jueves, julio 10, 2025

Tango

El pasado San Juan se conmemoraba el 90 aniversario de la trágica muerte de Carlos Gardel en un terrible accidente de aviación. Reconozco que no había prestado demasiada atención dentro de mis aficiones musicales al tango, hasta que por casualidad me tropecé con un reportaje sobre el extraordinario homenaje póstumo al cantor en su Buenos Aires querido. Verdaderamente impresionante, conmovedor, insólito. Y me propuse profundizar en este fenómeno social que rebasaba el simple estético musical.

Gardel, nacido en Francia, había sabido identificarse hondamente con cierto “dasein” popular porteño. El tango encierra un sentido concordante con la sociedad en la que nace, una interpretación del espíritu de ese momento histórico en la que el artista saca sus ideas de las existentes, trascendiéndolas. También como el grito de reconocimiento de los moradores confinados en un biotopo particular: El arrabal amargo metido en mi vida como la condena de una maldición, que puede ser salvada por el amor.

El mismo lunfardo quizás pueda entenderse que posee una función  semejante a nuestro lenguaje de germanía, la antigua jerga propia de pícaros, jayanes, santigua bolsillos y jaques que era usado aquí como instrumento de seguridad propia, como forma de entenderse entre sí de modo que los ajenos no penetrasen del todo su significado.

En una civilización como la occidental que ningunea o incluso reniega de la Metafísica tanto el tango en Argentina como a su modo la copla o el flamenco en España representan una nostalgia de trascendencia, de valores relegados o humillados que se expresan mejor gracias al arte que con eruditos discursos razonados. El tango no está exento de tristeza, incluso de amargura. En muchas ocasiones se manifiesta como un resentimiento, relacionado con el sentimiento de injusticia, de humillación o con la envidia igualitaria. Sin embargo, en un ámbito más hondo y a falta de Tradición en un mundo nuevo se trataría de una manifestación del intelecto trascendente, no importa que sea por parte de un iletrado, porque en una concepción metafísica se debe asumir que existe algo inexpresable, que sin embargo se puede sugerir conmoviendo las conciencias. 

En la medida que los mejores valores metafísicos son relegados o su realización personal o social frustrada, tal resentimiento permanece en el subconsciente popular del presunto votante y luego constituiría permanente motor del peronismo. La “posmodernez” progre haría mal en arrumbar el tango como cosa del pasado folclórico a modernizar por la globalización. Las canciones woke en lengua de piratas de esperpentos iconoclastas tatuados y desquiciados nunca tendrán el mismo efecto. En cambio, las maravillosas letras de un Alfredo Le Pera musicadas por Gardel trasmiten más de lo que dicen. Son un prodigio estético logrado con notable economía de medios.

En sus inicios el tango es un producto del arrabal bonaerense, de cierta marginación social del abigarrado conglomerado propio de la Argentina finisecular del XIX. Inmigrantes europeos desarraigados en busca de mejores condiciones de vida, argentinos pobres expulsados de su medio rural de nacimiento por ciertas mejoras técnicas en los latifundios que eliminaban mano de obra. Un universo de desplazados de sus orígenes o raíces con ciertos valores propios diferentes de los burgueses acomodados o de la oligarquía relacionada con Inglaterra.

Entre estos valores de los inicios estaría la exaltación del machismo como medio de autoafirmación, en cierto modo considerando la propia condición femenina como una especie de clase social asimilable al proletariado para el varón como burgués dominante. A falta de suficiente rebeldía o empuje en lo político para intentar una sociedad más justa se consolaría con la dominación erótica. Sin embargo, quizás como remedo de una sensación de desamparo social también se muestra un curioso culto a la figura de la madre, la nostalgia de un mundo en que se era acogido, respetado y amado frente a un entorno de expectativas cerradas, u hostil, solo aminorado por la “barra” o pandilla de amigos.

El tango estaba ligado a la danza también como expresión de pulsiones eróticas. A ello en parte se debía su mala fama entre la buena sociedad. Se consideraba propio de tabernas, tugurios, o lugares poco recomendables.

El mito de Gardel está indisolublemente ligado al tango. Como todos los mitos tiene una verdad última recubierta con un manto de fantasía más o menos interesada. El tiempo pasa inexorablemente y ciertas fuerzas conservadoras terminan recurriendo a Gardel y a su popularidad para sus propios fines. El tango es «descancelado» o rehabilitado para la buena sociedad que lo encauza en el buen sentir hasta convertirse en una seña identitaria de la nación. El hombre es libre mientras es dueño de su instrumento de trabajo: la voz. Una voz que representaba a todo un pueblo y que de pronto enmudece en un día aciago. Solo así se comprendería la sentida multitudinaria manifestación de un homenaje póstumo como el recibido por Gardel.

El mito de Gardel tiene una base sólida pese a la imagen estereotipada, amanerada, producto de la moda o la granjería comercial. Es preciso ser muy insensible para no emocionarse al escuchar El día que me quieras: “el día que me quieras, no habrá más que armonías, será clara la aurora y alegre el manantial, traerá quieta la brisa rumor de melodías y nos darán las fuentes su canto de cristal. El día que me quieras endulzará sus cuerdas el pájaro cantor, florecerá la vida, ‘no existirá el dolor!“

O con el tango de hondas reminiscencias metafísicas, Volver: “tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida. Tengo miedo de las noches que pobladas de recuerdos encadenan mi soñar. Pero el viajero que huye tarde o temprano detiene su andar y aunque el olvido todo lo destruye, haya matado mi vieja ilusión, guardo escondida una esperanza humilde que es toda la fortuna de mi corazón.

La verdad es una. El sentimiento universal. Como nos recordaba otro gran poeta, nuestro Luis Cernuda, desde su exilio mejicano “no es el Amor quien muere, somos nosotros mismos”.

 

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