntad radical, de raíces, y hay una voluntad que pudiéramos llamar folicular, de hojas, de follaje, de hojarasca. La voluntad radical es permanente, la del follaje es cosa pasajera. Vienen los vientos de otoño y arrastran las hojas secas lo mismo que arrastran las papeletas de votos. No. La voluntad de un pueblo no es tan fácil de conocer, sobre todo cuando no se le puede ilustrar suficientemente respecto a aquello sobre lo que tiene que decidir”.
Y luego Unamuno nos recuerda el ejemplo de la secesión norteamericana:
“Y el problema de la esclavitud se planteó, hasta que llegó un momento en que los plantadores del Sur dijeron: “Como hasta aquí, o nos separamos”. Y entonces Abraham Lincoln dijo “A eso no hay derecho”… porque estimaba que ni se puede permitir el suicidio ni se puede decir “hay que dar lo que piden”.
Desde un punto de vista filantrópico la Historia debiera servir para no repetir los mismos errores. ¿Y hoy qué? es el propio jefe de gobierno de Su Majestad quien cohecha con el nacionalismo catalán del que depende su estabilidad más o menos tambaleante. El Rey disimula como si la cosa no fuese con Él o sonríe complaciente ante tal humillación de la Nación y de Sí mismo.
¿Seguiremos así?