Por Alfonso de la Vega
Una de las escaramuzas políticas de agosto es lo que pudiéramos llamar caso Jumilla, en cierto modo una secuela del caso Torre Pacheco, ambas localidades murcianas donde se han producido fricciones entre la morisma levantisca y la sufrida población local.
En Torre Pacheco con motivo de la paliza que unos invasores propinaron a un anciano, gota que colmó el vaso de tolerancia a los atropellos más o menos impunes perpetrados por extranjeros que han violado las fronteras españolas y siguen burlándose de la ley. Al final, según el relato manipulado del Régimen, los agresores son los buenos y los malos la gente común que la pobrecilla es tan tonta, tan tonta, tan tontísima, que tras medio siglo de filantrópica monarquía resulta que es «facha» de la «extrema» aunque aún no lo sabe, de modo que han de ir los prostituidos media del régimen a catequizarles.
En Jumilla el casus belli es la negativa del ayuntamiento a prestar dependencias municipales para celebrar fiestas de moros como por ejemplo el degüello de corderos sin condiciones de salubridad pública ni en mataderos especializados. Las repugnantes zurdas españolas, en su mayor parte ateas y de moral descuidada, han puesto el grito en el cielo pero no por una supuesta moral universal lastimada sino por ser musulmanes y han salido en su defensa con el pretexto de la libertad religiosa que ofenden cuando pueden si se trata del Cristianismo, como hemos comprobado en la profanación del Valle de los Caídos, con multitud templos y cruces o arrestos por rezar ante las clínicas de abortos o por el rezo del rosario en Ferraz. La CEE calla y otorga.
No deja de ser demagógico que en muchos lugares de España se hayan cerrado los mataderos municipales por dificultades en la posible aplicación de las exigentes normas comunitarias sobre el ramo, pero en cambio a la morisma se les permita hacer las cosas a su manera. La ley no es igual para todos tampoco en esto.
Pero el asunto de Jumilla incluso con toda la manipulación oportunista asociada no es mera anécdota sino que posee una gran importancia. La cuestión no es solo un problema de respeto a la libertad religiosa sino de bases de la convivencia. Aparte de las cuestiones reseñadas de aplicación de normas el problema tiene que ver con aspectos más de fondo que podemos intentar resumir.
Desde la Ilustración se han ido separando del todo los ámbitos políticos de los religiosos. La Ética como filosofía práctica que responde a la pregunta kantiana ¿qué debemos hacer? se supone que es una, aunque desde luego hay morales distintas según lugares y momentos históricos. La moral es una realidad social que se encuentra en conexión con la constitución espiritual más íntima o profunda de un pueblo en una determinada situación histórica. Durante el régimen anterior existía una estrecha relación con la moral católica. Comte basaba la moral en la búsqueda del bienestar general como principio exclusivo de la moral. Schopenhauer creía que solo las acciones que tienen su raíz en la compasión, o voluntad que quiere el bien de los demás, son buenas. Sin embargo, esta moral asumida antes por el pueblo español ahora ha sido sustituida gracias a la corrupta izquierda woke por actitudes nihilistas o utilitaristas en el sentido más degradado del término y no combatidas por una pretendida derecha de conducta servil, hipócrita o apocada. Cuando se asocia la moral a un código religioso cerrado y este falla o se desacredita por lo que sea, suele producirse una anomia personal y social que termina fomentando la corrupción. Se oscurece el entendimiento cuando se asocia moral a una religión o a las legislaciones positivas, y no a la propia naturaleza humana y sus exigencias de conciencia. Uno de los problemas más preocupantes de la España actual es la degradación moral que afecta a personas e instituciones y que nos condenan a un presente lamentable y a un futuro desastroso. Se preguntaba Cicerón: ¿los hombres pueden hacer bueno lo que es malo, y malo lo que es bueno?
En Occidente contra el integrismo religioso luchó la Ilustración, con un entender la legislación y de tratar de fundamentar la Moral pública y el ejercicio de la ciudadanía, como pretendía el enciclopedista barón Holbach, en lo que tienen de común todos los hombres, y por tanto no en lo singular atendiendo a un único sistema no demostrable de creencias, consustancial con cada planteamiento religioso a los que sólo deben subordinarse, y siempre con carácter voluntario respetando la libertad de conciencia sus respectivos fieles. El eudemonismo es una concepción muy antigua que tuvo su mejor desarrollo durante la filosofía griega, y pretende que la ética se reduce al logro de la felicidad. Habría un eudemonismo individual de carácter egoísta si está ligado al hedonismo o propio placer y otro social pretendidamente altruista. El citado barón Holbach, postulaba en La Moral universal: “La Moral es la ciencia de las relaciones que existen entre los hombres, y de los deberes que nacen de estas relaciones. …El pacto social es la suma de las condiciones tácitas o espresas, bajo las cuales cada miembro o individuo de una sociedad se obliga con los otros contribuir a su conservación y felicidad, y a observar de su parte los deberes de la justicia.”
