domingo, agosto 24, 2025

El doble onírico

Por Alfonso de la Vega

Homenaje a Hans Christian Andersen en el sesquicentenario de su muerte 

Una querida amiga, a la que llamaré Isis por confidencialidad y para preservar su identidad, es conocedora que últimamente me ha dado por intentar comprender un poco mejor el raro e inspirador mundo onírico. Todo un universo sobre el que existen varias opiniones e interpretaciones desde los clásicos a nuestros días, son muchos y desde diferentes perspectivas los autores que se han ocupado del inquietante pero sugestivo mundo de los sueños. Schopenhauer decía que «la vida y los sueños son páginas del mismo libro». Shakespeare sostenía que «somos de la misma materia que están hecha los sueños y nuestra breve vida está circundada por el sueño». Para Jung los sueños, debido a sus cualidades, a su naturalidad como producto de psique, fuera del control o manejo de la voluntad, constituyen una vía central hacía el inconsciente, y es que cuando la energía psíquica no puede fluir a través de canales conscientes se deriva al inconsciente donde se trasforma y emerge en forma simbólica onírica. Para Freud los sueños disfrazarían los deseos reprimidos habitualmente de carácter sexual. 

No es nada nuevo: el empleo de los sueños como terapia, llamado incubación, ya era conocido por la escuela del dios Asclepio y se aplicaba en sus templos sanatorios como el de Epidauro donde los pacientes dormían para recibir en sueños la indicación divina de su tratamiento. Mi visita al de Pérgamo hace unos años resultó verdaderamente conmovedora e impresionante. 

Pues bien mi amiga Isis me ha contado un sueño recurrente que tiene para ver si soy capaz de ayudarla a descifrarlo. Quizás algún amigo lector pueda aportar algo en la solución.

El sueño surgió por primera vez después de la lectura de un famoso cuento infantil de Hans Christian Andersen llamado El soldadito de plomo. En el sueño de mi amiga se mezclaban el soldadito, la IA, así como la figura de don Felipe luciendo uniforme pero solo de cintura para arriba, lleno de entorchados y galardones en una especie de revoltijo sin mucho sentido. Para poder jugar con él se sacaba al soldadito de su caja pero cuando se iba a colocar se transformaba en la figura de don Felipe. El soldadito estaba lisiado y no servía, le rechazaban pero él argüía su vasta prosapia linajuda para participar en el juego, de modo que podía ser mariscal o capitán general. Entonces la figura de don Felipe aparecía con una especie de gran filacteria en sus manos o bien en las de un heraldo muy ceremonioso en la que figuraban infinidad de nombres o títulos que trataban de probar que en realidad no era un incapaz.

Le pregunté qué clase de sueño creía ella que era. ¿Crees que pueda indicarte algún tipo de tarea? ¿De prospectiva? ¿Mero sinsentido producto de una mala digestión? Isis me decía que no comprendía bien el mensaje pero que creía que a lo mejor tendría que ver con esta hipotética pregunta: ¿Qué pasaría si se sustituyera al Rey católico, don Felipe Juan Pablo Alfonso de Todos los Santos de Borbón y Schleswig-Holstein Sonderburg Glücksburg por el soldadito de plomo de Andersen o aún mejor por un buen robot de IA made in Japan?

Dicen los expertos que los sueños pueden tener una función compensatoria de los desequilibrios o imposibles de la acción consciente. También de integración de contenidos inconscientes en la conciencia o de compensación de sus excesos. Aquí puede entenderse como la «solución» a un problema planteado que parecería imposible de resolver.

En efecto, si al robot se le pudiera colocar un periférico modificable con ampliaciones de memoria para los sermones enlatados propios de cada ocasión, un sello tampón para firmas, y tan manejable que le permitiera lucir bonitos uniformes, muestrario de infinitas condecoraciones, es de suponer que nadie descubriría que se trataba de un doble o especie de clon mecánico del original de carne y hueso. Debería tener al menos el brazo derecho móvil para saludar según protocolos en besamanos, saraos y desfiles al paso de las tropas. Hasta el más topo puede entender que su utilidad sería enorme. El ahorro, descomunal. Ahí es nada, se podría suprimir todo lo referente a la familia real, presupuestos, servidumbre, amantes, queridas, cuñados, sisas y gabelas, incluso alquilar u ocupar sus palacios y mansiones, pues bastaría una buena caja resilente, sostenible, con perspectiva de género, preparada contra la humedad y los rigores del cambio del clima climático climatizable donde guardarlo entre uso y uso.

Que hay un acto, pues se le saca de la caja, se le ponen las pilas, se viste con el atuendo que corresponda y el periférico con el sermón de turno. Que se trata de un desfile, pues se mira que uniforme de Marte o lobo de mar le pega más o resaltar mejor su varonil apostura, con su collar del toisón chapado en oro y la laureada de san Fernando, amén  de toda clase de cruces y bandas de colores a juego. Que a falta ya de pantanos de otro tipo hoy toca inaugurar incendios o inundaciones pues se le viste “casual” o de camuflaje y allí que va. Si es el año judicial pues se le viste con toga de seda negra cedida por Carolina Herrera y collar a juego de eximio jurista de San Raimundo de Peñafort, pionero local del viaje en patera en clase vela junto a tierras irredentas catalanas. El caso es tener un juego de pilas recargadas de repuesto, no perder ningún accesorio, ni estropear al robot para que dure y dure para que cortesanos, escribanos y golillas puedan lisonjear o dar cabezadas al icono representante de la fenecida soberanía nacional.

Dejemos ya las atrevidas o absurdas muestras de la actividad onírica o especulaciones de la imaginación. Sigo perplejo con el sueño de Isis y la verdad es que aún no sé a qué carta quedarme. Cavilo sobre qué pudiera pasar o qué nos quiere decir. ¿Será premonitorio? ¿Habría que hacer algo?

Resulta evidencia razonable que en el próximo tinglado constitucional sería necesario amén de útil que se establecieran previsiones sucesorias por si el cacharro de tanto meter y sacar se estropease. De modo que se preferirá otro robot de sexo varón mejor que de hembra para ahorrar en trajes, vestidos y costosos productos de tocador. Sin olvidar estiramientos de pellejos de polipiel u otros coquetos retocados de cirugía estética. Un ahorro significativo también en crispaciones, cambios de humor, ahogos, gritos, habladurías, sofocos, soponcios o remilgos de lurpia bisoja o peligrosa dama caprichosa y consentida.

«La vida es sueño y los sueños, sueños son». Demasiados complicados de interpretar, me temo que habrá que esperar a conocer más sueños recurrentes de mi amiga Isis para tratar de avanzar en la resolución de tan inquietante enigma.

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