viernes, septiembre 5, 2025
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Curso rápido de sabiduría

Si te digo que soy sabio, es muy probable que te “indignes”, incluso que “sonrías indignado”. -A ver si te lo crees- pensarás, o -Este no tiene abuela- le dirás al que tienes al lado. ¿No es porque crees que la sabiduría es algo raro, valioso, que no está al alcance de cualquiera? ¿No es porque, “a priori”, me consideras un cualquiera? ¿No es porque me consideras como tú?

Obviamente, si te consideraras sabio, no te “indignarías”, automáticamente, con otro que te dice que también lo es. Lo verías normal pero, si no te consideras sabio ¿Cómo podrás juzgar la sabiduría ajena? ¿Cómo diferenciarás las palabras de un sabio, de las de un necio? Solo con humildad ¿no? Para reconocer a otro como sabio, necesariamente has de reconocer que sabe más que tú. Pero el caso es que, si te “indignas” ante cualquiera que te diga -Soy sabio- nunca reconocerás a ninguno, y seguirás teniendo razón al decir que la sabiduría no está al alcance de cualquiera.

Yo soy sabio desde el momento en que decidí dedicarme a la sabiduría, al estudio de la verdad, como otros deciden dedicarse a otras actividades, como el comercio, por ejemplo, y se autodenominan comerciantes. ¿Hace falta vender un mínimo para sentirse comerciante o se siente uno así por el simple hecho de comerciar? ¿Hace falta saber “muchas cosas” para ser sabio? ¿Cuántas?

Saber “muchas cosas” te puede servir para ganar concursos televisivos pero ¿Crees que es más sabio quién sabe recitar la lista de los reyes godos y más necio quién no sabe hacerlo? ¿Crees que es más sabio uno por saberse el nombre de los jugadores del Barça, o de los filósofos presocráticos? ¿O por saberse todos los nombres de todos los géneros recientemente inventados? ¿Les pedirías un sabio consejo a esos que saben todas “esas cosas”?

Del sabio se espera algo más: ecuanimidad. ¡Ese es el don del sabio! Un sabio no “toma partido” porque su misión (Que él mismo se ha propuesto) es recolectar verdades y éstas pueden estar, tanto en un bando como en el otro. Si tomara partido perdería el don y se inhabilitaría, a sí mismo, para ser neutral, imparcial, justo. El partidista no puede ser justo porque defiende a su partido, antes que a la verdad. Cualquier partidista “es capaz” de mentir si cree que, con ello, puede vencer. ¿No preferimos todos que gane nuestro equipo aunque sea por un penaltý mal pitado? Pues no. El sabio no lo prefiere.

Así pues, para empezar la carrera de sabiduría hay que despojarse de toda ideología, de toda creencia, de todo pensamiento que incite a juzgar aprioristicamente. Quién no lo hace, tiende a rechazar, automáticamente lo que propone el otro, y una respuesta automática es, siempre, una respuesta inconsciente. La inconsciencia es lo opuesto a la sabiduría.

¿Por qué hay quién reza a Alláh? ¿Porque nació en Arabia? ¿Por qué hay quién reza a Yavhé? ¿Porque nació en Israel? ¿Qué religión es la buena? ¿La cristiana? ¿Cuál de ellas? Un sabio no puede aceptar, como dogma, que estar equivocado, o no, depende del lugar de nacimiento. De haber nacido en Jamaica seríamos todos fumetas pues allí, su dogma es: “Por la marihuana hacia Dios”.

Es solo un ejemplo, pero le sirve al sabio para entender que, solo aparcando la propia ideología, puede tener alguna posibilidad de encontrar la verdad; y al entenderlo, la aparca. Eso es todo. Ese es su auto-desafío. ¿Difícil? ¿Por qué? ¡Cuesta nada! Lo contrario, aferrarse a la propia ideología, lleva siempre a juicios inquisitoriales, a pre-juicios: Lo mío es bueno y lo tuyo es malo. ¡El bien contra el mal: la guerra más antigua que existe!

Es por eso que la sabiduría puede llamarse también la ciencia de la paz, del entendimiento. Entender (Al otro) es a la paz lo que no querer entender (Al otro) es a la guerra. El sabio sabe que debe entender al otro para obtener más verdades con las que completar “El puzzle de la Verdad”; sabe que el enfrentamiento, el conflicto, la guerra es cosa de necios, y es por eso que nunca se propone vencer al otro sino vencer con el otro, es decir, convencerlo de que, eso mismo que sabe el sabio lo puede saber cualquiera.

(Este se lo debía al Dr. Fin)

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