No parece que tal sea el caso del Islam en los países que invade. Pese a todo en España aún existe mucha gente decente, honrada, competente, que es sobre la que pesa el actual tinglado político económico social y que hoy se encuentra desamparada y a la defensiva. Sin el ejercicio moral no puede haber verdadera estabilidad ni progreso político. Según Cicerón, «Nadie debe obedecer a los que no tienen el derecho de mandar». Pero no todas las religiones son iguales ni tienen la misma concepción del hombre y de la libertad. El Islam, que significa sumisión, es un movimiento político teocrático en el que no se distingue como en el Cristianismo el ámbito político social del religioso, sino que intenta imponer su propia visión del mundo a los demás a los que trata como infieles e incluso en sus formas más fanatizadas como reos de muerte.
En el plano de la conciencia el más hermoso fenómeno religioso tradicional es la experiencia mística, pero acaso los grandes valores de la paz y de la convivencia cívica cuando la sociedad es muy heterogénea, multiétnica y multi confesional en la práctica sólo se puedan alcanzar desde ciertas formas legales de laicismo respetuoso. El gran Ibn Abetofail, el sabio místico islámico granadino, explicaba su visión del asunto y las posibilidades de convivencia en El Filósofo autodidacto. Contra las barreras que los fanatismos político y religioso imponen a la búsqueda de la verdad, el conocimiento y la libertad. Los intentos de imponer su propia ortodoxia cuando no se debe olvidar que la ortodoxia más que una virtud espiritual es una necesidad del Poder.
La Umma o comunidad de todos los musulmanes tiene su base en el estrecho vínculo entre la religión y el mundo material. Para comprender al Islam actual conviene recordar como era la Cristiandad medieval o renacentista antes del advenimiento de los sentimientos nacionalistas europeos. Contra lo que pudiera concebirse desde una perspectiva occidental actual, la religión continúa siendo en la órbita del Islam un extraordinario factor de cohesión por encima de las evidentes diferencias étnicas, económicas o políticas entre musulmanes de todos los países a los que se ha ido extendiendo la antigua religión del desierto.
El Corán y los hadices o tradiciones influyen de modo fundamental en la vida cotidiana de los musulmanes. En algunos países es fuente directa e inmediata de legalidad civil y penal, en todos apenas pueda concebirse cualquier regulación que se le oponga. Pero lo que fuera útil y conveniente para los antiguos nómadas del desierto, una religión muy sencilla que constituyó un instrumento de aglutinamiento capaz de reforzar su autoestima de pueblo nómada, tras su momificación con el paso del tiempo ha venido a representar un obstáculo para el desarrollo civil y moral de las sociedades a las que pretende dirigir de modo excluyente. Este intento de subordinar las leyes sociales y las conciencias, de un modo ajeno a lo racional y con carácter excluyente, a un único paradigma se produce por la ausencia de contrapoderes civiles suficientes.
Es preciso deslindar conceptos, comprender las manipulaciones a las que estamos sometidos. No se entiende que la servil Conferencia Episcopal Española se alinee con la Comisión Islámica de España cuando no hay reciprocidad y menos aún cuando miles de cristianos son asesinados impunemente por los musulmanes y el fenómeno se considera como algo normal.
Ahora bien, estamos asistiendo a un proceso inducido de heterogeneidad social en la UE provocado con intenciones aviesas. No se trata de un proceso histórico natural sino provocado para acabar con la Cristiandad y los mejores valores de la Ilustración.
Aparte de otras consideraciones, en Europa la capacidad de acogida a inmigrantes debería estar ligada a la de mantener sus propias instituciones, pues sería una paradoja que se vieran amenazadas y destruidas ahora por el integrismo musulmán.
No nos debemos llamar a engaño, nos encontramos ante un proceso en curso avanzado para sustituir la población europea. No se trataría tanto de libertad religiosa y de pretendido respeto a las minorías sino de sustituir el Cristianismo por el Islam, por una teocracia excluyente y en beneficio mediato de una plutocracia controlada por cierto pueblo innombrable.