En psicología, la indefensión aprendida y el trastorno de personalidad dependiente representan patrones de comportamiento que pueden extenderse más allá del individuo, manifestándose en dinámicas sociales y políticas donde las poblaciones perciben una falta de control sobre su entorno, llevando a una resignación colectiva.
La indefensión aprendida, teorizada por Martin Seligman, surge cuando repetidas experiencias de fracaso o castigo incontrolable generan pasividad, incluso ante oportunidades de cambio, fomentando apatía y resignación en contextos opresivos o de crisis prolongadas.
Por su parte, el trastorno de personalidad dependiente implica una necesidad excesiva de ser cuidado, resultando en sumisión y tolerancia a abusos por miedo al abandono o a la independencia, lo que a nivel colectivo puede traducirse en una dependencia patológica de estructuras de poder, priorizando la estabilidad percibida sobre la confrontación.
Estos conceptos, aunque originados en la psicología clínica, han sido aplicados a fenómenos sociales, como en regímenes represivos donde la ciudadanía internaliza la impotencia, reduciendo la movilización colectiva.
En el contexto español actual, bajo el gobierno de Pedro Sánchez (PSOE), se observa una aparente pasividad social ante una serie de crisis y decisiones controvertidas, interpretadas como una forma de indefensión aprendida y dependencia estructural. Eventos como los confinamientos declarados inconstitucionales durante la pandemia de COVID-19, las inundaciones en Valencia de 2024, la persistente precariedad de los afectados por el volcán de La Palma y los incendios masivos de agosto de 2025 ilustran cómo repetidas percepciones de negligencia gubernamental podrían haber erosionado la capacidad de respuesta colectiva, fomentando una resignación que beneficia la continuidad del poder.
La indefensión aprendida se manifiesta cuando los individuos o sociedades, tras exposiciones prolongadas a adversidades incontrolables, dejan de actuar para cambiar su situación, creyendo que sus esfuerzos son inútiles.
En España, esta dinámica podría aplicarse a la sucesión de desastres y políticas fallidas que han generado críticas por falta de respuesta efectiva, sin que ello derive en protestas masivas o cambios electorales significativos.
- Confinamientos COVID-19 (2020-2021): El Tribunal Constitucional declaró inconstitucionales aspectos clave de los estados de alarma decretados por el gobierno de Sánchez, argumentando que restringían libertades fundamentales sin base legal adecuada. El ejecutivo fue acusado de abuso de poder, con sentencias que avalaron multas ilegales y confinamientos domiciliarios. Pese a esto, la sociedad española mostró una adaptación pasiva, con encuestas posteriores indicando que la mayoría priorizaba la «estabilidad» sobre la rendición de cuentas, reflejando una internalización de la impotencia.
- Inundaciones en Valencia (2024): Las riadas de Valencia dejaron más de 200 muertos y daños masivos, con acusaciones de fallos en la alerta temprana y coordinación entre el gobierno central y autonómico. Manifestaciones en Valencia expresaron ira por la «lentitud» en la ayuda, pero estas no escalaron a un movimiento nacional, pese a críticas de negligencia que ralentizaron la asistencia. Opiniones en redes sociales destacan una «resignación» colectiva, donde la dependencia de promesas gubernamentales post-desastre perpetúa la pasividad.
Confinamientos COVID 2020-2021:
- Inconstitucionalidad y restricciones excesivas. Adaptación pasiva, pocas protestas masivas. Percepción de «inevitabilidad» legal, reduciendo demandas de cambio.
Inundaciones Valencia octubre 2024:
- Fallos en alertas y ayuda lenta. Manifestaciones locales, pero no nacionales
Resignación ante «desastres naturales» recurrentes sin petición de responsabilidades.
Volcán La Palma 2021 (efectos persistentes 2025):
- Viviendas temporales prolongadas. Denuncias aisladas, sin movilización amplia. Internalización de promesas incumplidas como «normalidad».
Incendios Agosto 2025:
- Retrasos en ayuda y recortes en prevención. Críticas en redes, pero acción limitada
Apatía calificando los incendios «inevitables».
El trastorno de personalidad dependiente se caracteriza por sumisión extrema y tolerancia a maltratos para mantener «cuidado» externo, lo que en contextos sociales puede manifestarse como dependencia de instituciones estatales, incluso disfuncionales. En España, esto se evidencia en la persistente lealtad a un gobierno criticado por corrupción y negligencia, con encuestas mostrando que un 69% cree que Sánchez debería dimitir, pero solo un 35% de votantes PSOE lo apoya, indicando una división que no traduce en acción colectiva.
Volcán de La Palma (2021-2025): Cuatro años después de la erupción, al menos 115 familias siguen en contenedores temporales, con denuncias de abandono estatal y promesas incumplidas de viviendas definitivas. Esta prolongada precariedad ilustra una dependencia de ayudas gubernamentales que no llegan, fomentando resignación en lugar de protesta organizada.
Incendios de Agosto 2025: Con más de 340.000 hectáreas quemadas, el peor año desde 2022, el gobierno se enfrentó a acusaciones de «escatimar» ayuda y recortes en prevención, declarando zonas catastróficas solo tras presiones. Pese a 21 focos activos y evacuaciones masivas, la respuesta social ha sido limitada a críticas en redes, con posts destacando una «pasividad surrealista» ante vejaciones repetidas.
Encuestas de 2025 revelan una imagen negativa del gobierno (69% lo ve incumplidor), con preocupación por corrupción (90%) y demandas de dimisión (69%), pero las protestas no escalan, sugiriendo indefensión. En X, usuarios describen una «resignación» ante desastres, comparando España con un «Estado fallido» donde la pasividad permite la continuidad de políticas criticadas como clientelares y divisorias.
Esta pasividad no es innata, sino aprendida a través de crisis repetidas sin resolución, reforzando una dependencia del Estado como «protector» pese a evidencias contrarias.
En conclusión, estos cuadros psicológicos ofrecen una lente para interpretar la aparente inacción española: una sociedad que, tras años de promesas incumplidas y desastres mal gestionados, podría haber internalizado la impotencia, perpetuando un ciclo de dependencia. Sin una ruptura colectiva, este patrón arriesga una erosión mayor de la democracia y el bienestar, aunque voces disidentes en encuestas y redes sugieren un potencial punto de inflexión.