Por Alfonso de la Vega
“Las palabras agradables no son veraces, ni las veraces, agradables” (Lao Tsé)
Dentro de la actual gira orwelliana del tenebroso valido español por tierras del Cono Sur, destaca una pintoresca declaración de intenciones publicada en el diario chileno El Mercurio junto con otros cuatro próceres sudamericanos de parecido jaez y curricula poco recomendables. Un “demócrata” que “gobierna” por decreto, sin presupuestos, soportado por delincuentes blanqueados, golpistas, prostíbulos, desfalcos, que ha colonizado o manipula todas las instituciones, que tiene prostituidos a la mayoría de los media, que chapotea en la corrupción y la mentira, que intenta burlar la acción de la timorata justicia española, incluso perpetrando una ley para acabar con cualquier atisbo siquiera cosmético de independencia judicial, un tipo tal tiene el desparpajo de decir que lucha para defender la democracia. Espiguemos algunos de los párrafos más suculentos del citado panfleto:
“La intención es reivindicar la democracia en un momento en el que sus instituciones se están viendo agredidas, cuestionadas y debilitadas por movimientos populistas y de ultraderecha, y crear una plataforma de actuación frente a ellos…La erosión de las instituciones, el avance de los discursos autoritarios empujados desde distintos sectores políticos y la creciente desafección ciudadana son síntomas de un malestar profundo en amplios sectores de la ciudadanía”. A los que hay que añadir “las persistentes desigualdades, el retroceso en derechos fundamentales, la difusión de desinformación y discursos de odio en plataformas digitales, y la expansión de redes criminales que desafían la legitimidad del Estado”.
”Ante este escenario, no cabe el inmovilismo ni el miedo. Defendamos la esperanza. En un mundo cada vez más polarizado, como líderes progresistas tenemos el deber de actuar con convicción y responsabilidad frente a quienes pretenden debilitar la democracia y sus instituciones”.
¡Y esto lo declaran con toda su cara un Lula, un Petro o un Sánchez!
¿Progresistas? ¿Demócratas? ¿Democracia sin Justicia ni Libertad ni Nación? Todo un insulto a la inteligencia menguante en este cada vez más podrido Occidente. Lástima que nadie les afee hoy su hipócrita conducta.
Para compensar tal vacío me parece que viene aquí al pelo una lúcida reflexión de Ángel Ganivet, considerado precursor de la llamada generación del 98.
“Los generosos apóstoles de la democracia, que cándidamente creyeron dar la paz al mundo, consignando en leyes todos los derechos del hombre se quedarían ahora turulatos al ver que del seno de la justicia, de la igualdad y de la fraternidad, sale una generación de déspotas, ansiosos de utilizar todos esos derechos para desarrollar e imponer su personalidad, aunque tengan que pisotear a los débiles.”
En efecto, parece describir a la perfección a nuestro personaje. Mucha palabrería equívoca con términos falsarios para encubrir despotismos, arbitrariedades, desfalcos y toda clase de delitos por nuestros tartufos. La democracia falseada como nueva forma de tiranía y avasallada por instituciones despóticas internacionales.
Cierta «democracia» promueve estos «demócratas». También Joaquín Costa, al estudiar la problemática de la Monarquía española y su relación con la oligarquía y el caciquismo, se quejaba del liberalismo formal, una cáscara hueca de legalidad y derechos formales pero que encubría una mohatra práctica al servicio de caciques y oligarcas. Y propugnaba como alternativa un nuevo liberalismo “orgánico, ético y (que) atienda a crear y afianzar dichas libertades con actos personales de los gobernantes principalmente, dirigidos a reprimir con mano de hierro, sin piedad y sin tregua, a caciques y oligarcas… haciendo de un Estado peor que feudal una nación de ciudadanos libres de hecho, con justicia y autoridades que protejan por igual sus personas, sus derechos y sus intereses”.
En 1901 Costa desde el Ateneo madrileño promueve su famosa encuesta sobre Oligarquía y Caciquismo. Una diagnosis aún de gran interés y actualidad porque los grandes problemas españoles de fondo permanecen o resurgen más de lo que pudiera parecer a simple vista.
Don Miguel de Unamuno contestaría a Don Joaquín: “No tanto leyes cuanto personas, nos hace falta; no ideas sino hombres. Lo semejante engendra a lo semejante; las ideas no hacen más que ideas, sólo los hombres hacen hombres. Lo que ocurre es que el instrumento con que los hombres hacen hombres son las ideas, y que sin hombres no hacen ideas las ideas. La palabra es el gran ariete contra el caciquismo y el despotismo, como lo es la prensa. Con ella el espíritu público toma conciencia y cuando hay conciencia pública el despotismo se debilita.» Y prosigue el rector de Salamanca: “sólo es menester que se purifique la prensa de su “politicismo”, que hable menos del personaje político tal y cual y de sus idas y venidas y tratas y contratos, sin comentar cualquier vulgaridad que se deje decir el personaje; que se haga más un vehículo de cultura general, que preste oídos a todos los ecos…”
La palabra ha sido violada por los déspotas, muchos de ellos auténtica gente prostibularia en todos los significados de la palabra. Algunos de ellos auténticos psicópatas sádicos. Las personas están siendo manipuladas y degradadas gracias al creciente deterioro de la educación y la manipulación de los media prostituidos.
Para Ossorio, “La Restauración. Es decir, ficción, anemia, parálisis… Toma cuerpo una doctrina escandalosamente inmoral, que ¡todavía hoy! Reputan exquisita algunos obcecados: La de la dualidad de constituciones, una externa y otra interna. Dígase claro: la externa un conjunto de reglas sabias que se lleva a la “Gaceta”, con la intención de no obedecerlas jamás; la interna, un contubernio de dos oligarquías para reírse de lo legislado y mantener una dominación alternativa en provecho de deudos y familiares, socios y compinches, apologistas y turiferarios.»
¿Democracia dice Usted? Las sucesivas Restauraciones borbónicas siempre conducen a lo mismo.