miércoles, septiembre 3, 2025
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La paradoja de la nueva Ley británica Animal (Scientific Procedures) Act 1986: fet0s animales protegidos, humanos desamparados

En un giro que desafía la lógica ética y sacude los cimientos del debate sobre la vida, la legislación del Reino Unido revela una contradicción que no pasa desapercibida: los fetos de animales vertebrados gozan de una protección legal que se les niega a los bebés humanos en el vientre materno. 

La Animal (Scientific Procedures) Act 1986, una norma que regula los experimentos científicos con animales, establece en su artículo inicial que los vertebrados —mamíferos, aves o reptiles— en una etapa avanzada de gestación, específicamente a partir de los dos tercios de su desarrollo, son considerados “animales protegidos”.  Copio literalmente el artículo de la citada Ley.

Esto implica que no pueden ser sometidos a procedimientos crueles o inhumanos. 

Sin embargo, en un contraste que ha generado indignación en sectores provida, esta misma ley excluye explícitamente a los fetos humanos de dicha protección. En términos claros, la legislación británica otorga un amparo legal más sólido a un roedor, un pájaro o un reptil en desarrollo que a un ser humano en el útero. Esta disparidad ha encendido un intenso debate ético y moral, poniendo en el centro de la controversia la forma en que las sociedades modernas abordan la dignidad de la vida. 

La denuncia de un bioeticista: “Tratamos a los bebés no nacidos peor que a las ratas”

El Dr. Calum Miller, médico y bioeticista conocido por su postura provida, ha alzado la voz contra esta incongruencia. En una publicación en su cuenta de X, Miller expresó su consternación: “En el Reino Unido, la ley prohíbe la matanza inhumana de fetos vertebrados en el tercer trimestre. La única especie de vertebrados que no está incluida son los fetos humanos. Literalmente tratamos a los bebés no nacidos peor que a las ratas”. 

Sus palabras, cargadas de indignación, han resonado en las redes sociales y han avivado un debate que trasciende las fronteras británicas, invitando a reflexionar sobre las prioridades éticas de una sociedad que parece valorar más la vida de un animal en gestación que la de un ser humano.

La crítica de Miller no solo pone el dedo en la llaga de una legislación, sino que también señala una paradoja cultural: en un mundo donde los avances científicos han demostrado que la vida humana comienza en la concepción, el Reino Unido protege legalmente a los fetos animales mientras permite el aborto en etapas avanzadas del embarazo, una práctica que, según los críticos, contradice los principios fundamentales de la dignidad humana.

Desde la perspectiva católica, la vida humana es sagrada desde el inicio. La enseñanza de la Iglesia Católica, respaldada por documentos como la encíclica Evangelium Vitae de san Juan Pablo II, ofrece una visión diametralmente opuesta a esta legislación. La doctrina católica sostiene que la vida humana es sagrada desde el momento de la concepción, sin excepciones ni etapas intermedias. Desde esta perspectiva, el embrión humano no es un mero conglomerado de células, sino una persona en potencia con una dignidad inalienable que debe ser protegida en todo momento. 

Esta postura choca frontalmente con la legislación británica, que, al excluir a los fetos humanos de la protección otorgada a los animales, plantea preguntas inquietantes sobre los valores que sustentan el marco legal moderno.

Una crisis ética en el corazón de la modernidad

La contradicción es un reflejo de una crisis ética más profunda. En un mundo cada vez más secularizado, donde los principios de la ley natural y la sacralidad de la vida humana parecen desdibujarse, la legislación británica se convierte en un símbolo de las tensiones entre los avances científicos, las creencias religiosas y los valores de la sociedad contemporánea. 

Para los defensores de la vida, esta disparidad legal no es solo una anomalía, sino una señal alarmante de la deshumanización progresiva de las sociedades modernas.

Mientras los fetos de animales vertebrados gozan de una protección explícita contra tratos inhumanos, los fetos humanos, desprovistos de esa salvaguarda, quedan en una posición de vulnerabilidad que muchos consideran moralmente inaceptable. Este contraste ha generado un debate que trasciende el ámbito legal y se adentra en el terreno de la filosofía, la ética y la religión, desafiando a la sociedad británica —y al mundo— a reconsiderar el significado de la dignidad humana en el siglo XXI. Un llamado a la reflexión global.

Esta satánica ley woke, de tendencia animalista, no solo ha puesto en evidencia una contradicción legal, sino que ha abierto la puerta a un debate global sobre los valores que guían nuestras leyes y nuestras vidas.

 ¿Cómo es posible que una sociedad avanzada otorgue mayor protección a los fetos de animales que a los seres humanos en gestación?

 ¿Qué dice esto sobre la jerarquía de valores en el mundo moderno? 

¿No estarnos volviendo a la época de las cavernas?

Mientras el Reino Unido y otros países enfrentan estas preguntas, la controversia sigue creciendo, alimentada por la indignación de quienes ven en esta disparidad una afrenta a la esencia misma de la humanidad. El objetivo diabólico del Globalismo es la desaparición de la raza blanca, de la cual esta ley no es más que una pieza del puzzle de la Agenda 2030.

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