viernes, septiembre 26, 2025
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Hermenéuticas

Por Alfonso de la Vega

Ha pasado ya suficiente tiempo como para intentar comprender qué significado pueda tener el mandato de León XIV. Hasta hora se ha mostrado como un  personaje más bien anodino, tibio, en las antípodas de un León XIII pero próximo a Bergoglio. Acaba de aparecer una especie de biografía sobre su pasado que más que despejarlas aún parece añadir nuevas dudas. La ambigüedad puede resultar una buena forma de defensa cuando se padece un Poder injusto pero no cabría mantenerla cuando efectivamente se posee salvo que en realidad no se tenga. En ciertas cuestiones básicas o fundamentales no se puede ser ambiguo ni nadar entre dos aguas. Los dogmas no pueden quedar al albur de la sensibilidad de los tiempos sin poner en peligro la credibilidad institucional. O se trata de revelación divina, en ese caso permanente, o bien opiniones modificables a gusto popular en lo que parece un penoso o acomodaticio “donde dije digo, ahora digo Diego».

El exceso de prudencia hace que las cosas puedan seguir como están, sin corregirse, pero para ese viaje no se necesitan alforjas. Desde fuera parece que Prevost estaría desbordado por la descomunal misión a realizar o acaso temeroso de que su vida pueda peligrar como en los casos precedentes de Albino Luciani o de Ratzinger.

Es de temer que pasada la fase bergogliana de provocación sino de herejía pública y desatada, ahora vendría un periodo de calma o especie de coma inducido para narcotizar al paciente, consolidar el mal ya realizado e impedir que pueda reaccionar. El tiempo hace una labor de disolución, van desapareciendo los testigos de otra época, los que vivieron la fase anterior al Vaticano II o sus momentos posteriores, que estarían en el origen de la actual crisis que padece la Iglesia. Más de uno empieza a pensar que León XIV es otro Bergoglio aunque más prudente y educado o con mejores modales.

En cierto modo las evoluciones históricas de la Iglesia Católica y España para bien o para mal no dejan de tener ciertas analogías. De modo que, por si vale la comparación, esa actitud recordaría la ya mostrada por el PP que sirve para consolidar sin oponerse ni rectificar las barbaridades del socialismo.

Pero en la propia Iglesia española llueven los escándalos cuya resolución ofrecerá más pistas de por dónde van a ir las cosas. Sin ánimo de ser exhaustivos se pueden citar la laxitud cómplice sobre la profanación del Valle de los Caídos. El Papa Juan XXIII resumió las líneas maestras de la espiritualidad de este monumento en el breve pontificio de 1960 por el que concedió el título de Basílica Menor a la iglesia de Santa Cruz del Valle de los Caídos, cuyo valiente abad defensor de su condición ha sido removido torticeramente de su cargo. El cardenal Cicognani, en nombre de Juan XXIII, explicó en la homilía de la Misa de consagración de la Basílica el 4 de junio del año 1960, varias cuestiones como la presencia de la Orden de San Benito en el lugar: “Contiguo a la Basílica, se ha edificado un gran Monasterio destinado a una Congregación religiosa, puesta al servicio de los fieles, y se ha escogido para ello una Comunidad de la Orden de San Benito, que tiene la peculiaridad de unir a la dispensatio donorum Dei la obligación de la laus perennis, por la cual la Nación española rezará diariamente con la Iglesia, para la Iglesia, en nombre de la Iglesia. […] Esta Basílica, al igual que toda otra Basílica, debe ser un centro de irradiación espiritual, un santuario adonde se dirijan los sentimientos de adoración y veneración de los fieles. Esta Basílica, dedicada a la Santa Cruz, debe ser como un místico recinto donde las almas se encuentren en su propia atmósfera para meditar los misterios de Dios, especialmente el de la Redención.» Veremos si la jerarquía actual cancela definitivamente esta inicial concepción papal.

El polémico cardenal Cobo al que se le relaciona con escándalos de fundaciones inmobiliarias mantiene a «Josete», sacerdote dicen que influyente en el Vaticano de Bergoglio. Un portal especializado desveló el escándalo. En palabras de InfoVaticana: ”En noviembre de 2024 publicamos que circulaba entre el clero madrileño un vídeo en el que Josete aparecía en un bar de ambiente de Chueca, haciendo gala en público de escenas impropias de un sacerdote. En aquel momento, Castro intentó zanjar la polémica alegando que era una broma.”. Pero Cobo lo mantiene al frente del Instituto Internacional de Teología a Distancia, la institución que forma a miles de laicos, seminaristas y profesores de religión en toda España ¿Chantajeado? ¿Íntimo amigo acaso del cardenal?

Otro escándalo es la detención de un conocido sacerdote de Toledo, considerado mano derecha del arzobispo de la Primada, con varias dosis de cocaína rosa cuando viajaba junto con unos sudamericanos al parecer para participar en un encuentro homosexual múltiple. Este ilustre personaje se había distinguido en la persecución de los conocidos como sacerdotes de la Vandeé, de inspiración tradicional.

Pero quizás lo más interesante en este breve espigado sea el caso del Obispo de Urgel y co-príncipe de Andorra por lo de la firma de la futura ley del aborto. En efecto, el gobierno de Andorra prepara un proyecto sobre el aborto que se tramitaría y aprobaría en noviembre. Además de su despenalización, el aborto incluso se subvencionaría con dinero público. Pero en un anacronismo medieval resulta que el Principado de Andorra tiene como jefes de Estado al presidente de la República Francesa y al obispo de Urgel, quien llegado el momento deberá sancionar con su firma esta ley legitimando el aborto desde su co-jefatura de Estado. ¿El Vaticano va a permitir que un obispo católico dé cobertura política a una ley que convierte en derecho lo que la Iglesia ha condenado siempre como crimen gravísimo?

Para colmo el Código de Derecho Canónico (c. 1398) establece la excomunión automática (“latae setentiae”) para quienes procuran un aborto. La rúbrica de una ley no entraría directamente en tal tipificación, pues no se trata de practicar ni facilitar un aborto concreto, sino de legislar en general. Pero la cosa resulta más complicada: según la doctrina vigente los políticos católicos que promuevan leyes abortistas se colocan en situación objetiva de pecado mortal, que les hace indignos de comulgar. En este caso, se trata de un obispo, una jerarquía eclesiástica, sancionando como jefe de Estado lo que la Iglesia llama crimen abominable. El obispo, seleccionado por el propio cardenal Parolin tras su pasada visita a Andorra, debiera ser apartado de la comunión y en cierto modo sería un obispo excomulgado sino de iure, sí de facto.  El lector argüirá que tenemos más precedentes escandalosos de no aplicación del Código Canónico: según se ha publicado la reina consorte habría abortado varias veces incluso con la colaboración del entonces heredero de la Corona y no sólo no ha pasado nada, sino que han contraído matrimonio eclesiástico. Tampoco la consorte ha renunciado a privilegios para reinas católicas como aparecer vestida de blanco en ceremonias vaticanas.

Pues sí. Son algunos hitos públicos en los que podemos basarnos los profanos para intentar entender lo que pasa. 

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