Una terrible peste entró en Castilla por medio de un barco en Santander. Una terrible peste nacional que fue causada por las ratas. Ratas con piojos infectados que se bajaron del barco holandés Rodamundo, al servicio de la Corona Española, para contagiar a los habitantes de la villa y muy pronto a todos los incautos que se cruzaron en su camino. Fue una verdadera epidemia, no como la que nos vendieron en 2020 y en adelante, con un extraño virus del que no existían cultivos y que los medios debían recordarnos diariamente para justificar su peligrosidad.
Este episodio es uno de los brotes de peste más graves y menos conocidos en España. Se calcula que la peste Atlántica mató alrededor del 15% de la población de Castilla entre 1596 y 1604, incluyendo Andalucía y el resto de territorios castellanos peninsulares de la época.
En 1596, no hacía falta que nadie comentase ni exagerase lo obvio de la matanza: la peste atacó brutalmente a la población y, para empezar, en un puerto como Santander dejó a la población local prácticamente erradicada. Los enfermos y los muertos se contaron por centenares en un pequeño villorrio de pescadores cuyos habitantes podrían caber en una sola manzana de la actual Calle Castilla.
Santander, en esos tiempos, era una pequeña población costera que abrazaba literalmente a los navíos que acudían a visitarla. En uno de esos barcos, el Rodamundo, procedente de Flandes, la muerte ya rondaba a los confiados santanderinos. La gente del puerto comentaba la identidad del buque y las oportunidades comerciales que traía, sin sospechar que llevaba consigo un peligro mortal.
La desagradable sorpresa fue comprobar que los primeros marineros y pasajeros descendían enfermos y que muy pronto los santanderinos también lo estarían. Los habitantes no tuvieron conciencia clara de qué hacer para evitar la propagación, y la peste se extendió rápidamente por toda Castilla y más allá.
Aunque aislar a un barco es más sencillo que aislar un país entero, el Rodamundo no fue puesto en cuarentena. ¿Acaso los personajes importantes a bordo eran demasiado poderosos para ser confinados? ¿O la codicia por las valiosas mercancías pudo más que el miedo al contagio? Un barco como el Rodamundo atracando en Santander equivalía a la llegada a un país en desarrollo de un súper carguero actual, con una carga que probablemente superaba la riqueza conjunta de todos los vecinos del puerto.
La peste Atlántica comenzó en Santander a finales de noviembre de 1596. El navío Rodamundo, tras hacer escala en puertos ya afectados por la peste, transportaba materiales textiles contaminados con la bacteria Yersinia pestis. Desde Santander, la enfermedad se propagó irregularmente hacia el sur, afectando Oviedo en 1598 y extendiéndose hacia el valle del Duero, Castilla la Nueva, Portugal, Extremadura y Andalucía. La Corona de Aragón fue el único territorio peninsular que se mantuvo al margen.
Para 1602, la peste remitió tras seis años devastadores, que dejaron un saldo estimado de medio millón de muertos en el territorio afectado. El 4 de diciembre de 1596, el Concejo de Santander declaró oficialmente la existencia de la peste y expulsó a los enfermos fuera de los muros de la villa, abandonándolos a su suerte.
A finales de diciembre de ese año, Santander y sus alrededores sufrían la hambruna y la peste; los caminos estaban cerrados, y más de 600 personas habían muerto. Las autoridades intentaron medidas desesperadas: regar las calles con vinagre, demoler casas, hacer correr animales por las calles para «absorber» la infección, e incluso realizar procesiones con reliquias sagradas para pedir ayuda divina.
Antes de la llegada de la peste, Santander tenía unos 2.511 habitantes; un año después, solo quedaban 837. La peste se extendió más allá de la villa, afectando amplias zonas de Castilla y Andalucía. La enfermedad era causada por la bacteria Yersinia pestis, transmitida principalmente por las pulgas que vivían en las ratas negras, muy abundantes en la basura y depósitos de alimentos.
Las pulgas se alimentaban de ratas infectadas; al morir estas, las pulgas buscaban nuevos huéspedes, incluyendo a los humanos, transmitiendo la bacteria a través de sus picaduras. Así, aunque las ratas fueron un vector importante, las pulgas fueron las verdaderas responsables de la propagación entre personas.
La medicina de la época era ineficaz frente a una plaga de tal magnitud, por lo que la población se encomendaba a la ayuda divina. En Santander, se pidió protección a santos como San Sebastián, San Roque y finalmente a San Matías, elegido protector de la ciudad tras un voto y una tradición que se mantiene hasta hoy.
El brote de peste que trajo el Rodamundo fue uno de los episodios más terribles y olvidados, aunque la peste negra del siglo XIV acaparó toda la fama. Esta pandemia afectó profundamente a la sociedad, la economía y la cultura de la época, dejando heridas irreparables en Santander y en el resto de Castilla.