Por Alfonso de la Vega
En una guerra conviene comprender al otro bando. Pese a la estulta ideología buenista hoy dominante introducida por multiculturalistas o feministas energúmenas, un testimonio de gran interés sobre la peculiar idiosincrasia de los moros, al menos los de esa época del desastre de Annual, es el que recoge el periodista y corresponsal de guerra Juan Guixé en su interesante obra El Rif en sombras. Un trabajo de campo en el que recoge sus conversaciones con algunos notables rifeños asimilados. Espigamos algunos párrafos reveladores a considerar como aviso de ignorantes e incautos:
“El moro, suelen decir algunos españoles en África, tiene una mentalidad contraria a la nuestra. El del Rif no es siquiera heredero de una civilización opuesta a la europea; está sin civilizar y el Corán no sirve sino para estimular en él su barbarie nativa y hacerle fanático peligroso. Es, al lado del europeo, un malhechor, un bandido. En el rifeño todos los males y defectos de un pueblo desahuciado se agravan. El rifeño es un ser aparte, y aún dentro del Rif, entre las cabilas, hay diferencias enormes de psicología…el moro vulgar suele ser bandolero, tiene el instinto despierto del malhechor, para el cual, cosa natural es el robo y el crimen….no respetan la ancianidad ni la mujer, ni la debilidad física, sino cuando hay algo que las defienda.
En el hogar, el moro es un pequeño sultán. Practica la poligamia y las mujeres deben trabajar para él. El amor carece de espiritualidad (como revela esta conversación en Melilla):
— Manuel, por Dios grande, que ayer conocer a tus hijas, y estar cosa güena, güena. ¿Cuántos años tiene la mayor?
Trece
Manuel, tú estar tontón, si tu venderla a un moro rico, darte por ella cuatrocientos o quinientos duros —
Y prosigue el autor, “Yo no he visto pueblo que con mayor altivez y aparente desprecio de lo ajeno, lo codicie con más pasión y en cuanto puede trate de apoderase de lo que codicia. Es un género de hipocresía que el moro disfraza con orgullo y el británico con el ideal, pero en ambos, avasalladora.
El rifeño se arroja al robo con pasión. El moro desarrapado se entrega siempre que puede al merodeo y el bandidaje. El moro rico roba de otra manera, usando su fuerza guerrera y feudal y de la credulidad de los demás… la mayoría de las guerras, o de los movimientos de guerrilla que perpetuamente reproduce, los inspira, más que el fanatismo y la xenofobia, la esperanza de botín…Es una equivocación suponer que le mueve el patriotismo que no siente ni comprende. Su arteria y su astucia son muy grandes y lo mismo su ductilidad e impresionabilidad… yo creo que en ninguna parte del planeta es más fácil encontrar tan gran número de gentes dispuestas a traicionar como en el Rif. Esto explica que los mismos que estuvieron recibiendo los beneficios de la dávida española durante años, sin cosecha, se lanzaran despanzurrar españoles y a estuprar niñas de estos.
¿Cuál ha de ser la reciprocidad de unos seres que no comprenden la compasión ni el que un país o una cabila, la cabila Hispania, como ellos dicen, asuma la empresa de suscitar entre ellos la riqueza, el progreso, el derecho de gentes?
No comprenden porqué razón España gasta el dinero y sus vidas para entrar y establecerse en el Rif, poseyendo ella por lo que le dicen e infiere, tantas tierras, tantos hombres y tanto dinero. España está tontona.
Solo la codicia del rifeño es superior a su odio. Por codicia, el español que de otro modo sería muerto irremisiblemente pasa a ser como un animal doméstico al que se prodigan cuidados para cotizarlo en el mercado. El prisionero será vendido por un buen rescate…
El testimonio de un jefe de cabila asimilado a España, Mizzian llamado El Bueno, también resulta esclarecedor. Le pregunta el corresponsal:
Dime, ¿Cómo te explicas la traición?
Por exceso de confianza. Yo soy moro y los conozco. Los españoles habéis tratado al moro de una manera inadecuada, impropia…. En vez de agradecer lo que vosotros hacéis por él, se ríe en su interior de vosotros.
Entonces, ¿qué política crees tú que hay que seguir con el moro?
¡La de la fuerza! ¿No han matado ellos? ¿No han robado ellos? Aquí me tienes a mí, ahí tienes a mi hijo cuya cabeza han pregonado en 15.000 pesetas. ¿Crees tú que si el moro pudiera no arrasaría Melilla y nos pasaría a cuchillo a todos? Mira hay que llevar el palo en una mano y en la otra mano… el palo también. Créeme todo lo que sea no hacerlo así es perder tiempo, es dejar caer el prestigio de España y es derramar mucha sangre española. Si queréis ahorrar sangre, hay que pegar fuerte a esos bandidos…»
Una receta curiosa, sin duda, sobre todo viniendo de donde viene.
Estas declaraciones tan clarificadoras fueron realizadas hace un siglo en el contexto del llamado Desastre de Annual. Es posible que, en parte, tal psicología haya podido evolucionar aunque no haya evidencias de que así sea. Hoy la situación es algo diferente: asistimos a la invasión violando las fronteras y la legalidad de rifeños y otros africanos de dudosa moralidad, una foco de desestabilización y miseria fomentado o al menos consentido por el Régimen borbónico que nuevamente se demostraría no resultar demasiado compatible con la Verdad.
En un principio, a fin de disimular la responsabilidad personal del rey en la matanza de sus súbditos en Annual, los políticos dinásticos trataron de “cumplir con el expediente” con alguna patraña de componendas pero se encontraron con algo insólito. Un hombre de honor, cumplidor de su deber y juramentos, capaz de llegar a las últimas consecuencias. El general don Juan Picasso presentó su famoso Expediente al Parlamento. El 10 de julio de 1923 se formó una Comisión de Responsabilidades que debería emitir su resolución en 21 días. Pero visto el cariz que tomaba el asunto para la Corona, sus señorías, con audaz prudencia, decidieron irse de vacaciones hasta la otoñada. Así que el 13 de setiembre Alfonso XIII y Miguel Primo de Rivera dan el golpe de Estado y la cosa queda aparcada sine die. Sobre las peripecias y contenido del Expediente Picasso, que consta de 10 piezas y 2418 folios, puede consultarse en el documentado libro de igual título publicado en Méjico por Diego Abad de Santillán. O el posterior de Juan Pando, Historia secreta de Annual. En todo caso, el Expediente resultaría imposible de asimilar por el Régimen borbónico.
El Expediente Picasso elaborado y escrito por un general honrado, digno y valiente podría haberse considerado como algo bueno del que podría honrarse la institución militar más lúcida y comprometida con la Nación. Pero era demasiado insólito en un mundo de incompetencia, corrupción y componendas; demasiado veraz y contundente para ser asimilado por un Régimen corrompido como la Monarquía, que incluso dio un autogolpe de estado para mantenerse. Hoy, camino de otro posible desastre, tampoco el Régimen tolera la verdad y sostiene un nuevo relato mentiroso para tapar sus vergüenzas. Y no sólo sobre este asunto.